El búnker subterráneo del ex presidente de Irak, Saddam Hussein, increíblemente preservado a pesar de los bombardeos masivos de la aviación norteamericana en 2003, se ha convertido en una atracción turística para los vecinos de la zona verde de Bagdad. Las fuerzas norteamericanas anunciaron que habían arrojado dos bombas de unos 900 kilos contra la edificación que se encontraba encima del búnker, al comenzar la ofensiva en Irak, la noche del 19 de marzo de 2003. Durante los cuatro días siguientes, al menos otras seis bombas fueron lanzadas contra el edificio, cuyo tejado muestra actualmente los boquetes. La onda de las explosiones causó daños enormes en la estructura de este edificio llamado el Palacio Presidencial. Los militares norteamericanos y los visitantes que acuden hoy al lugar se sacan fotos con fondo de cráteres gigantes, restos de acero retorcidos, bloques de cemento y mármol. Los visitantes todavía pueden encontrar trozos de cristales de la araña gigante colgada antaño en el hall principal. A pesar de las destrucciones, gran parte de la estructura de este palacio permanece en pie. Y el búnker subterráneo, enterrado bajo una montaña de escombros, está casi intacto más de 20 años después de que la firma alemana Boswau y Knauer (del grupo Walter Bau-AG) lo construyó a un costo de 66 millones de dólares. Al fondo del búnker, la única luz existente hoy en día es la que aportan las linternas de los visitantes, los únicos ruidos que se oyen son los pasos que resuenan y las gotas de agua que caen de una canalización rota. El sargento norteamericano Patrick McDonald trabaja aquí para una unidad civil y cumple la función de experto del búnker en la zona verde. Aún hoy en día se encuentran rastros de agua pútrida en algunas dependencias'', señala el militar. El dormitorio de Saddam, de talla media, difiere de las otras habitaciones por el color pardo del papel pintado. Una de las últimas imágenes difundidas por la televisión mostraba al mandatario iraquí presidiendo una reunión con sus principales colaboradores en la sala de conferencias de 30 m2 justo antes de que empezara la guerra. Karl Bernd Esser, el arquitecto del búnker, había afirmado por la televisión alemana ZDF, al principio de la intervención norteamericana, que la estructura podía soportar un impacto casi igual al de la bomba de Hiroshima. El búnker, de tres niveles, puede albergar a 250 personas, dicen los responsables norteamericanos, tiene un sistema de ventilación, una gran cocina, y podía proteger de un ataque biológico o químico. Varios generadores, bastante potentes para suministrar hoy en día la electricidad de la zona verde, parecen nuevos. ``El único peligro para Saddam y sus allegados era quedar enterrados'', explica McDonald. ``Pero unos túneles permiten salir cerca del río Tigris'', a 200 metros de distancia, dice. Saddam Hussein utilizó este búnker menos de ocho veces desde su construcción, explica el responsable norteamericano. Sin embargo, el búnker contaba con personal permanente que velaba por la calidad del agua y del aire, y por el buen funcionamiento de los sistemas de electricidad y ventilación. El nuevo Gobierno tendrá que decidir el futuro de estas edificaciones, tan fuertes que será difícil derribarlas totalmente. Fuente: AFP

































