El 2025 cierra con la casi inobjetable idea de que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, fue la persona de mayor relevancia en el mundo a lo largo de su primer año de regreso a la Oficina Oval.
El presidente de Estados Unidos estuvo involucrado en la discusión política de Argentina y cuál conflicto a nivel global existe. La motivación por “hacer grande a América de vuelta” y su propio perfil.

El 2025 cierra con la casi inobjetable idea de que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, fue la persona de mayor relevancia en el mundo a lo largo de su primer año de regreso a la Oficina Oval.
La revista Time, quien ya le otorgó el mote de “Persona del año” en 2018 y 2024, opto por elegir un total de ocho empresario que engloban el concepto de la inteligencia artificial para su última edición, pero esto no dejará de posicionar al residente de la Casa Blanca en casi todos los episodios de los últimos meses como un protagonista.
La segunda presidencia de Trump llega con un reforzado concepto de “Make America Great Again” y con una reivindicación de la toma del capitolio como signo de ruptura de las normas democráticas que regían hasta el momento. El merchandising de su Trump Store, con gorras que apuntan a una tercera candidatura no habilitada o a “romper las reglas”, son un indicio de sus conceptos.
Fueron sólo 12 meses, pero la serie de presiones comerciales, injerencias electorales, inyecciones desmedidas de dólares y memes desopilantes en Argentina y gran parte del mundo hacen pensar que ya se atravesó la totalidad de su presidencia. Con 79 años de edad, ya se empiezan a analizar los fantasmas de la salud de Joe Biden en los últimos dos años.
El peso del dólar en la economía mundial y los lazos comerciales hegemónicos de Estados Unidos no están en la cuerda floja, pero si comienzan a ser cuestionados en las cifras y en la intervención de China en mayores frentes económicos. Uno de esos frentes en Latinoamérica.
Con sólo el ejemplo del megapuerto chino en Chancay, Perú, clave para la ruta bioceánica con Brasil entre el Pacífico y el Atlántico, ya se podría dimensionar la preocupación de Washington por lo que sucede en su “patio trasero”; concepto ya deslizado en la Era Biden.
La vieja Doctrina Monroe de “América para los americanos” regresó con fuerza en los últimos meses y sin escrúpulos en el discurso de los principales mandatarios. El caso argentino es el más directo y tiene a Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, como referente principal.
Bessent fue el encargado de entablar la serie de negociaciones con la gestión de Javier Milei para reforzar los lazos económicos, partiendo de una base discursiva y un apoyo firme del hombre de La Libertad Avanza a la figura de Trump desde su campaña electoral. Hasta el momento no se ha firmado concretamente el acuerdo y el panorama actual no posiciona al país lejos de las rúbricas con otros aliados regionales como Ecuador o El Salvador.
Donde sí hubo un peso directo de republicano en Argentina fue en la intervención directa al mercado de cambio, con “compra de pesos” para hacer frente a las futuras deudas y una aparición precisa en la previa a las elecciones legislativas de octubre, donde aquella reunión en la Oficina Oval fue clave para completar el sostenimiento de la imagen oficialista.
Otro espacio donde su aparición en el marco electoral fue directa es Honduras. A días de los comicios presidenciales, Trump apoyó públicamente a “Tito” Asfrulla, candidato opositor; indultó al ex presidente Juan Orlando Hernández, condenado en Estados Unidos por narcotráfico; y adelantó que en caso de seguir en el mando la línea de Zelaya y Castro, no colaboraría en la lucha contra el narcotráfico.
La batalla contra este rubro delictivo en la región viene siendo la principal carta para trazar buenas y malas relaciones. En Ecuador no se logró avanzar con la reforma constitucional para permitir el ingreso de tropas foráneas, pero en El Salvador se trazó un acuerdo de extradición de inmigrantes ilegales o “delincuentes” al sistema carcelario de Nayib Bukele.
El foco más caliente es sin dudas Venezuela. También bajo el pretexto de una supuesta dirección de Nicolás Maduro del llamado Cártel de los Soles, del cuál no hay precisiones respecto a su estructura, ha militarizado las costas del Caribe, firmó permisos con vecinos como Trinidad y Tobago y Guyana y amenazó con intervenir por tierra en caso de que el chavismo no dimita.
Justamente el rol de Guyana no debe tomarse a la ligera. La ex colonia británica sudamericana descubrió importantes yacimientos petrolíferos y mantiene en disputa con los venezolanos el territorio de Guayana - Esequiba, reclamado por Maduro en los últimos meses. La participación de ExxonMobil en Guayana y fuerte interés de Trump no parecen relacionarse exclusivamente con la inseguridad.
La relación con Vladimir Putin, presidente de Rusia, era uno de los interrogantes en enero de este año al momento de la asunción de Trump. Los lazos de su vice J.D. Vance y la buena relación ideológica con Viktor Orban, primer ministro de Hungría y principal aliado del Kremlin en Europa, ponían en tela de juicio si la postura en la guerra de Ucrania lo inclinaría por Kiev.
Con el diario del lunes, parece ser que en la serie de borradores de puntos de paz aprobados por Washington, el principal ganador sería Moscú. Los estadounidenses no sólo plantean la entrega total de los tres grandes territorios en los que lograron incursionar las tropas rusas, sino también una especie de desmilitarización ucraniana y prohibición de acceso a la OTAN.
El aspecto económico puede ser el de más interés para Trump. Se levantarían las sanciones al régimen de Putin y podrían sentarse de vuelta en el G8. Estos elementos le permiten mantener, entre otros aspectos, la venta de energía a naciones de la UE que se mantienen en el espectro de los “euroescépticos”, algo que Donald ve con buenos ojos y lo evidencia con la presión presupuestaria a los europeos dentro de la OTAN.
Los memes y virales
Si algo destaca al personaje Trump son su carisma, bromas e insultos. Los bailes con el puño cerrado volvieron, como así también se hicieron costumbre los diálogos en la puerta del Air Force One, donde nacieron el "están muriendo, señorita" sobre Argentina o el "cállate cerdita" a una periodista incisiva en el caso Epstein. Las burlas a Erdogan en la Oficina Oval o el ritual en la recepción en Indonesia se suman a la otra extensa lista de virales, donde se puede sumar la llamada con Macron en pleno Nueva York ante el corte de tránsito.
La auto adjudicación del mote de "hacedor de paz" o “peacemaker” se asentó en Medio Oriente luego de que Hamás e Israel aceptaran parte de los puntos de paz que había propuesta para el alto el fuego.
A pesar de que la mitad de ellos cuentan con una difusa capacidad de aplicación y las muertes no se frenaron en Franja de Gaza, el estadounidense fue recibido en el Knéset con vítores y solicitó el indulto al primer ministro Benjamin Netanyahu.
Pero este conflicto de antaño no es el único blanco en la mira trumpista. Los acuerdos con Qatar y Arabia Saudita muestran la amplitud del espectro de relaciones del actual presidente estadounidense.
El trato con los países del Golfo pasa principalmente por recibir inversiones y que estas naciones continúen con la diversificación de su capital en suelo extranjero para fortalecer su futuro ante una eventual escasez de recursos y asegurar material de defensa. Qatar firmó 243.500 millones de dólares en mayo y Arabia Saudita se comprometió a aumentar los 600.000 millones de dólares a un billón.
El repaso incluye solo algunos de los tantos países involucrados. La “guerra de los aranceles” disparó en 360° y sería casi inabarcable la totalidad de casos. Sin embargo, lo que sucede en China, Taiwán y el mar Meridional es de lo más relevante en este aspecto.
El drama por la soberanía de la isla y el futuro de la industria de los microchips, la de mayor capital actual por delante de la inteligencia artificial, es el eje del cóctel mortal que puede ser el sudeste asiático.
Trump ha reforzado las relaciones con las nuevas gestiones de Japón y Corea del Sur, realizó visitas a países en desarrollo fuerte como Indonesia, intervino de forma medianamente exitosa en el conflicto de Tailandia con Camboya y avanzó con nuevos ejercicios militares con Filipinas.
El diálogo con Xi Jinping no parece entablarse al 100%, a pesar de haber dejado atrás parte de la discusión arancelaria. La molestia de Beijing por los comentarios de aliados estadounidenses regionales como Japón sobre Taiwán empiezan a poner sobre las cuerdas a Trump, quien deberá jugar con mayor precaución que en otros sectores del planeta.
Dentro de la lista de “guerras terminadas” que se adjudica Trump figura el desparejo, pero resolutivo, acuerdo entre Azerbaiyán y Armenia, que pone momentáneamente fin al conflicto en el Cáucaso.
De por medio, el gas azerí y la ruta por Turquía, como así también el aislamiento a Irán, tientan a Estados Unidos que recibió al propio Recep Tayyip Erdogan en la oficina presidencial este año.




