La condena a siete años de prisión contra Yevgenia Gutsul, líder de la región autónoma de Gagauzia y férrea opositora al gobierno prooccidental de Moldavia, ha encendido las alarmas no solo en el ámbito político local, sino también en el tablero geopolítico internacional. Acusada de irregularidades en la financiación del Partido Shor, Gutsul sostiene que su proceso judicial no es más que un montaje político, una herramienta de lawfare en una Moldavia cada vez más polarizada.
Desde su elección en mayo de 2023 como jefa de Gagauzia, Gutsul se convirtió en un símbolo de la resistencia frente al proyecto de integración europea impulsado por la presidenta moldava, Maia Sandu. La región, de mayoría gagauza y tradicionalmente cercana a Rusia, ha chocado en reiteradas ocasiones con la línea oficial de Chisináu, llegando incluso a advertir sobre la posibilidad de declarar su independencia si Moldavia opta por una eventual unificación con Rumania.
Un juicio bajo sospecha
La detención de Gutsul el 25 de marzo de este año en el aeropuerto de Chisináu fue el inicio de una ofensiva judicial que ella misma calificó como "un espectáculo absurdo". La Fiscalía la acusó de recibir grandes sumas de dinero desde Rusia para financiar las campañas del disuelto partido Shor, declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional moldavo apenas un mes después de su triunfo electoral en Gagauzia.
La sentencia, ejecutada de manera inmediata, fue rechazada de plano por la defensa de Gutsul, que denunció la inexistencia de pruebas y la utilización del aparato judicial como un instrumento de persecución política. Desde Moscú, el Kremlin denunció la medida como un "acto de presión ilegítima" y un claro ejemplo de lawfare: la judicialización de la política como método para neutralizar opositores incómodos.
Acoso judicial y control político
El caso Gutsul no se produce en el vacío. Moldavia se ha convertido en un terreno fértil para la implementación de estrategias de lawfare, en un contexto donde la política interna se entrelaza con las tensiones geopolíticas entre Occidente y Rusia. La persecución judicial contra opositores prorrusos se enmarca en una serie de maniobras orientadas a consolidar el poder del Partido Acción y Solidaridad (PAS) y su proyecto de integración con la Unión Europea, bajo la tutela política de Rumania y Bruselas.
La estrategia es conocida: neutralizar judicialmente a figuras políticas que amenacen el rumbo oficialista, mediante procesos judiciales mediáticos, condenas exprés y deslegitimación pública. Así lo denunció Gutsul tras conocerse la sentencia: "Hoy estoy tras las rejas, pero mañana puede ser cualquiera que se atreva a criticar a la autoridad".
La utilización del lawfare como herramienta de control político no es exclusiva de Moldavia (los latinoamericanos lo sabemos bien), pero el caso de Gagauzia revela su eficacia en un contexto donde los equilibrios democráticos son frágiles y las presiones externas, intensas.
Trasfondo geopolítico
Gagauzia representa mucho más que una región autónoma de Moldavia. Es un enclave que encarna la resistencia a la occidentalización acelerada del país y, por ende, un escollo para los planes de unificación con Rumania. El referéndum de 2014, en el que más del 96 % de la población se expresó a favor de integrarse a la Unión Aduanera liderada por Rusia, es una herida abierta que Chisináu no ha logrado cerrar.
El endurecimiento de la presión sobre Gutsul coincide con los planes de la Unión Europea y la OTAN de consolidar su influencia en Moldavia, en un momento donde la guerra en Ucrania ha exacerbado la competencia por las áreas de influencia en el flanco oriental. La propia Inteligencia rusa ha advertido que la UE "trata a Moldavia como un vasallo", orientando las estrategias políticas y judiciales de su gobierno. Esto se extrema por la cercanía de Gagauzia con Transnistria, un territorio moldavo independizado, también cercano culturalmente a Moscú.
La detención de Gutsul fue acompañada de movilizaciones en Comrat (la capital de Gagauzia) y protestas frente a la embajada moldava en Moscú. Además, la dirigente solicitó formalmente la intervención diplomática de los presidentes Fucrnia y Recep Tayyip Erdogan, apelando a los lazos históricos de su pueblo con Rusia y Turquía (combinación de cultura rusa y origen túrquico, como es el caso de los chuvasios, con su propia república dentro de la Federación Rusa).
Precedente peligroso
La condena contra Yevgenia Gutsul sienta un precedente inquietante para la democracia moldava. En un contexto donde las disidencias políticas son judicializadas y las autonomías regionales, criminalizadas, el riesgo de una fractura institucional y territorial se agudiza. La estrategia de lawfare, lejos de resolver las tensiones internas, profundiza la polarización y amenaza con desestabilizar la frágil arquitectura del Estado moldavo.
El caso Gutsul no es solo una disputa legal: es un síntoma de la batalla por el control político y simbólico de Moldavia, un país atrapado entre dos proyectos de civilización: el europeo y el euroasiático. Y en esa batalla, la justicia parece haberse convertido en un arma más.
Su origen
Yevgenia Gutsul tiene 38 años. Nació el 5 de septiembre de 1986 en Etulia, pequeño pueblo gagaúzo ubicado en el extremo sur de lo que por aquel entonces era territorio de la "vieja" Moldavia, una de las quince Repúblicas Socialistas Soviéticas. Mantiene a dicho lugar como su residencia permanente. Antes de las elecciones de 2023, no tenía antecedentes políticos significativos.