I
El peronismo enfrenta el desafío de redefinir su identidad política tras 80 años de historia, mientras sus estrategias de poder se muestran desgastadas y obsoletas.

I
Karen Reichardt, la glamorosa candidata de La Libertad Avanza por provincia de Buenos Aires, califica a quienes han decidido no votarla a ella o a su jefe de “enfermos mentales”. La frase se matizó con la diferencia entre enfermedad y enfermos, pero matices más matices menos está claro que la descalificación es absoluta, por lo menos en términos políticos lo es.
Al diagnóstico la señora Karen no lo reduce a una persona sino a un colectivo. Y no sigo porque hasta yo tengo miedo a dónde pueden llegar las consecuencias de este singular diagnóstico político propiciado por una candidata de La Libertad Avanza que a decir verdad, no hace màs que repetir la letanía a la que recurre su jefe político..
II
El diagnóstico de Karen es terminante pero no es nuevo. Es más, suele ser el diagnóstico preferido de las dictaduras y de todos los aspirantes a autoritarios que en el mundo han sido. El que no piensa como yo, el que no comparte mis cristalinas es está más loco que una cabra o es un miserable canalla.
Los militares argentinos en 1976, por ejemplo, hablaban de un país enfermo que reclamaba una urgente intervención. La ultraizquierda se embarraba en el mismo charco. Las palabras, conviene insistir, no son inocentes.
Al enfermo hay que internarlo, operarlo y, si es necesario, mutilarlo. Las consecuencias son inapelables. El enfermo o los enfermos pierden la condición de actores políticos. Con ellos no se dialogo, se los encierra o se los interna o algo peor. En todos los casos están fuera de juego.
III
De todos modos el peronismo no debería escandalizarse por estos arrebatos libertarios. El principio de que peronistas somos todos y quien se atreva a disentir con esa verdad sagrada es un antipatria, un cipayo o un chiflado, constituye una de las verdades cardinales del peronismo, suavizada en los últimos años pero siempre latente.
Lo que el peronismo no ha suavizado es la voracidad por el poder. En otros tiempos, esa voracidad se complementaba con alguna certeza acerca de cómo hacer realidad los principios de la patria libre, justa y soberana. Hoy el peronismo aspira al poder porque ese es su instinto, pero la dificultad que se le presenta es que los colmillos del felino están gastados y las garras quebradas.
El peronismo desea el poder, pero salvo anacronismos y consignas oportunistas, no tiene la menor idea de lo que se debe hacer.
IV
Ochenta años del 17 de octubre de 1945. No me consta que haya sido una gesta revolucionaria, pero sí tengo presente que contó con el apoyo decisivo del clero, los milicos, la cana y, de yapa, la embajada inglesa. Por algo la editorial de La Protesta, diario anarquista, calificó a la jornada como “asonada lumpen-policial financiada por The Buenos Aires Herald".
Más de un coronel supuso que el 17 de Octubre fue la versión criolla de La Marcha sobre Roma organizada por el Duce, Benito Mussolini. Vaya uno a saberlo. Lo seguro es que ese día de 1945 se resolvió la interna militar y se lanzó la candidatura del coronel que le daba una salida política al golpe filo fascista del 4 de junio de 1943.
El mito se impuso. Incluso con imágenes propias. Los muchachos refrescándose los pies en la fuente de agua de Plaza de Mayo y las fotos panorámicas de multitudes, fotos que curiosamente no son de 1945, sino de años posteriores, de los años de la fiesta promovida desde el estado. La manipulación de los mitos tienen fecha de vencimiento.
El 17 de Octubre no es la excepción. La supuesta fiesta plebeya de 1945 que liberó a quien ya no estaba preso hoy es una caricatura. Y ochenta años después hay motivos para suponer que el peronismo es el más genuino y consistente partido conservador de Argentina.
V
Creo que se hizo mucho ruido por las declaraciones de Donald Trump acerca de las sanciones que nos corresponderían si llegara a ganar el peronismo. Es muy probable que Trump no tenga la menor idea de las modalidades del proceso electoral del próximo 26 de octubre. Dijo lo que dijo porque le gusta hablar demasiado y opinar gratuitamente bajo el supuesto de que a las palabras se las lleva el viento.
Es muy probable que el presidente yanqui haya supuesto que dentro de diez días en Argentina se elige presidente y Buenos Aires es la capital de Río de Janeiro. Cosa de yanquis que no disponen de demasiado tiempo para enterarse de los detalles menores del patio trasero.
VI
Cuando a Javier Milei le preguntan por qué muchos argentinos no llegamos a fin de mes con nuestros sueldos, responde a través de una pregunta que incluye una respuesta. ¿Quieren que emita, quieren que me endeude, quieren que suba impuestos? Dice, disimulando su impaciencia.
El recurso es tramposo. Si la solución no pasa por emitir, subir impuestos o endeudarse, su obligación es decirnos cuál es el camino, un camino que, obviamente, no incluya el sacrificio de una generación para recibir un sueldo digno en un futuro impreciso.
Homenaje a la memoria. El rey Enrique IV, rey de Francia a fines del siglo XV, declaró que su objetivo como monarca era lograr que todo francés pudiese disponer de una gallina para llevar a su olla. No era comunista ni era keynesiano. Era un monarca absoluto que hace cinco siglos expresaba un deseo fundado en la sensibilidad social.
Hoy ese deseo para un mileísta es un despropósito demagógico; y para un peronista, un recurso demagógico de dudoso cumplimiento.
VII
El parlamento uruguayo aprobó la eutanasia. Voy a escribirlo con palabras más cálidas, más humanistas: "transcurrir dignamente el proceso de morir". Los uruguayos en estos temas suelen estar en la vanguardia. Fueron los primeros en legislar a favor del divorcio a principios del siglo XX.
Ochenta años después el clero y el peronismo salían indignados a la calle con crucifijos, rosarios y promesas de excomuniones a todo el que intentara quebrar el vínculo sagrado del matrimonio. La ley de eutanasua votada en Uruguay es muy clara: el reclamo lo hace el enfermo y lo decide un equipo de profesionales.
El objetivo es impedir una agonía que se parece al martirio o la tortura. No sé si la vida es un don de Dios o un azar de átomos y moléculas, lo que sé, porque lo he visto, que hay gente que sufre demasiado, que se arrastran por una agonía atroz sin esperanzas o ilusiones.
VIII
Insisto que en Medio Oriente existe una tregua. La paz, entendida como un acuerdo a mediano y largo paso de convivencia pacífica entre los habitantes de la región es por ahora un deseo, una fantasía o una esperanza. De todos modos, importa que las armas hayan hecho silencio, que los rehenes hayan recuperado la libertad y que la muerte no sea la exclusiva melodía de esa desdichada región.
Dicho esto, me atribuyo el don de ejercer el arte del escepticismo,una decisión moderada porque, a decir verdad, los que conocemos o nos hemos interesado por los sucesos en Medio Oriente sabemos que no hay motivos que alienten el optimismo.
Que los creyentes eleven oraciones al cielo y los agnósticos invoquen los atributos de la racionalidad, pero en todos los casos ojalá que la tregua que se acaba de lograr con tanto esfuerzo no sea breve.
IX
A María Corina Machado se le reprocha, Adolfo Pérez Esquivel entre otros, que la declaración de Premio Nobel de la Paz no le corresponde, entre otras cosas porque alienta la intervención militar de los yanquis.
El argumento puede que sea atendible aunque pareciera no hacerse cargo de la tragedia de un país flagelado por una narcodictadura que ha recurrido a todas las variables del despotismo y el abuso del poder para sostenerse. El régimen de Nicolás Maduro es impensable sin el respaldo incondicional de militares enriquecidos con el narcotráfico. También es impensable sin siete millones de exiliados.
En ese contexto, la tentación de recurrir a un poder externo para poner punto final a una dictadura es fuerte. Sin ir más lejos, Francisco de Miranda, ya en el siglo XVIII propiciaba la intervención de los ingleses para sacudirse del yugo español.
Y para mencionar experiencias más cercanas les recuerdo a izquierdistas y populistas de corazón tierno que Fidel Castro en Cuba no le hizo asco a la ayuda yanqui para enfrentar a la dictadura de Fulgencio Batista, para no mencionar a los sandinistas que jamás hubieran derrotado a Anastasio Somoza (hijo) sin el apoyo de James Carter.




