Sabemos que para ser libres tenemos siempre que elegir, pues todos llevamos dentro lo bueno y lo malo. Saber elegir es la clave. Desde un comienzo de la vida en este mundo terrenal, este es todo un tema: ¡El Tema! Conforme al desarrollo natural de la vida y en cada tiempo de los tiempos, se nos presenta este dilema.
Claro, pero todo va y viene con tanta velocidad que se nos van terminando los silencios cortos y largos como para ver, pensar, elegir. Es que con tanta agitación casi no nos queda espacio para respirar, descansar y volver a empezar, reconociéndonos y reconociendo todas las diversas circunstancias que se nos presentan en el camino: Yo en el mundo / Yo por y con otros.
Se nos va pasando la vida "casi por encima", por arriba, y quedamos suspendidos en un incomprensible sube y baja, desde adentro de nosotros, con muchas posibilidades de desbarrancar ante la primera dificultad. En este mundo real están los niños, con muy diferentes realidades, con silencios prolongados y un enjambre de preguntas en los estantes de la memoria, sintiéndose aislados y súper acompañados con los pilotos automáticos que les dejamos en las manos para dialogar con botones en aparatos fríos y sin piel cálida y sensible. Parecen más bien objetos que personas que buscan abrazar, conocer y dialogar con voces cercanas.
Con sus sonrisas en los labios y miradas asombradas, escuchando tantas preguntas que ellos tienen para consultar, están en la búsqueda de humanas respuestas que sí encuentran (no todos, por supuesto) en muchos botones preparados para responder. Y es que están viviendo en un mundo que no muestra claros horizontes, escaso de afectos, sin trabajos genuinos, sin límites, con contados momentos de guía personal o grupal, sin tanta posibilidad de ser contenidos, con falta de interacción personal. Temas, todos estos, que han sido muy bien considerados y expuestos por investigadores como la doctora María del Pilar Mallada y Santiago Kovadloff.
El lenguaje entonces se ve resentido, ya que se desarrolla gracias a la interacción de los pequeños con todo el entorno de donde toman los primeros modelos lingüísticos: familia, escuela, sociedad. Por suerte todavía se ven abuelas y padres que cuentan cuentos a sus hijos (en rueda y mirando a los ojos) acercando con alegría contagiosas historias familiares o leyendas cercanas que conectan, con biografías de los propios orígenes (lo folk), como verdadero "hilo" conductor de la vida.
Dice Janer Manila, de la Universidad de Baleares: "Es tan bueno usar el imperfecto porque logra establecer un pacto asombroso entre ficción, irrealidad y verdad, que asombra y anima". Sería como el pensamiento salvaje de Claude Lévi-Strauss, sin bloqueo de la imaginación y sin uso del piloto automático, "perdiendo el hoy perpetuo de la infancia viva" (al decir de Kovadloff).
El camino está abierto, a veces más oscuro, a veces más claro. No desalentar. Sí, pensar, caminando cada vez menos "a tientas", sin imitar solo lo fácil y rápido; leyendo, investigando, dialogando; cuidando de no perder la libertad para pensar, crecer y ser cada uno verdaderamente persona. Alarguemos sonrisas en los jardines, en los patios, en las familias.