Por María Angélica Sabatier (*)
Humedales, acuíferos, bosques, montes naturales todo eso es naturaleza que al servicio de la sociedad está bajo amenaza.
Por María Angélica Sabatier (*)
Imposible pensar en el humedal que habitamos sin poner el punto de partida en el Río Paraná. Hablar del gran río al que miramos cuando crece o baja demasiado, me lleva a Carlos Ramonell, conocido investigador de la UNL en nuestro medio, al que le pido me aporte una reflexión al respecto. Inicia el extenso texto que me remite diciendo: "El Paraná es uno de los grandes ríos del mundo, décimo en caudal, si los ordenáramos según ese parámetro. Comparte con los otros de su tamaño una propiedad común: la de estar formado por un sistema múltiple de cauces, que en este río no sólo se conectan e interrelacionan entre sí, sino también con una miríada de lagunas de diferentes formas y dimensiones, quizás tan variadas como las geometrías y tamaños de sus cursos. Arroyos, riachos, brazos, madrejones, intentan distinguir esa pluralidad alimentada directa o indirectamente por un cauce principal que a veces confundimos con que es, él solo, el río mismo, por la coincidencia de su nombre Paraná. Ni la multiplicidad y originalidad de más topónimos alcanza para completar descripciones que aquellos sustantivos escamotean: arroyo Zanja Brava, riacho Correntoso (y los casi antónimos…) El Manso, Tirapatrás. La lista es extensa".
Me sorprendió un poco el extenso texto de Ramonell, pero en definitiva no tanto porque referirse al Paraná, al humedal por el que trascurre en nuestra zona, a las alteraciones que han ocurrido muchos de sus componentes, da para hablar y escribir mucho. Tampoco me sorprendió que habiéndole pedido una reflexión sobre la Laguna Setúbal, componente que ha mirado con atención particular, arrancara hablando del río que la alimenta. El fundamento está justo en lo que dice a seguir: "Es que el cauce principal sólo es (y ni más ni menos, también) la vía de drenaje más larga y caudalosa de este ancho sistema fluvial, cuyos bordes naturales quedan delineados por las inundaciones periódicas, las formaciones isleñas y una biota que, por siglos y siglos, evolucionó con los cambios propios de este ambiente, siempre de mayor cuantía que los de su continente, llámese éste Pampa, Chaco o esa pluralidad de paisajes que la geografía eurocentrista homogenizó como "Mesopotamia Argentina". Los primeros componentes arriba nombrados (agua, sedimentos y vida) definen la extensión y consistencia del río Paraná; el cuarto, el tiempo (o, mejor, los tiempos) de interacción entre ellos, completan su esencia. En conjunto, subrayan tres atributos sobresalientes de este río: es un sistema enorme e interrelacionado, evoluciona de manera desigual sino a destiempo entre sus partes, y su equilibrio a lo sumo se da en porciones pero siempre es transitorio, de varias décadas como mucho."
Lo resaltado no es por acaso. Aparecen los primeros elementos de un mapa conceptual que permite ir desovillando el problema en torno al cual se sitúan esta y otras reflexiones. Todo o casi todo en materia ambiental tiene como mínimo esta lógica, ligada a una concepción sistémica multi-escalar variable; que obliga a poner la mirada más en las relaciones y su dinámica que en las componentes.
"Traducido en términos de la disciplina en que me especializo (1), es un vasto sistema en el que las erosiones y sedimentaciones carecen de linealidad tanto en espacio como en tiempo, y donde lo constante es el cambio. Si bien existe cierta capacidad de comprender y predecir esos comportamientos con mayor o menor confianza, es claro que lo anterior se da de bruces con las planificaciones y definiciones de intervenciones y obras fluviales que se realizan desde las ciudades ribereñas, donde la percepción de equilibrio se apoya más en lo estático, en lo casi invariable de sus estructuras, sobre todo las de contacto con el río, llamadas 'de protección' o 'defensa', lo que presupone una 'agresión' o 'un ataque' de algo… ¡que ya nos preexistía cuando decidimos instalarnos a su vera!" .
La importancia de esto es significativa porque así es como la media intenta modelar el discurso ciudadano construyendo imágenes distorsionadas que retroalimentan posicionamientos inadecuados, fijaciones sobre la necesidad de controlar a la naturaleza, dominarla y ponerla al servicio de ideaciones apoyadas en la explotación de los recursos naturales aun cuando ello termine por detonar el equilibrio de aquella y amenazar las actividades así concebidas.
"En esa concepción antropocéntrica que fija y simplifica, es común que el río Paraná sea fragmentado. Que se lo descomponga en 'subsistemas' más reducidos, manejables u homogéneos, olvidando incluso el todo cambiante al que pertenecen. Esta es una aproximación válida como ejercicio académico o intelectual de aprendizaje, pero irreal para intervenir en él como pretender que un río es sólo una cantidad de agua que fluye. Varios desaciertos emergen de estas nociones: se draga en sitios con la idea de ser fuentes inagotables de sedimento que se auto-regeneran (río Coronda), o que quedarán como hoyas inocuas (laguna Setúbal), de igual manera que se canaliza la planicie distorsionando los flujos de sus componentes (canal lateral al terraplén vial de la conexión Rosario – Victoria)". Traduciendo, las barrancas del Coronda no se caen solas y el desequilibrio de sedimentos en todo el sistema Leyes-Saladillo-Setúbal Coronda debe ser mirado integralmente, para entender muchos de los procesos que están en pleno desarrollo.
Pero, volvamos al análisis de Carlos Ramonell. "El último caso que menciono repitió unos cien años después la que terminó siendo una de las mayores modificaciones ingenieriles sobre la naturaleza del río en su tramo medio: el canal de acceso al puerto de Santa Fe (2). Los ejemplos siguen: intento de aperturas de cauces que la evolución natural del sistema acondicionó para su cierre (riacho Santa Fe), etc. Afortunadamente, no son tantos; lo preocupante es su persistencia en este siglo. Y aún siendo el siglo en que la naturaleza parece beneficiarse por la generalización de las evaluaciones de impacto ambiental (EIA), en el enorme y pluricentenario Paraná, suelen aplicarse para el sitio/área (puntual) y temporalidad (casi una foto instantánea) en que ocurre la intervención, sin sumar las otras preexistentes del entorno, sus interrelaciones mutuas y (¡casi lo olvido!) de estas con las del río. De nuevo lo fragmentario. Y lo estático"
Lo que está en juego es lo mismo que opera en muchos casos o en la mayoría de ellos. Enfoques reduccionistas, fuertemente funcionalistas, que analizan los problemas por partes, rompiendo la lógica sistémica, desconectando efectos en cascada, fragmentando los impactos ambientales y priorizando usos productivos. Así, humedales, acuíferos, bosques, montes naturales todo eso de la naturaleza que produce servicios a la sociedad está bajo amenaza, lo que obliga a plantear necesariamente nuevos modos de pensar y actuar en materia ambiental. El cambio debe ser construido, y son los ciudadanos los que pueden –y deben- impulsarlo sin descanso y con determinación y persistencia.
(*) Ingeniera en Recursos Hídricos Magíster en Gestión Ambiental. Docente e investigadora FADU-UNL.
(1) La de la formación y transformación de la superficie terrestre o Geomorfología.
(2) Sus menos de 9 km de longitud trasvasan actualmente caudales de agua, sedimentos y demás elementos del cauce principal y el Colastiné hacia el río Coronda, que los redistribuye aguas abajo en más de 30.000 hectáreas de islas y lagunas fluviales adyacentes a su traza. Impensado para quienes concibieron semejante obra cuando el Estado se iniciaba en conocer y monitorear sistemáticamente la física del río, tarea paradojalmente abandonada desde hace tres décadas, prácticamente, en paralelo al incremento mundial en tecnologías y operatividad para mediciones fluviométricas extensivas.
"En esa concepción antropocéntrica que fija y simplifica, es común que el río Paraná sea fragmentado. Que se lo descomponga en 'subsistemas' más reducidos, manejables u homogéneos, olvidando el todo cambiante al que pertenecen".