El Congreso Constituyente reunido en 1816 en Tucumán tenía dos grandes objetivos. Uno, era declarar la Independencia de las Provincias Unidas. En el Acta de la declaración los congresistas allí reunidos expresaba la voluntad de investirse del alto carácter de una nación libre e independiente de la corona española y por un párrafo que se agregó diez días después, "de toda otra potencia extranjera".
Así, de esa forma, dejan en claro que sus provincias "ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de ésta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama". Era un juramento a tono con la importancia del acto emancipador y bastante diferente a los que nos tienen acostumbrados los funcionarios actuales cuando se comprometen a trabajar por la patria.
El otro objetivo era la redacción de una Constitución, que como bien sabemos recién se logró muchos años después. En el presente que festejamos aquel 9 de Julio, la clase política bien haría en reflexionar y expresar qué les quedó de aquella voluntad patriótica porque hoy asistimos a una desvergonzada muestra de vanidades y violencia. Sin que se les ocurra las ideas necesarias para solucionar los múltiples problemas que enfrenta la gente.
Y creo que también deberían releer la Constitución Nacional, que se escribió para construir lo común, con las coincidencias y discusiones de las preocupaciones públicas, porque me parece que ya es hora de forjar un horizonte compartido. Eso que llaman políticas de estado, superadoras de cada gobierno de turno y de las que la Argentina carece desde hace rato.