Córdoba fue el escenario del regreso más polémico del rock nacional. Pity Álvarez volvió a tocar en vivo después de siete años, en medio de causas judiciales, problemas de salud mental y el juicio suspendido por el homicidio de Cristian Díaz.
El líder de Viejas Locas se presentó en el estadio Kempes ante más de 40.000 personas. Mostró humor, autocrítica y actitud rockera mientras sigue en libertad a la espera del juicio por homicidio.

Córdoba fue el escenario del regreso más polémico del rock nacional. Pity Álvarez volvió a tocar en vivo después de siete años, en medio de causas judiciales, problemas de salud mental y el juicio suspendido por el homicidio de Cristian Díaz.
A pesar de las dudas, el músico ofreció un show de casi tres horas con su debut como solista ante más de 40.000 personas. La convocatoria, mayoritariamente joven, reflejó la vigencia de su obra.
Desde el primer acorde, Pity mostró energía, lucidez y un control escénico que sorprendió incluso a los más escépticos. Entró al escenario con una mujer atada a su mano, en una performance polémica, que contrastó con la sensibilidad de las primeras canciones.
"Me tengo que hacer cargo de las cosas que hice", dijo en tono de autocrítica. Y más adelante sentenció: “¿Quién me va a juzgar? ¿Dios? ¿A mí, que soy Dios? Solo el universo me puede juzgar”.
Durante el show hubo momentos de emoción, como el homenaje a su padre con Homero o la dedicatoria a su compañera acordeonista en Fuiste lo mejor. También hubo referencias a la cultura del aguante, bengalas verdes y banderas flameando.
La banda lo acompañó con profesionalismo: se destacaron Miguel Tallarita en trompeta, Matías Mango en teclados y el histórico Peri Rodríguez en armónica. Hubo espacio para clásicos, temas nuevos y hasta un guiño con Felipe Barrozo.
El final fue a pura fiesta con canciones como Nunca quise, Perra y Quieren rock. Pity se mostró agotado, pero entero. Agradeció a la productora, al equipo técnico y al público que llenó el Mario Alberto Kempes.
Mientras su situación judicial permanece abierta, Álvarez eligió el escenario como lugar para hablar, cantar y provocar. Con sus luces y sombras, su regreso fue un hito cultural que no pasó desapercibido.




