Bárbara Korol
Bárbara Korol
Esta noche la luna impacta mi existencia con su nítida hermosura. Blanca y perfecta impone su nobleza en la opacidad del cosmos. Detrás de esa belleza inmaculada dicen que se esconden las promesas de algunos amores que jamás pudieron ser. Los misterios del destino zumban en el infinito, espiralando recuerdos olvidados, invocando verdades desconocidas y remotas. De repente, una estrella rasga la oscuridad y cae moribunda en un rincón azabache, sepultando fugaces ilusiones y lágrimas perpetuas. Mi alma está perpleja ante la inmensidad del Universo.
Frente al fogón encendido voces profundas me llaman. Mi mirada se pierde errática en el ardiente naranja de las llamas y mi corazón navega por laberintos complejos y enigmáticos. Sensaciones contradictorias emiten ecos sagrados y puros. Un miedo imprevisto paraliza las yemas de mis dedos y congela mis caricias vagabundas. No le temo a la soledad ni a la muerte. Pero siento pavor ante el dolor, la pérdida, la desesperanza y el olvido. La urgencia del amor siempre ha marcado mis latidos. Una copa de vino que reposa sobre la mesa aguarda el sabor de mis labios. Quiero pronunciar tu nombre y no me atrevo. La distancia, con su crueldad efímera, te despega de mi boca. Perfumes de manzanillas y pañiles parecen desprenderse de mi pelo. ¿Volveré a abrazarte alguna vez? ¿Volveré a disfrutar de tu sonrisa franca y querida? Un albor lejano me sorprende repentino. En la alta rama de un ciprés, un búho armoniza con la luminosidad lunar. Las sombras de los árboles añosos se besan con oculta intensidad. Un dulce gesto en mi rostro perdona la tristeza por tu ausencia. Especiados matices de un malbec destilan tornasoladas emociones en mi pecho. Un placer esquivo embriaga mis sentidos. La Patagonia me abriga con sus nostalgias de fuegos, de azules transparencias y verdores que se propagan por lagos y montañas. Añoranzas de amarillos retamales desatan reminiscencias de agradables primaveras tras el cristal de mis pupilas. Sueños de reencuentros germinan dentro mío. Lo imposible se esfuma con el humo. Mi copa vacía anhela ser llenada nuevamente. Una voluptuosidad de ciruela y caramelo moja mi esencia fugitiva con su rastro ligero y vivaz. La delicia se amalgama a mi espíritu con virtuosa melancolía mientras mis pensamientos se extinguen con la fogosidad de las brasas.
Frente al fogón encendido voces profundas me llaman. Mi mirada se pierde errática en el ardiente naranja de las llamas y mi corazón navega por laberintos complejos y enigmáticos. Sensaciones contradictorias emiten ecos sagrados y puros.
La Patagonia me abriga con sus nostalgias de fuegos, de azules transparencias y verdores que se propagan por lagos y montañas. Añoranzas de amarillos retamales desatan reminiscencias de agradables primaveras tras el cristal de mis pupilas.




