La reciente operación conjunta entre aeronaves rusas y chinas cerca de territorio japonés encendió las alarmas en Tokio, que respondió con un despliegue de aviones de combate.
Japón movilizó sus aviones de defensa ante un patrullaje conjunto de fuerzas aéreas rusas y chinas sobre aguas próximas a sus islas, una demostración de fuerza con implicancias geopolíticas que agudizan la desconfianza en Asia-Pacífico.

La reciente operación conjunta entre aeronaves rusas y chinas cerca de territorio japonés encendió las alarmas en Tokio, que respondió con un despliegue de aviones de combate.
Según el Ministerio de Defensa de Japón, dos bombarderos rusos tipo Tu-95 despegaron desde el Mar de Japón y se dirigieron hacia el Mar de China Oriental, donde se sumaron a dos bombarderos chinos H-6.
Al mismo tiempo, las defensas japonesas detectaron una actividad militar rusa independiente en el Mar de Japón: un avión de alerta temprana A-50 acompañado por dos cazas Su-30.
Junto a ellos, cuatro cazas chinos J-16 escoltaron la formación mientras sobrevolaban el área entre las islas Okinawa y Miyako —utilizando el Estrecho de Miyako, en aguas internacionales— en un trayecto de ida y vuelta.
Estas maniobras fueron catalogadas por las autoridades rusas y chinas como parte del plan regular de cooperación militar para 2025. Según Moscú, los vuelos se desarrollaron respetando las normas internacionales.
El ministro japonés de Defensa, Shinjiro Koizumi, calificó las operaciones como una “clara demostración de fuerza contra nuestro país”, subrayando la gravedad de lo que implica para la seguridad nacional.
En consecuencia, los cazas japoneses fueron desplegados de inmediato para monitorear el episodio y aplicar los protocolos de identificación aérea correspondientes.
No es un episodio aislado: en 2024, la Japan Air Self-Defense Force (JASDF) realizó más de 700 salidas de emergencia —conocidas como “scrambles”— en respuesta al permanente incremento de incursiones aéreas de Rusia y China cerca de Japón.
Para Tokio, esta escalada aérea conjunta representa no solo un desafío militar, sino también una señal de alerta política. Aun cuando Moscú y Pekín afirman que sus vuelos respetan las normas internacionales, Japón interpreta estos movimientos como parte de una estrategia calculada para presionar su espacio aéreo e influir en el equilibrio de poder en Asia-Pacífico.
Este episodio se inscribe en un contexto más amplio de cooperación militar entre China y Rusia, que incluye desde patrullajes aéreos conjuntos hasta ejercicios navales con fuego real.
Para varios analistas, estas maniobras representan un cambio en la dinámica estratégica de la región: ya no se limitarían a vuelos aislados sobre mares neutrales, sino a operaciones coordinadas que desafían la capacidad de reacción de potencias como Japón y ponen en tensión los acuerdos de seguridad establecidos tras la Segunda Guerra Mundial.
En un momento en que Japón —y otros países asiáticos— redefinen su postura estratégica frente a las crecientes ambiciones de China y Rusia, estos vuelos conjuntos podrían marcar un punto de inflexión. Más allá de una demostración táctica, implican una advertencia geopolítica.




