El escenario político argentino se estabiliza mientras Milei enfrenta retos cruciales. Entre alianzas estratégicas y desafíos ideológicos, el futuro político se redefine.

El escenario político empieza a equilibrarse hasta donde la palabra “equilibrio” adquiere algún significado en Argentina. Javier Milei convocó a los gobernadores, sus apariciones públicas fueron moderadas y luego hubo algunos cortocircuitos sin consecuencias letales con Mauricio Macri y la renuncia de Guillermo Francos.
Digamos que el gobierno nacional está bien parado y si bien los desafíos que se le presentan son bravos, hoy dispone de recursos políticos para enfrentarlos. En el futuro inmediato sabremos si Manuel Adorni se aproxima a la altura de Francos y si Diego Santilli ejerce con dignidad su cargo de ministro. Milei por lo pronto deberá afrontar las exigencias de la hora de la verdad.
Ya no es un novato, la representación parlamentaria es fuerte y los respaldos de los factores de poder y de Estados Unidos le abren un campo de acción favorable.
Por más que algunos de sus laderos "extremistas" insisten en la revolución cultural, el inicio de una nueva era y otros chirimbolos teóricos parecidos, nosotros sabemos que en este bendito país los problemas ideológicos no son trágicos, un amplio consenso de la sociedad y la clase dirigente se pronuncian a favor de un país normal, con una economía abierta y un estado de derecho respetable.
Nadie públicamente está a favor de la inflación, la emisión irresponsable o la asfixia tributaria. Incluso hay un respetable y oportuno consenso cultural respecto a la cuestión cambiaria, aunque la relación con el dólar sigue siendo una incógnita inquietante.
Tampoco sé de alguien a favor de un país hambreado con millones de excluidos. Las posibilidades de entendimiento para hacer funcionar el capitalismo con libertad y justicia en estos pagos están abiertas. Lo demás depende de Milei. O de los hermanos Milei para ser más preciso.
La que no es cómoda es la situación de Cristina Fernández de Kirchner. A los problemas internos del peronismo y los indicios de cuestionamientos a su liderazgo, se suman las causas judiciales que se abren a una mujer que ya está cumpliendo una condena con tobillera electrónica incluida.
Muchas veces a Cristina y al kirchnerismo le han extendido certificado de defunción, pero hasta la fecha ha dispuesto de un singular talento para resucitar de entre las cenizas. Ahora sospecho que esas posibilidades se están agotando. Cristina está presa con la posibilidad cierta de que los jueces le sumen más años a la condena.
A ella se suma el rumor de que en el peronismo cada vez son más los compañeros que están un poco hartos de su liderazgo y que no disponen del entusiasmo de otros tiempos para disimular o proteger sus fechorías. El peronismo sin posibilidades de poder y sin propuestas que entusiasme a las masas no es peronismo o es apenas un espectro de lo que fuera en otros tiempos.
Para retornar a sus horas más gloriosas necesita de nuevos liderazgos y de nuevas ideas. Cristina y los kirchneristas no son capaces de darlas pero al mismo tiempo sí aparecen capaces de impedir que a su alrededor ni siquiera crezca el pasto.
Después de las elecciones de octubre el gobierno nacional está disfrutando del mejor momento de su mandato. Todo parece conjugarse a su favor. Incluso su relación con el PRO al cual le está birlando diariamente a dirigentes siempre dispuestos a darle la razón al que dispone del poder.
Santilli será un ministro de Milei y su relación con el PRO es tan lejana como la relación con su última esposa. Siete diputados del PRO decidieron a “la voz de aura” de la jefa Patricia abandonar el vistoso amarillo y pasarse con armas y bagajes a los tonos morados. Convicciones irredentas de quienes se han propuesto estar siempre al lado del poder más allá de nombres y posiciones políticas.
Adorni deberá probar si está a la altura de Francos. Y de Macri nunca se sabrá con certeza si es generoso o ingenuo, manipulador o manipulado, prudente o anacrónico. Lo seguro es que en esta danza y contradanza entre el expresidente y el presidente el beneficiario en toda la línea es Milei. Crece La Libertad Avanza y el PRO se desangra.
Milei gobierna con Patrica Bullrich y Luis Petri, la fórmula completa con la que compitió en 2023. También gobierna y gobernará con Federico Sturzenegger, Luis Caputo y ahora Santilli. No es una coalición, es un saqueo, saqueo al que los que alguna vez estuvieron en el PRO se prestan alegremente.
Todas estas danzas y contradanzas pueden justificarse en nombre de la lógica del poder. En cualquiera de los casos lo que finalmente importará son los resultados, las consecuencias, ese balance que suelen hacer los pueblos incluso antes del balance de los historiadores.
Argentina anda mal. Su malestar se manifiesta desde hace años pero hay justificadas esperanzas de que en algún momento logremos recuperar el camino perdido. Milei y su hermana lo prometen. El apoyo que hasta el día de hoy reciben es a cuenta de esa promesa.
Lo siento por los que piensan en estos términos pero yo no soy tan optimista o no estoy dispuesto a acompañar con tanto entusiasmo a un proyecto político y económico en el que no estoy de acuerdo.
Puede que en esa decisión me traicionen mis prejuicios, mis años, pero puede también que alguna verdad me asista a la hora de criticar a la actual gestión, y criticarla no por un acierto o un error, sino porque me temo que sus fundamentos conducen a una nación más pobre y más injusta.
Me dicen que la ayuda de Estados Unidos será decisiva y ponen como ejemplo la experiencia de Alemania y Japón, protagonistas de verdaderos milagros económicos gracias a la ayuda generosa de los yanquis.
Sospecho de que hay buenos argumentos para explicar la diferencia de lo sucedido en 1945 después de una tragedia mundial y con la ayuda del Plan Marshall con lo que ahora nos está pasando a los argentinos. En todos los casos, lo que diga carece históricamente de importancia porque en definitiva serán los rigores de los hechos los que tendrán la última palabra.
Nueva York a partir de ahora contará con un alcalde socialista, o comunista, como dijera Donald Trump sin vacilar. El hombre se llama Zohran Kwame Mamdani. Tiene treinta y cuatro años, es musulmán nacido en Uganda y de padres indios. Su victoria electoral fue un escándalo para un país que se jacta que el comunismo y el socialismo nunca plantaron raíces en esa tierra.
Para colmo, la victoria de Mamdani se produce en Nueva York, la ciudad vidriera de Estados Unidos en el mundo. Cientos de miles de neoyorquinos, blancos, negros, amarillos, ciudadanos con todos los tonos disponibles, votaron por un candidato que prometió salud, pasajes gratis de colectivo y educación gratuita, además de liberar a los presos de las cárceles y asegurar la felicidad de todo el pueblo.
Algo debe de haber funcionado muy mal en la ciudad de los rascacielos para que un candidato con estos antecedentes y esta facilidad de palabra para hacer promesas dulces de difícil, cuando no imposible, cumplimiento, haya sido votado por una significativa mayoría.
De todos modos, y en homenaje a la memoria, recuerdo que alguna vez el inefable John Wayne dictaminó que Nueva York era un rejuntadero de rojos, una cloaca infecta de intelectuales, maricas, negros ladrones y prostitutas. Pobre Duke. Le dijeron de todo, incluso sus amigos de derecha.
Setenta años después habría motivos para preguntarse hasta dónde el arquetipo del cowboy nacional estaba, para bien o para mal , tan equivocado. Wayne en estos temas era infalible.
Recuerdo que cuando Gary Cooper filmó “A la hora señalada”, y en el momento en que la película recibió los mejores reconocimientos en el mundo del cine, él no tuvo vacilaciones en decir en homenaje a su amigo: “Otra vez el bueno de Gary se dejó engrupir por los comunistas de la costa este”.
En lo personal, juro que “A la hora señalada” la he visto muchas veces y a pesar de todos mis esfuerzos como espectador, no he registrado ninguna celada comunista. Así se lo comenté a un amigo admirador de Wayne y él me tranquilizó diciendo: “Seguí mirando la película…si Duke dijo eso es porque es así…Duke nunca se equivoca”.




