Por Ignacio Andrés Amarillo
Es una queja habitual referirse a Santa Fe como “una ciudad sucia”, en alusión a la profusión de envases, envoltorios y demás residuos que invaden sus veredas y paseos. Tal vez algo de eso sea cierto, y haya una falta de cultura higiénica en ese respecto. Pero, ¿qué pasa cuando, luego de consumir un producto (una golosina, por ejemplo, o una gaseosa) el transeúnte tiene la firme voluntad de arrojar el continente allí donde corresponde? ¿Encontrará un receptáculo adecuado (un cesto, se diría, aunque no tenga forma de canastita) o deberá caminar largas cuadras para deshacerse del ya inútil packaging? ¿Se verá tentado de arrojarlo junto al cordón, preferentemente atrás de un automóvil, para disimular? Porque meterse el papel de un chocolate en el bolsillo hasta llegar a un cesto es relativamente fácil, pero introducirse una lata de aluminio no lo es tanto, y menos aun una botellita de PET de 500cc..
En busca del tacho perdido
Pongamos un ejemplo concreto: si el lector atento recorre el bulevar en las cuadras que van desde la plaza Pueyrredón (que posee varios cestos bien repartidos) hasta San Jerónimo (con un languideciente tacho de plástico azul, ubicado a ras del suelo), en el medio sólo encontrará un primoroso cesto metálico, a metros de Pedro Vittori. Allí cerca, los vendedores de hamburguesas colocan unos basureros propios para reunir los restos de su actividad, que terminan en un volquete ubicado a tal fin sobre la transversal. De igual modo, quioscos y heladerías de la zona mencionada colocan sus propios recipientes, a fin de que su clientela pueda deshacerse de los envoltorios sin contaminar el espacio público. Valga aquí una aclaración: estamos hablando del área elegida por mucho santafesinos, jóvenes y no tanto, para llevar a cabo sus salidas, y festejar el Día del Amigo, y todas esas actividades divertidas que involucran a cientos de personas comiendo, bebiendo, cargando tarjetas de telefonía celular y realizando demás consumos.
Tomemos más ejemplos: en el tramo de San Martín que va entre bulevar Pellegrini y Eva Perón, no se encontrará cesto de ningún tipo, aunque del otro lado (ya sobre la peatonal) aparece ya el primer recipiente, uno de plástico verde. Es de presuponer entonces que cuando se concrete el paseo San Martín Norte, entre las mejoras a realizar se encuentre la instalación de varios de estos elementos higiénicos.
En similar corte de 25 de Mayo, en plena Recoleta, tendremos más suerte, tal vez porque es otra de las arterias donde se asienta fuertemente la movida nocturna santafesina. Allí encontraremos dos cestos metálicos, ubicados cerca de las intersecciones con Cándido Pujato y Junín, en ambos casos en la vereda oeste. Un derretido cesto plástico cuelga de un poste en el cruce con Eva Perón, en la esquina sudoeste. Entre ambos extremos, se ubica la serie de receptáculos empotrados en los paneles con afiches que cubren desde hace ya tiempo la fachada del ex shopping Plaza Ritz. Al parecer éstos son de una difusa jurisdicción, porque al parecer rara vez son vaciados por las empresas de limpieza.
Algunas reflexiones
En marzo de este año, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires fue condenado a colocar cestos de basura en el sur de la Capital (en la denominada zona V de la ciudad) y a realizar una campaña publicitaria destinada a los vecinos. La demanda fue promovida por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (Acij) ante la inexistencia de cestos y contenedores en esa zona, a diferencia de lo que ocurre en las otras cinco en las que está dividida la ciudad. De acuerdo al texto de la acción de amparo, para la Acij la omisión de una campaña informativa y la inexistencia de recipientes para la basura constituye un acto “discriminatorio” hacia algunos barrios, a los que calificó como los de “peor condición social y económica”.
La ausencia de cestos en un barrio periférico es discriminación; pero ¿cómo calificar la misma carencia en las zonas más concurridas de una ciudad? Y valga una aclaración: en tiempos en que se discute el polémico aumento de la Tasa General de Inmuebles, estas áreas están ubicadas en la Zona 8, una de las que (se supone), cuenta con mejores servicios, incluyendo la limpieza. Seguramente, alguien responderá que los recipientes suelen ser vandalizados (el derretimiento de los de material plástico es un clásico) pero ésa no puede ser la respuesta definitiva. Seguramente, habrá que realizar un pacto social (suena grandilocuente, pero es así) entre las autoridades y la ciudadanía, para la instalación, conservación y uso de estos elementos. Para que después no digan, los de afuera y los de acá nomás, que Santa Fe es una ciudad sucia...
































