Un reino olvidado

Ignacio Andrés Amarillo
iamarillo@ellitoral.com

Tras llenar dos veces el Teatro Municipal, Rata Blanca se presentará este domingo desde las 21, en ATE Casa España (Rivadavia 287). Anticipadas en la venta en boletería del teatro y por sistema www.ticketway.com.ar.

Walter Giardino (guitarra), fundador y líder de una formación que se completa con Adrián Barilari (voz), Fernando Scarcella (batería), Guillermo Sánchez (bajo), y Danilo Moschen (teclados), conversó en exclusiva con El Litoral sobre la historia y el presente de esta banda legendaria.

—Tercer teatro en el año en Santa Fe y les pasa lo mismo en otros lugares. Es un fenómeno que en los medios no tiene una repercusión acorde.

—Sí, la prensa en la Argentina lamentablemente está conceptuada desde otro lado: desde hace unos años, si uno no es parte de un círculo X es como que estás afuera. Nosotros no estamos en ningún círculo: somos músicos que tratan de hacer lo mejor y eso genera un fenómeno como el que estamos pasando. Pero se trata de que todo parezca más difícil o ponerlo en un lugar más histérico; creo que las cosas son mucho más simples en el éxito de un artista, no necesariamente tiene que haber situaciones fuera de lo musical. Hay mucho histrionismo en artistas que supuestamente son músicos de rock. Creo que es algo que se agrega a la falta de algo musical. A nosotros no nos va nada mal, así que no nos perjudica; es una pena que no se manejen las cosas más seriamente: se supone que el periodismo tiene que reflejar la verdad de las cosas. Si nosotros metemos 300.000 personas en el año, no sólo en la Argentina (venimos de una gira por Estados Unidos y toda Latinoamérica), que la gente no se entere es un daño que se le hace a la cultura argentina: tener una de las bandas de rock más internacionales en español y no darle espacio es una ignorancia importante.

—¿Cómo se construyó ese enganche de ese público tan variado?

—Con música y honestidad, no hay nada excéntrico (risas). Somos normales, menos normales que otra gente porque no seríamos lo que somos (risas). Hay canciones y una banda que no defrauda. Es una banda honesta, que trabaja duro para sonar y que la gente se vaya del show cargada de buena onda y energía. Si hay una filosofía está cerrada a la música: no hay ni una ideología, y la poesía que está sobrevaluada en la Argentina (muchos prefieren las buenas letras aunque estén cantadas desafinadas), la preferimos primero bien cantada, y después que sea buena (risas). Eso engancha a las diferentes generaciones: que un chico que recién nacía cuando hicimos el primer disco hoy es fanático y tiene lágrimas en los ojos cuando nos ve tocando “La leyenda...”.

Equipo

—¿Cómo se sostiene esa actividad tan intensa?

—Es una entrega. No es fácil, ni tan divertido como se ve de afuera. Es un sacrificio físico y emocional: las horas de viaje, comer en cada país. Uno trata de tomarlo lo mejor posible y disfrutarlo; la familia sufre y banca, o no (risas), está todo. La vocación y la pasión es lo que arrastra a aguantar.

—Con Adrián forman una química especial, que ha tenido sus idas y vueltas. ¿Cómo se construye un equipo que se sostenga en el tiempo?

—La historia de la banda tiene que ver mucho con la mala administración de nuestro entorno. El mundo de los músicos era un núcleo, y después los managers eran el segundo círculo, muchas vences no estuvo a la altura de las circunstancias. Eso generó desgastes, malas decisiones, que llevaron a la separación del grupo. Para la segunda etapa, yo puse en claro un montón de cosas que no quería volver a vivir. Teníamos una fórmula de trabajo que funcionó bien, eso se desvirtuó basado en supuestas democracias que no resultaron. Yo quería trabajar tranquilo como al principio. Eso aclaró las cosas y marcó la fórmula de trabajo, así se evita un montón de malos entendidos. Todos los músicos ocupan su lugar en el escenario y es responsabilidad de cada uno mantenerlo. Mi responsabilidad es exigir que el nivel se cumpla. Pasaron los años, los que no se daban cuenta de cosas lo hicieron. Ésta es una banda muy especial como para reemplazarla fácilmente en tu vida, no es que te vas a otra. Cuando éramos más chicos algunos no dimensionaron lo que estaba pasando. Rata es una institución, es más grande que nosotros. Somos compañeros de trabajo, sería hipócrita decir que somos grandes amigos. Nos divertimos mucho, pero después de trabajar cada uno hace su vida y eso es bueno: descansar de todo lo que nos toca vivir compartiendo días en gira.

Estados de gracia

—“Magos, espadas y rosas” está por cumplir 25 años. ¿Cómo se ve a la distancia haber hecho un clásico así?

—Me fascina, porque veo cómo han influido los factores internos, alineaciones de planetas. La inspiración es un estado de gracia, que hace que un artista logre ciertas cosas magníficas en su carrera. Después hay partes que tienen que ver con lo astutos que son los que están alrededor para mantener ese éxito. Desde el “Álbum negro” que Metallica no mete un disco que se le acerque; sin embargo siguen funcionando y llenando estadios como si todos los años sacaran uno, y eso se debe a cómo supieron manejar su marketing. Rata esa parte no la supo hacer muy bien. Pero la música hace su historia por otro lado, más ahora con Internet (una promoción que no tenemos de otra forma). Esos momentos, esos “Magos, espadas y rosas”, son especiales: en tu vida confluyen cosas que te dan una energía y una inspiración particular. Los dos primeros discos de Rata son eso: en mi vida todo confluía, una energía muy positiva, estábamos muy involucrados, buscando ser los mejores, y se logró. Después de ese éxito comenzaron las cosas que complicaron el estado de gracia. Había cosas que no entendíamos, ser “amigos de”. Éramos una banda inocente del Bajo Flores. No digo que esos momentos sean irrepetibles, pero es mucho más difícil después de 25 años.

—Hay rumores de un próximo disco para el año que viene.

—Cada vez es más cierto. Han pasado unos cuantos años desde “El reino olvidado”, un disco muy bien recibido, que nos ha dado cuatro años de handicap. Nos dimos cuenta de que muchas de las cosas que pensábamos hacer por la vía ortodoxa, compañía discográfica, no a ser de esa forma. Tiene que ver con que este negocio de la música se está partiendo, el rock de un lado y el resto del otro. Esto no lo digo yo, el otro día leí que lo dijo Slash. Hay una filosofía de las majors de no alimentar el espíritu del rock; pero el rock no puede ser detenido, es una bandera que siempre va a ser agitada por alguien. Para una banda con casi 30 años, que sus fans le estén pidiendo un disco bueno está bien. Queremos hacer un disco a la altura de las circunstancias; hay muchas bandas que por sus contratos están haciendo discos de más (risas).