Este jueves, el INDEC informó una considerable caída en los niveles de pobreza e indigencia en el primer semestre del año, pero organismos y consultoras tomaron "entre pinzas" la magnitud y estabilidad del descenso.
El INDEC informó un notable descenso en el primer semestre del año, pero organismos y consultoras cuestionaron la magnitud de la mejora indicando que podría estar sobredimensionada y que al estar apalancada en el freno inflacionario de los primeros meses no sería sostenible en la segunda parte del año.

Este jueves, el INDEC informó una considerable caída en los niveles de pobreza e indigencia en el primer semestre del año, pero organismos y consultoras tomaron "entre pinzas" la magnitud y estabilidad del descenso.
El nuevo dato —que señala una pobreza del 31,6 % y una indigencia del 6,9 % en los aglomerados urbanos, con una caída interanual del 21,3% y del 1,3%, respectivamente — desató autoelogios del gobierno, destacando un avance social ostensiblemente notable.
Sin embargo, también hubo señalamientos de sobrerrepresentación por cuestiones metodológicas, ajustes inflacionarios y cambios en captación de ingresos, al mismo tiempo que el descenso abrupto pueda resentirse en la segunda parte del año.
El Observatorio de la Deuda Social de la UCA (ODSA-UCA) reconoció que el descenso del 52,9 % a 31,6 % es una “buena noticia”, pero advirtió que la reducción de la pobreza puede estar sobrerrepresentada. Según un análisis publicado tras darse a conocer el dato, esa caída se concentra desde el tercer trimestre de 2024, cuando comenzó una desaceleración de la inflación y ajustes relativos en precios de bienes de consumo básico.
El ODSA-UCA alertó, en ese sentido, que parte de la mejora puede tener su causa en “una mayor captación neta de ingresos laborales y no laborales por parte de la EPH”, producto de cambios en el cuestionario o de mejor registro, en un contexto más benigno de inflación. Esa mejora metodológica es valorable, pero reduce la comparabilidad con las series históricas.
Adicionalmente, cuestionó que las canastas básicas utilizadas provienen de estructuras de consumo de 2004‑05 inéditas para realidades actuales, poco actualizadas a base de datos más recientes (2017‑18). En un contexto de tarifas, precios regulados y recomposiciones dispares, esa desactualización puede sesgar la medición hacia una subestimación de la pobreza real.
Por su parte, la consultora LCG coincidió con la cifra de 31,6 % para el primer semestre del año pero advirtió que la cifra se apalancó en los primeros tres meses del año; es decir, que el dato oficial para todo el semestre es apenas una consolidación del primer trimestre más que una mejora continua.
LCG proyectó que este “ánimo descendente” podría encontrar resistencia —o incluso revertirse— en la segunda mitad del año, porque la inflación mensual se mantiene cercana al 2 %, por encima de muchos aumentos salariales homologados (que tienen topes de 1 % mensual). En ese escenario, advirtió que la pobreza podría volver a crecer. Además recordó que el “estancamiento económico” observado en varios informes oficiales (actividad, consumo) no apoya un descenso sostenido de pobreza estructural.
LCG también analizó que, aunque el Gobierno atribuye gran parte de la mejora a ingresos elevados frente a las canastas, la brecha de ingresos para los hogares pobres sigue siendo significativa: los ingresos de las familias pobres cubren apenas el 63 % de la CBT, una proporción similar a la que existía a fines de 2024, lo que implica que los “pobres siguen siendo pobres” aun tras la mejora nominal.
Asimismo, enfatizó que la base comparativa del inicio del mandato (segunda mitad de 2023) fue muy adversa, con fuerte devaluación, lo que le da tracción estadística a cualquier recuperación nominal.
El Gobierno salió rápidamente a capitalizar los resultados celebrando el dato, pero también hubo voces de analistas que salieron a poner reparos sobre la lectura oficial sobre la caída de la pobreza.
Una de las primeras reacciones del Gobierno frente al número difundido por el INDEC fue del Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Pettovello, destacó que la cifra “es la más baja en los últimos siete años”. Esa afirmación volcada en un comunicado oficial hizo referencia al primer semestre de 2018, cuando la pobreza alcanzaba al 27,3%.
Para el economista Jorge Colina, “hay que compararlo con 2017″. Según él, “el PBI en la primera mitad del 2025 está alcanzando un nivel similar al que había en el 2017″. Como consecuencia de un crecimiento poblacional, el PBI per cápita sería más chico. Por eso, a misma cantidad de bienes y servicios hay más pobres que en aquel entonces cuando el indicador llegó a marcar 25,7%. Este análisis se vincula directamente con la variable de crecimiento económico, que depende del nivel de actividad.
Más tarde llegaron las palabras de Luis Caputo, quien citó los datos de la tasa de pobreza e indigencia del informe que se conoció este jueves y destacó que fueron los más bajos registrados desde el año 2018. El ministro de Economía sostuvo que "la mejora sostenida en los indicadores sociales es el resultado del ordenamiento macroeconómico, el descenso de la inflación y la priorización de los sectores más vulnerables, mediante el fuerte incremento en términos reales de los programas sociales sin intermediarios"
Por su parte, el Centro de Economía Política de Argentina (CEPA) alertó sobre limitaciones en la metodología estadística. En un informe señaló “la subestimación de los servicios en la Encuesta Nacional de Gasto en Hogares (ENGHo) de 2004”, aún utilizada por el Indec. Según el centro, “el peso de lo no alimentario, en particular los servicios y el transporte, en la estructura de consumo de los hogares está muy por debajo de su peso real actual”, lo que genera que el valor de la Canasta Básica Total “quede artificialmente bajo” y, en consecuencia, se subestime la pobreza.




