El ex presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic, cuya muerte fue anunciada este sábado por el Tribunal Penal Internacional (TPI) de La Haya, protagonizó en la última década del siglo XX tres guerras que acabaron con la Yugoslavia construida por Josip Broz Tito. Esos conflictos causaron más de 250.000 muertos y entre dos y tres millones de desplazados, destruyeron cientos de ciudades y dejaron un rastro atroz de violaciones, torturas y desapariciones. El líder de Yugoslavia entre 1987 y 2000 era un político cuya silenciosa pero desmedida ambición le hizo llegar a ser interlocutor de la comunidad internacional al mismo tiempo que provocaba la desintegración de la Yugoslavia Movido por un nacionalismo exacerbado y el sueño de crear una Gran Serbia, el llamado ``carnicero de los Balcanes'', no dejó en sus trece años de liderazgo político de enfrentarse a las potencias occidentales. Las guerras de Croacia (1991-95), Bosnia (1992-95) y Kosovo (1998-99), 77 días de bombardeos de la OTAN contra su país en 1999 y las sanciones internacionales no apaciguaron la ambición y arrogancia de Milosevic ni su sueño de construir la Gran Serbia. Después de su llegada a la cárcel de La Haya, donde esperaba ser juzgado a partir del 12 de febrero, Milosevic siguió atribuyendo su salida del poder, en octubre del 2000, a un boicot de las fuerzas extranjeras contrarias a Serbia y a una conspiración interior orquestada por su sucesor, Vojislav Kostunica.































