Esfuerzo y colaboración constantes. Esos son los cimientos que sostienen al dispensario de Los Troncos. Allí, un grupo de médicos y agentes sanitarios deben enfrentarse todos los días con las dificultades de sectores sin acceso a derechos elementales y con las murallas de un sistema político y judicial que falla a la hora de dar respuestas.
Y esta realidad se les muestra con su cara más brutal: la violencia familiar y de género.
“Los casos de maltrato y de abusos en el barrio son tremendos. Y a ello se le suma muchas veces el abuso de sustancias”, así comienza su relato Claudia Irusta, médica pediatra del centro desde hace quince años. “En Los Troncos, la violencia está instalada más que nada hacia la mujer y se asocia a la prostitución y a la trata de personas”, continúa.
Si bien desde el centro de salud se intenta atender las denuncias de las víctimas, algo que alarma es el aumento de los pedidos de ayuda en los últimos años. Según los cálculos, cinco mujeres por mes se presentan para narrar sus casos, y muchas de ellas lo han hecho más de una vez.
Silvia Zuviría, agente sanitaria, comenta: “El tema de la violencia es muy difícil, principalmente cuando las mujeres están amenazadas, que es con lo que generalmente nos encontramos. Ellas tienen miedo de denunciar, porque si sus parejas van presas quedan sin sustento económico para sus hijos. Es comprensible, aunque no por ello menos duro. Hay que hablar mucho con ellas para que logren salir de esa realidad en la que viven. A veces lleva años”.
Pero lamentablemente el miedo no es la única barrera a sortear para proteger a las víctimas de los maltratos. “Para nosotros la violencia de género es un problema inmanejable que nos genera mucha impotencia porque no hay una estructura a la que uno pueda recurrir, después de las denuncias, en busca de respaldo. La mujer logra alcanzar el coraje para pedir auxilio, pero después tiene que volver a su casa a convivir nuevamente con el golpeador”, lamenta Irusta.
“Nosotros hablamos con ellas, las acompañamos a hacer la denuncia. Pero nuestra ayuda no siempre alcanza. Es necesaria una orden de restricción emitida por un juez para protegerlas del daño provocado por el hombre golpeador. A veces esto se consigue rápido, pero otras no”, explica Zuviría.
“Cuando no se consigue la orden, tratamos de agotar todos los medios a nuestro alcance para ayudarlas. Pero mientras tanto la mujer vuelve a la casa. Es imprescindible que el Estado provea un lugar para que las víctimas puedan sentirse protegidas en ese momento, que es cuando más necesitan contención”, concluye.
Buena voluntad, vocación de ayuda y, sobre todo, compasión. Esto es lo que puede verse en el personal del centro de salud de Los Troncos. Y aunque algunos días el sistema parece jugar en contra del esfuerzo, no abandonan su lucha. “A lo mejor te piden ayuda cinco mujeres, y sólo terminás salvando a una. Pero es valedero, porque al menos rescataste a esa una”, así de simple y así de complejo es el granito de arena de Silvia Zuviría.


































