El hallazgo de más cadáveres elevó hoy a 66 la cifra oficial de muertos en los incendios, que han destruido al menos 640 viviendas y arrasado decenas de miles de hectáreas de bosques en el sureño Estado de Victoria, en la peor ola de fuego en Australia en el último cuarto de siglo.
El recuento policial de víctimas ha ido en aumento, en un goteo incesante a lo largo de las últimas horas, a medida que los equipos de rescate logran acceder a los lugares afectados por las llamas, donde han encontrado cuerpos carbonizados en coches y casas.
“El infierno con toda su furia ha visitado a las buenas personas de Victoria en las últimas 24 horas. Es una tragedia para la nación”, dijo hoy el primer ministro australiano, Kevin Rudd, quien recorrió la zona a primera hora de la mañana y anunció un fondo de 10 millones de dólares australianos para los afectados (seis millones de dólares).
La capacidad destructora de los incendios es algo nunca visto en una región acostumbrada a lidiar con los incendios forestales durante el verano.
Evitar la llegada de las llamas a las zonas pobladas fue misión imposible para los miles de bomberos y voluntarios desplegados en todo el Estado, debido al fuerte viento, las altas temperaturas y la inmensidad del terreno afectado por los siniestros.
Así, el fuego convirtió en cenizas las poblaciones de Marysville, unos 100 kilómetros al nordeste de Melbourne, y Kinglake, unos 70 kilómetros al oeste de la anterior, mientras que se registraron víctimas mortales en 18 municipios distintos, desde Bendigo, 158 kilómetros al noroeste de Melbourne, hasta la región de Gippsland, 160 kilómetros al sureste de la capital del Estado.
Comparación
Los afectados compararon la magnitud del desastre con la hasta ahora mayor oleada de incendios vivida en el país, el “Miércoles de Ceniza”, que dejó unos 50 muertos en Victoria y otros 28 en Australia del sur, en febrero de 1983.
“Yo viví el ‘Miércoles de Ceniza’ y creo que esto es posiblemente peor. Todos nuestros conocidos lo han perdido todo y no ha quedado nada en el pueblo”, explicó Raylene Kincaide, residente de la localidad de Narbethong, al noreste de Melbourne.
“El pueblo parecerá Hiroshima, parecerá como (si hubiera caído) una bomba nuclear. Hay animales muertos por toda la carretera”, dijo Chris Harvey, un vecino de Kinglake que perdió su casa.
Miles de bomberos y voluntarios siguen luchando contra el fuego en nueve focos que arden fuera de control en el Estado, donde el calor ha bajado considerablemente.
Aun así, el primer ministro del Estado de Victoria, John Brumby, que también se ha personado en varios de los lugares afectados, advirtió que la situación no es segura y pidió prudencia a los habitantes de la zona.
“Un número importante de incendios muy graves arde fuera de control. Tomará varios días hacerse con la situación”, dijo Brumby, quien teme que el número de víctimas aumente debido al alto número de heridos graves hospitalizados.
Brumby añadió que las condiciones climáticas del sábado fueron las peores de la historia de Australia y acordó con Rudd el envío de efectivos del Ejército para ayudar en las tareas de rescate.
“Van a proporcionar colaboración y logística. Contribuirán con carburante, apoyo logístico, maquinaria pesada, algo de personal y la asistencia en el control de las situaciones muy difíciles”, detalló Brumby.
Mientras tanto, en el Estado vecino de Nueva Gales del Sur arden 53 incendios que han destruido 6.500 hectáreas sin poner en peligro viviendas ni vidas humanas.
Además del fondo del gobierno, cuatro bancos comerciales del país se comprometieron a entregar 3 millones de dólares locales a los afectados (2 millones de dólares estadounidenses) y centenares de personas anónimas realizaron donaciones privadas a un fondo habilitado para tal efecto.


































