"El objetivo del arte no es agradar, es intentar encontrar la verdad sobre algo".
Aunque fue por 10 años pareja del famoso pintor español, su vida estuvo marcada por la experimentación y la libertad creativa. En la actualidad, su universo visual se revaloriza como uno de los más singulares del siglo XX.

"El objetivo del arte no es agradar, es intentar encontrar la verdad sobre algo".
En una de las escenas más poéticas de "Sobreviviendo a Picasso" (1996), película dirigida por James Ivory, está Françoise Gilot (Natascha McElhone) viendo trabajar sin pausa al malagueño, asombrada por los mundos que surgen en el lienzo.
"Sería maravilloso estar sola y pintar todo el día" le había dicho un rato antes al que ya era su pareja. Esa secuencia sintetiza algo central: Gilot no era "amante" o "musa" (categorías reduccionistas) sino observadora, crítica, creativa, innovadora. Capaz de mirar el genio, entenderlo y aprender.
Hoy, 26 de noviembre, se cumplen 104 años desde el nacimiento de Gilot. Y cabe recordarla como una artista formidable por derecho propio. Con una carrera de medio siglo, una producción vasta en la que se desprendió de la sombra del creador del Guernica y elevó una voz estética genuina.
Fue una creadora en constante evolución, que comenzó a experimentar con técnicas gráficas desde muy joven y extendió su mirada a la acuarela, la cerámica, el monotipo y el grabado, para construir un lenguaje propio.
Desde que era niña, Gilot se educó bajo una mirada libre: su madre le enseñó acuarelas y tinta china, evitando borradores, para que cada error fuese parte de la obra, no una falla.
Con los años, profundizó su pasión por el grabado. Aprendió aguafuerte y aguatinta. Esa técnica le permitió jugar con las sombras, con tonalidades sutiles, y generar placas que eran mucho más que líneas: eran atmósferas, siluetas flotantes.
En las décadas siguientes, su dedicación por la impresión se diversificó. Trabajó en talleres de París donde hizo litografías y en Nueva York junto con Judith Solodkin, pionera del monotipo.
Sus monotipos (impresiones únicas, fruto de aplicaciones sucesivas de tinta sobre plexiglás, a veces combinadas con fragmentos de viejos grabados o papeles japoneses) son especialmente poderosos.
En esas piezas, Gilot permitía que el azar, la transparencia y la superposición dialoguen: cada pasada de tinta se convertía en un "verso visual".
La creatividad de Gilot no se quedó en papeles estampados o lienzos. Fue una gran curiosa: viajó a Venecia, Senegal e India, y esos viajes, algunos exóticos, alimentaron su obra pictórica, su poesía y sus dibujos.
Publicó una colección de poemas acompañados de ilustraciones, donde se intuía su mirada curiosa, su capacidad de síntesis entre palabra e imagen. También trabajó en vestuario, aportando su sensibilidad plástica al teatro.
Reconocimiento y autonomía
A lo largo de su vida, Gilot recibió numerosos honores. En Francia fue reconocida con la Legión de Honor, la distinción más alta al mérito. Su obra se encuentra en colecciones de prestigio: el Museum of Modern Art (MoMA), el Museo Metropolitano (Met) de Nueva York y el Centro Pompidou de París.
En 2021, su pintura "Paloma à la Guitare" (1965), retrato de su hija, fue subastada por 1,3 millones de dólares, cifra que habla del reconocimiento creciente de su valor artístico.
No se puede hablar de Gilot sin mencionar a Picasso, pero vale la pena recordar cómo ella misma lo describió. "Era quizá un amor intelectual, o un amor físico, pero ciertamente no un amor sentimental. Era amor porque teníamos buenas razones, cada uno de nosotros, para admirar al otro".
Esa frase, dicha al medio inglés The Guardian, demuestra que su vínculo con él no fue pasivo, menos aún sumiso, sino una relación construida también sobre el respeto mutuo, aunque con tensiones muy profundas.
Cuando decidió irse, lo hizo también para preservar su libertad. Luego de separarse, sufrió el ostracismo en las galerías, pero continuó su carrera sin rendirse.
En un momento histórico donde el trabajo de grandes figuras masculinas del arte se reevalúa desde prismas feministas y, Gilot es sinónimo de autonomía: alguien que vivió para pintar, para soñar, para imprimir su propia voz.
Este 26 de noviembre, el intento de estas líneas es que su nombre no sea evocación de otro, sino una celebración de su propia "luminosidad".




