"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra fuente más inagotable de magia". Albus Dumbledore
A casi 30 años de "La piedra filosofal", la saga de J.K. Rowling volvió a colarse en el ranking de ventas de 2025. ¿Qué buscan hoy los lectores cuando regresan a Hogwarts?.

"Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra fuente más inagotable de magia". Albus Dumbledore
Buscalibre Argentina difundió la lista de los libros más leídos en el país en 2025. Quedó encabezada por "Pensar diferente", de Patricia Jebsen, seguido por "Biopausia", de Gisela Gilbes, ambos de autoayuda. Lo llamativo es que, en tercer lugar, quedó el Estuche Harry Potter Pack 7 Libros.
¿Cómo se puede explicar la vigencia de las aventuras del joven mago inglés, a casi tres décadas de la publicación de "La piedra filosofal"? Vale la pena esbozar algunas hipótesis.
En primer término, cabe pensar que la convivencia de Potter con libros de desarrollo personal dentro del ranking no es tan delirante como parece. Responden a la misma demanda, la búsqueda de sentido en un contexto de incertidumbre.
Mientras la autoayuda promete fórmulas o consignas, la saga de Rowling propone algunas premisas para ver cómo atravesar el conflicto. No hay que olvidar que, incluso en el mundo de los magos, cada decisión tiene consecuencias éticas muy claras.
Uno de los núcleos más potentes de la saga es la construcción de Hogwarts como espacio simbólico. La escuela de magia es como una especie de utopía, un mundo con reglas claras, rituales compartidos y una comunidad sólida.
Así como los "cinéfilos" veteranos suelen insistir en que el lugar que les gustaría es el bar de Rick Blaine en "Casablanca", los lectores juveniles amarían pasar una temporada escolar en el castillo dirigido por Albus Dumbledore.
No es difícil comprender los motivos. En tiempos donde la intemperie social, económica y afectiva es estructural, Hogwarts es un lugar al que siempre se puede volver, donde el orden no es opresivo, sino que contiene.
Ese carácter de "lugar seguro" explica por qué tantos lectores adultos vuelven a la saga y por qué nuevas generaciones siguen entrando a ella. Como le pasaba a Scarlett O’Hara cada vez que volvía a su Tara natal en "Lo que el viento se llevó".
Harry Potter no es un héroe en el sentido clásico. Antes de saber quién es, está excluido. Vive en un placard, es maltratado, no pertenece a esa familia que lo margina. Su historia comienza desde el costado, no en el privilegio.
Esa condición de outsider lo vuelve empático. Harry no quiere el poder, lo padece. Su recorrido es el de alguien que aprende a vivir en un mundo que, al principio, lo desborda.
La saga adopta la estructura clásica del viaje del héroe, pero sin ironía. Rowling cree en el relato, en la posibilidad de distinguir el bien del mal, aún con sus matices.
Voldemort no es un villano tópico. Es la negación del otro, el desprecio por los débiles y la obsesión por la pureza. Harry, como contracara, es la aceptación de la propia vulnerabilidad. Esa oposición vuelve a la saga legible para todas las edades.
Pocas sagas permiten ver crecer a sus personajes con tanta claridad. Harry, Hermione y Ron no son los mismos al final que al principio, el lector tampoco. Los conflictos se vuelven oscuros, las decisiones costosas y las pérdidas irreversibles.
La muerte deja de ser un concepto abstracto. El miedo, la traición y la culpa entran en escena. Esa progresión convierte a la saga en una suerte de reflexión sobre el tiempo, cada libro profundiza una etapa distinta, de la niñez a la adultez.
Aunque muchas veces se la encasille como literatura juvenil, la saga contiene una mirada compleja sobre los vínculos. La amistad aparece como sostén, pero no está idealizada. La familia se construye, se elige, se discute.
Por otra parte, la figura del maestro tiene mucho de ambiguo, como el fray Guillermo de Baskerville que construyó Umberto Eco en "El nombre de la rosa". No es un sabio bonachón, sino alguien que manipula, oculta, calcula, pese a su amor.
Esa malicia introduce una dimensión adulta que desafía lecturas ingenuas y explica por qué la saga resiste a relecturas cada vez más densas.
El mundo de Harry Potter dialoga con una tradición literaria británica que va desde los clásicos hasta la fantasía épica de J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis. Como en "El Señor de los Anillos", el mal es una fuerza que corrompe; como en Narnia, el pasaje entre mundos implica a su vez una transformación moral.
Pero Rowling introduce una diferencia: la épica convive con lo cotidiano. Los exámenes, los celos, las pequeñas miserias juveniles. Harry, Ron, Hermione y sus amigos pueden ser también los nuestros.
A casi 30 años de su aparición, Harry Potter ya es un clásico contemporáneo. Un texto que se resignifica con cada lectura, con cada contexto, con cada lector nuevo. Quizás por eso sigue vendiendo.




