Por Enrique Cruz (h)
No es común encontrarse con esta clase de jugadores, como el Chino Garcé. A veces, parece que sobra la situación, que no juega al máximo de revoluciones. Pero no es porque no quiera entregar todo ni porque sea un “sobrador”. El Chino Garcé da la imagen del jugador que no necesita vender humo en el esfuerzo por llegar a una pelota. Llega siempre él antes que el delantero porque adivina la jugada, porque es muy rápido de piernas, pero, además, muy veloz mentalmente.
Así como el Turco Mohamed dijo reiteradamente que encontró en Santa Fe un lugar que no pensaba que existía, que recibe un cariño especial que hasta lo hace olvidar de su primer y gran amor (Huracán), uno tiene la imagen de que con Garcé pasa lo mismo.
El Chino es, junto con el Cata Díaz, uno de los mejores defensores que han pasado por el fútbol de Colón en los últimos tiempos. No va en detrimento de otras “pegadas”, como por ejemplo, la contratación de Alexis Ferrero, pero reconozco en Garcé a un jugador más cerebral, posiblemente no tan potente en lo físico, aunque sí más tiempista.
El fútbol ofrece un amplio abanico de variantes y características. Muchos preferirán al defensor fuerte, potente, luchador. Un caso como el de Lussenhoff, por citar un ejemplo. Otros apuntan a jugadores tiempistas, que no por eso renuncian a aportar las cualidades que no son exclusivas de los jugadores fuertes y grandotes. Es el caso de un Luis Galván, por ejemplo, en aquella selección de 1978 campeona del mundo.
El Chino es rápido, tiene buen juego aéreo, pese a que no es muy alto, sale a apretar con buen sentido del tiempo y la distancia a las espaldas de los centrales y, cuando juega por el medio, se siente dueño de la situación. Es cierto que a veces arriesga un poco más de la cuenta y “enloquece” a los hinchas. Pero, reitero: no lo hace porque sea un “sobrador”, sino porque maneja la situación de sobra. Que es distinto.
































