"Estamos ante una grabadora que es maestra en su oficio. Un grabado donde la belleza nace del oficio y de la poesía, de la mano y del corazón, de la inteligencia y del amor".
Una exposición de noviembre de 1967 mostró a la entonces joven grabadora en el primer tramo de un camino hacia el reconocimiento. El diario registró aquel encuentro artístico.

"Estamos ante una grabadora que es maestra en su oficio. Un grabado donde la belleza nace del oficio y de la poesía, de la mano y del corazón, de la inteligencia y del amor".
Las palabras anteriores pertenecen al escritor brasileño Jorge Amado, el creador de la famosa novela "Doña Flor y sus dos maridos". Hacen referencia a la artista Zorávia Bettiol.
¿Quién es? Una grabadora pero también tapicera, diseñadora de joyas, dibujante y pintora brasileña, que a sus 90 años es considerada entre las más importantes de su país.
Graduada en el Instituto de Bellas Artes de Porto Alegre, en los 50 fue alumna del escultor Vasco Prado, uno de los escultores más importantes de Brasil con quien estuvo casada.
Uno de los aportes que se valoran en la obra de Zorávia es que integró elementos de la cultura popular. Un ejemplo son los orixás, deidades religiosas de origen africano.
Todo eso lo cruzó con su experiencia europea: en 1968 viajó a Polonia y asistió a la Escuela de Bellas Artes de Varsovia. Influencias que se pudieron observar en las exposiciones y cursos que realizó en las décadas siguientes.
En una entrevista con César Fraga realizada en 2022 y publicada en Extra Classe, la propia artista brindó algunas definiciones que permiten comprender más acabadamente las ambiciones de su labor artística.
"Todos somos, por naturaleza, creativos, pero algunos son capaces de hacer que los ángeles protesten, de poner caballitos en el cielo, de evocar desde los dioses del Olimpo hasta los orixás con la fuerza y la belleza de los colores", dijo.
"También de tener intimidad con la historia, de defender la tierra y los derechos humanos; de estar junto al pueblo no solo porque es donde todo artista debe estar, sino porque solo el pueblo puede hacer el tiempo nuevo", subrayó también.
Lo cual coloca a Bettiol en la corriente de los artistas estimulados por el contexto, por las vivencias cotidianas de la gente de a pie. Ese "estar junto al pueblo" es tan importante como el aprendizaje de las técnicas y su profundización.
En los primeros días de noviembre del año 1967, cuando tenía apenas 32 años, Zoravia expuso un conjunto de grabados en madera en la ciudad, en el Taller de Artes Visuales.
En ese entonces, aunque no había llegado a su formación europea, ya había concretado muestras en su país, en Japón, Uruguay, Argentina, El Salvador y Estados Unidos.
El desembarco de los trabajos de Bettiol en la "cordial", se produjo luego de exponer en Buenos Aires y Córdoba, y se recibió -así lo refleja la prensa de la época- con entusiasmo por parte del público santafesino.
En su edición del jueves 9 de Noviembre de 1967, El Litoral publicó una columna de Jorge Taverna Irigoyen referida a la muestra, en la cual también alude a otra muestra, impulsada por Rosa Renk y Ricardo Bolzicco.
Sobra Bettiol, indicó que "sus series Los enamorados y El Génesis, son demostrativas de una artista de temperamental incisión en quien, paralelamente a la habilidad de distribuir formas sobre un fondo dinámico, resaltan innatas condiciones para la imaginería".
"En tal aspecto, no sería temerario afirmar que Zoravia Bettiol podría ser tan buena tallista o ceramista, como lo es aquí grabadora", remarcó.
"Un fuerte, vital empuje costumbrista (que no "está" tanto en las cosas que se pintan, cuanto en la atmósfera que las rodea) se respira en sus diversos motivos, en el suave color que los contrasta, en la alegre y aparentemente despreocupada organización de sus planos", agregó.
"Esas características son las que, por sobre todo, aparecen nítidas en su serie de "Los enamorados": limpia y fresca como el símbolo mismo, aunque de a ratos, toque sin decaimientos el campo de lo afichesco”, destacó después.
“La serie El Génesis es seguramente de mayor empuje expresivo. Las fuerzas de la tradición bíblica se ven aquí pulsadas con tintas sensibles, dentro de un ingenuismo que, usando de las 'contraformas', suele integrar verdaderos frisos de candente armonía", destacó al final.
La exposición de Zoravia Bettiol es una demostración más de lo que Santa Fe era a fines de los 60 en términos de gestión cultural. Artistas jóvenes, de inmensa proyección, convivían con nombres como Antonio Berni. Algo, sin duda, irrepetible.




