La obra teatral cordobesa “Un punto azul pálido en la oscuridad. Una distopía cercana”, es definida por sus propios hacedores como “una comedia distópica, una telenovela de ciencia ficción, que reflexiona sobre el género, los cuerpos, la tecnología y el ambiente en un futuro devastado”. La puesta, que se presentará en la Sala Marechal del Teatro Municipal (San Martín 2020) este domingo a las 20, cuenta con dramaturgia y dirección de Ariel Dávila y actuaciones de Nadia Budini, Mercedes Coutsiers, Priscila Sansica.
Para Dávila, hay algo en nuestro tiempo que refuerza la representación de una distopía y es el creciente miedo a salir afuera. Foto: Gentileza Tania Pérsico“Un punto azul pálido en la oscuridad” parte de un recurso muy frecuente en novelas y películas, menos visto en teatro al menos en Argentina: la construcción de un futuro que se opone por completo a la noción de utopía (es decir una sociedad en su forma perfecta, ideal y sin fallos) para establecer una mirada sobre problemáticas del presente. En ese futuro, Dávila ubica a Amelia y Bety, quienes forman una familia junto con su hija Alex. El mundo ha sido arrasado por un cataclismo ambiental que las obliga a vivir encerradas, con los consiguientes conflictos. Afuera están los “Sintecho”, marginados que buscan alternativas para sobrevivir en condiciones extremas.
“En ese futuro distópico el afuera está totalmente devastado, no se puede respirar y el sol te quema la piel. Y estos personajes viven encerrados. Se trata de una familia burguesa, que tiene los medios para vivir bien en medio de la hecatombe ecológica. Los Sintecho, son los que no tienen nada, los que tienen que vivir afuera como pueden. Y estos personajes los miran por la ventana y encima los critican. Todo eso está trabajado en un tono de comedia. Pero, en el sustrato, muestra como una crisis ambiental lleva a una sociedad a un escenario de mayor desigualdad”, explicó Ariel Dávila a este medio.
Al pensar la dramaturgia de la obra, Dávila se paró sobre la idea de que el teatro invita a hablar sobre el encierro. “Puede estar relacionado a que, en lo personal, hago muchas experiencias en espacios abiertos. De modo que cuando trabajo en salas, en escenarios por así decirlo, convencionales, el teatro me llama a hablar sobre eso. Es algo que ya me pasaba y se potenció a partir de la pandemia. En realidad, la obra la empezamos a pensar antes de la pandemia y no nos imaginamos que iba a pasar eso”, explicó.
Para Dávila, hay algo en nuestro tiempo que refuerza la representación de una distopía y es el creciente miedo a salir afuera. “Pensamos que el afuera es peligroso. Las ciudades se diseñan cada vez más para que uno salga de su casa, se suba en su auto, se baje en un shopping, vaya al cine, coma, compre algo y vuelva a su casa. Es decir, para que andemos afuera lo menos posible”, manifestó.
En el terreno de las actuaciones, el trabajo del director y las actrices se basó en buscar alternativas para poner de relieve la artificialidad que tenemos los seres humanos y colocar. “Una de las mujeres tiene muchos implantes tecnológicos que afectan tanto su cuerpo como su subjetividad. Otra es la primera mujer que llegó a la luna, pero todos dudan de su identidad. Y la hija ha sido creada casi a diseño, pedida en un mercado donde se puede elegir un hijo a gusto. Desde lo actoral, tratamos de hablar de toda esa artificialidad”.
Al pensar la dramaturgia de la obra, Dávila se paró sobre la idea de que el teatro invita a hablar sobre el encierro. Foto: Gentileza Tania PérsicoLa mirada que Dávila intentó plasmar en su definición del futuro distópico donde se ubica la obra, tiene que ver con lo difícil que se ha vuelto discernir lo natural y lo artificial en las personas. “Somos cyborgs, como dice Donna Haraway. En lugar de decir ‘el celular se queda sin batería’, ya decimos ‘me quedo sin batería’, como si el celular fuera una parte más de nuestra subjetividad. Entonces, la búsqueda actoral pasó por ahí, pero desde un tono de tragicomedia”, finalizó.