Romina Uhrig decidió contar, sin maquillaje, qué pasó cuando se apagaron las cámaras de Gran Hermano: detrás del personaje mediático, describió una etapa marcada por la presión pública, el ruido de las redes y un desgaste emocional que la desbordó.
La ex Gran Hermano habló en Infama sobre el impacto de la fama repentina tras su paso por el reality: relató un período de sobreexposición y críticas que derivó en noches interminables, consumo de sustancias, depresión y ataques de pánico, hasta que pidió ayuda profesional y pudo encaminarse.

Romina Uhrig decidió contar, sin maquillaje, qué pasó cuando se apagaron las cámaras de Gran Hermano: detrás del personaje mediático, describió una etapa marcada por la presión pública, el ruido de las redes y un desgaste emocional que la desbordó.
En un móvil con Infama, habló de “una caída” atravesada por dolor y desorientación, y admitió que, aunque cualquiera sabe que el reality implica exposición, el golpe real llega después, cuando aparecen las consecuencias de lo que se dice y se instala alrededor.
Uno de los puntos que señaló como más duro fue la distancia con sus hijas y el vacío cuando no estaban con ella: contó que no podía quedarse en su casa, que se quebraba y buscaba salir para no enfrentarse a esa angustia.
Esa dinámica la empujó al “mundo de la noche”, un territorio que —según su relato— no se parecía a su vida previa: salidas constantes, gente nueva, una vulnerabilidad creciente y la sensación de una alegría que no quería que se terminara.
Con el tiempo, dijo que esa euforia se volvió dependencia. Contó que empezó a tomar pastillas y MDMA y resumió el nivel de enganche con una frase directa: “No quería salir si no tenía eso”.
El quiebre, explicó, llegó cuando la “felicidad” se transformó en vacío: habló de depresión y ataques de pánico, y de cómo una amiga la acercó a un psiquiatra para iniciar tratamiento y medicación. Hoy, aseguró, está mejor y pudo salir de esa etapa.




