Mónica Ritacca / María Víttori
Fotos: Flavio Raina | Cámara: Juan Víttori
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Para llegar a Los Troncos primero hay que dirigirse a la intersección de Blas Parera y Beruti. Luego, doblar hacia el oeste y atravesar los barrios El Tránsito y Acería. El comienzo de un bulevar, pasando el viejo camino a Esperanza, indica el arribo al barrio. Allí, decenas de bicicletas y motos, de autos y camionetas, y también colectivos de la Línea 1, circulan permanentemente. Es el corazón del barrio, y se nota. Desde el nuevo tramo de la Circunvalación Oeste también puede verse e identificarse con facilidad justamente por el bulevar que lo caracteriza.
Los Troncos es uno de los tantos barrios del cordón oeste de la ciudad. Y decir cordón oeste de la ciudad es decir atraso, postergación; es pensar en necesidades y en un montón de problemas sin resolver que llevan años de existencia. Para conocerlos no hubo que hacer demasiado: están a la vista, y además la misma gente se acercaba de manera espontánea para pedirle al intendente por la reposición de un foco o el arreglo de un bache. También se supo de otros problemas que tiene la jurisdicción, invisibles pero más serios, como son los casos de violencia hacia la mujer y, en menor medida pero igual de preocupante, hacia niños.
Historia
El barrio tiene apenas 34 años de existencia. Debe su origen a las inmobiliarias Alborada y Star que luego de comprar esas tierras realizaron un loteo en 1978 que denominaron Parque Bahía Los Troncos por un proyecto de balneario que había por estar próximo al Salado.
Ramona Ramírez fue una de las primeras vecinas en llegar a la zona, y El Litoral la encontró en la esquina de la escuela Estrada, donde es portera del turno mañana. Contó que vive allí desde que se inició el barrio. “Avenida Beruti no existía. El ingreso a lo que en un primer momento se llamó Parque Bahía Los Troncos era por Gorriti —hoy el límite norte del barrio—. Recuerdo que por entonces, y por un año y medio, no tuvimos energía eléctrica, agua, nada... Todo era campo. Estábamos a un abismo de distancia de la ciudad”.
Con los años, el barrio creció. A las primeras diez familias que lo habitaron primero, se sumaron otras. Luego, comenzaron a llegar algunos servicios y las instituciones, como la escuela primaria José Manuel Estrada y el centro de salud.
Hoy, es un barrio de trabajadores con elevados índices de desocupación. Muchos viven del cirujeo, otros de changas y otros del local comercial que abrieron. También hay quienes tienen un trabajo estable o una buena jubilación.


































