Ignacio Andrés Amarillo
iamarillo@ellitoral.com
Y sin duda es el más enganchado con la manipulación de la textura sonora: desde las secuencias electrónicas, los samples y loops orgánicos, la reberb espacial en las voces (en especial la propia, uno de sus rasgos característicos, en su aguda etereidad). Pero también en la fusión de lo eléctrico y lo electrónico con el carácter analógico (físico) del dúo/trío de cuerdas (a la histórica cellista Leila Cherro, se suma Pablo Jivotovschii, violinista de la Orquesta Típica Fernández Fierro, y el bajista Lucas Argomedo en un segundo cello en algunas canciones) el glockenspiel que toca el baterista Martín Casado y los más diversos instrumentos/objetos a cargo de Rocío Aristimuño (incluyendo su ya consabido zapateo de bailaora flamenca sobre un entarimado).
Con ese bagaje llegó el artista al Centro Cultural Provincial Paco Urondo: con una puesta despojada, sin las proyecciones de otras veces, bajo un cielo de barras diagonales de luces que debían brillar más que las mismas luces, y una solitaria bombilla incandescente sobre el nido que el solista construye a su alrededor: a un lado sus guitarras, atrás el equipo, a su izquierda sus dispositivos electrónicos y al frente el micrófono, los monitores y la tablet con las letras.
Climas
Desde un fondo de ruido blanco (o algo así como el soplido del zonda en las orejas), y del Kaoss Pad a las cuerdas arrancó “Tu nombre y el mío” (el primer tema de su primer disco, una década atrás), en una versión extendida y onírica. Y de un sample “de una voz que si no es la de Ofra Haza le pega en el palo” se desprendió “Por donde vayan tus pies”, primer contrapunto con las voces de Rocío y la cellista Leila Cherro (en Mundo Anfibio grabó Hilda Lizarazu).
Con ellas y con una cetácea guitarra de Carli Arístide más interludio de cuerdas se sumergió en “Perdón”, terminando en un arreglo final de voces. De ahí a “Pluma” (que anunció como parte de “Ese asunto de la ventana”, aunque está en “39º”), una muestra de la paleta de recursos del solista, capaz de crear varios climas en cada canción. Con “Anfibio” y “Pozo” creció en intensidad, ésa que puso en su último trabajo quizás como modo de trascender la cima alcanzada con “Las crónicas del viento”.
“Azúcar del Estero” llegó entre arpegios, construido como balada en tiempo de chacarera: es uno de los temas que no fallan, que arrancan suspiros en la platea, que coreó aquello de No te dejes más vencer/al alma hay que darle de comer/un poco de azúcar del estero/un poco de risa y caramelos”.
“Lobofobia” fue un “cambio de frente” (ya que estamos en clima mundialista, metamos una metáfora futbolera) para darle el pase a “How Long”, con un largo y épico final entre la guitarra de Lisandro y el zapateo de Rocío, con crescendo y lejanía, para que se cierre el telón de la primera parte.
Solo y acompañado
Y el telón se abrió de nuevo con el mántrico sample que abre “La última prosa”, melancolía de día lluvioso devenida en música. Y de ahí al ritmo de chacarera de “Mi memoria”, para arrancarle algunos coros al público.
Solo, con la guitarra acústica de 12 cuerdas, arremetió con “Avenida Alcorta”, de Gustavo Cerati, como aperitivo a “Para vestirte hoy”, con la banda a pleno caminando sobre el beat electrónico. Nuevo crescendo en intensidad, con las rockeras guitarras y los gritos tribales de “Elefantes”.
Después de presentar a la banda, Lisandro se abocó a las orquestaciones de “Green-Lover”, con su contrapunto con las voces de las chicas y Casado. Oleada romántica que se continuó con “En mí”, con la guitarra filosa de Arístide, y se redobló con “Plug del Sur”, con la voz de Lisandro navegando sobre los coros y las cuerdas, levantando después con la sección rítmica y el solo con e-bow en la primera guitarra.
Ahí llegó la primera despedida, pero con un regreso en solitario con “Canción de amor” (con riesgo de prolapso en la sala). Y ahí nomás se sumó toda la banda para arremeter con un vigoroso arreglo de “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, impulsado por las cuerdas y acompañado por las palmas. “Buenas noches, Santa Fe, muchas gracias por todo”, saludo y telón abajo.
Afuera esperaba un frío digno de Viedma, y la realidad de la noche del miércoles. Después de volar durante dos horas, a todos se les hizo difícil volver a la tierra.



































