España: renunció el director del colegio de las gemelas argentinas que saltaron al vacío

Casi un mes después de que las gemelas Leila y Alana (que recientemente había verbalizado su deseo de ser identificada como Iván) tomaran la decisión que terminó con la vida de la segunda, el director del instituto Llobregat de Sallent al que acudían las dos hermanas ha presentado su dimisión. Josep Olivella comunicó su decisión en el transcurso de una reunión del claustro celebrada este martes por la tarde.

La reunión del claustro giró exclusivamente en torno a las dos hermanas que cursaban primero de bachillerato en el centro y que de manera reiterada denunciaron que estaban siendo acosadas por otros alumnos. Un bullying que figura en el primer atestado policial que el grupo de homicidios de los Mossos d’Esquadra de la región policial central envió a la jueza de Manresa que dirige la investigación.

Un trabajo complicado que avanza sin pausa y más ahora que ha cedido la presión mediática y los policías pueden hablar con los testigos sin la angustia de los primeros días. Pero la tensión se reprodujo durante la reunión del martes, que contó con la presencia del inspector del departamento de Educació, Josep Roca, y de la directora de los Servicios Territoriales d’Educació en la Catalunya Central, Gemma Boix.

El director del centro defendió el trabajo que se había hecho, pero admitió que ante la presión “insoportable” sufrida en las últimas semanas había decidido presentar la dimisión. Aún así se comprometió a permanecer en el cargo hasta final de curso.

Amigas y compañeras de Alana y Leila protestaron la semana pasada contra el bullying

Tras el suceso, los responsables del departamento de Educació aseguraron que no había constancia de que las hermanas sufrieran acoso escolar y que por eso no se había activado ninguno de los protocolos previstos. Unas declaraciones que copió el alcalde de Sallent, Oriol Ribalta, que como Educació, señaló en un primer momento “el entorno social” de las menores para buscar explicaciones a la decisión que tomó Alana y que quiso seguir su hermana Leila.

Unas primeras declaraciones desafortunadas que provocaron el malestar de la familia y que los propios alumnos del instituto Llobregat convocaran una concentración primero y una protesta después, exigiendo responsabilidades y un reconocimiento público de que las cosas no se habían hecho bien.

De lo que hizo o no el centro, la tutora y el resto de personas con las que interactuaron las dos hermanas en los últimos tiempos se ocupan los Mossos en una investigación judicial especialmente complicada.

Esta semana los policías tomaron declaración a la madre de las menores. Maia Fortete acudió a la comisaría de los Mossos de Manresa acompañada de su abogado a las diez de la mañana, y estuvo declarando hasta las tres y media. Cinco horas en los que la mujer hilvanó un relato duro, difícil, entrecortado en más de una ocasión por la emoción, la impotencia y las lágrimas, pero imprescindible para los investigadores. En los próximos días le tocará el turno al padre.

Ambos siguen sin separarse del hospital de Sant Joan de Déu, donde permanece ingresada Leila, la otra hija que dejó escrito que no quería morir, pero que tampoco podía dejar sola a su hermana en ese momento.

Los médicos que la cuidan ya le han retirado la respiración asistida, pero sigue con una fuerte dosis de analgésicos para soportar los dolores. Está consciente, reconoce a sus padres, a sus abuelos, pero no sabe nada. Lo importante es que se recupere físicamente, y ya se encargarán los especialistas de fortalecer su interior para gestionar emocionalmente lo ocurrido y la ausencia de su hermana.

Además del relato en sede policial de la madre, los Mossos ya han tomado declaración al director del instituto, Josep Olivella, a la tutora de la menor y a la madre de una de las compañeras de las hermanas. En los próximos días tomaran declaración a tres menores cercanos a las víctimas que tras lo sucedido relataron a los medios de comunicación distintos episodios en los que las hermanas fueron acosadas y humilladas. Así como la manera con la que Alana se encaraba y respondía, para defenderse. Una situación que siempre se solventaba con ella castigada en el Instituto, con frecuentes expulsiones de clase e incluso del centro. Una situación que la joven denunció reiteradamente que era injusta para ella. Y así se lo trasladó a la psicopedagoga del Instituto a la que visitó nada más y nada menos que en 32 ocasiones.