En un laboratorio alejado de los torneos online, un videojuego de 1993 se convirtió en una inesperada herramienta de neurociencia. Se trata de Doom, el icónico shooter que ahora es parte de un experimento en el que ratas entrenadas lograron no solo desplazarse dentro del entorno virtual, sino también disparar contra enemigos en pantalla.
La iniciativa, desarrollada por el neuroingeniero Viktor Tóth, no nació como una broma viral, aunque parezca. El objetivo original fue estudiar cómo un cerebro no humano procesa y reacciona frente a espacios tridimensionales digitales. La respuesta, en parte, la dieron tres roedores: John, Carmack y Tom.
El sistema se basa en sensores externos y recompensas, sin implantes cerebralesRatas gamers: cómo empezó todo
El experimento arrancó en 2021 y desde entonces evolucionó en complejidad. Las primeras pruebas se centraron en lograr que las ratas se movieran en entornos simulados. Para eso, Tóth diseñó una cinta de correr esférica: al avanzar sobre ella, el movimiento se traducía en desplazamiento dentro del juego.
Cada paso correcto se premiaba con una gota de agua azucarada. Si chocaban con una pared virtual, un soplido de aire en el hocico indicaba el error. En poco tiempo, los animales comenzaron a reconocer patrones y a moverse con mayor precisión.
La elección de Doom no fue casual. Su motor gráfico es liviano, modificable y sus reglas son simples. Esto facilitó la adaptación del entorno para el experimento sin necesidad de crear un videojuego desde cero.
Ahora también disparan
La última actualización del sistema incluyó una pantalla curva envolvente y un mecanismo físico para disparar. Cuando aparece un enemigo, el dispositivo eleva ligeramente al animal: si inclina la cabeza en cierto ángulo, activa un sensor que actúa como gatillo. El disparo ocurre, y el enemigo virtual cae.
Todo el proceso se ejecuta sin implantes ni interfaces cerebrales invasivas. La tecnología se basa en sensores externos, detección de movimiento y reforzamiento positivo. El avance demuestra que los animales pueden ejecutar múltiples acciones concretas dentro de un entorno digital coherente.
Doom fue elegido por su simpleza y por ser altamente modificable para entornos de prueba¿Juegan o simplemente reaccionan?
Que una rata dispare en Doom no significa que entienda qué está pasando. No conoce las reglas, ni sabe que hay demonios, ni comprende que está “jugando”. Lo que sí logra es asociar una secuencia física con un resultado en pantalla. Para la ciencia, eso ya es enorme.
La investigación no busca entretenimiento, sino sentar bases para futuros estudios sobre percepción, aprendizaje y respuesta motriz en cerebros animales. El hecho de que ahora el sistema permita acciones diferenciadas marca un nuevo piso para este tipo de ensayos.
Doom, un clásico que no deja de sorprender
Desde su lanzamiento en 1993, Doom sigue apareciendo en proyectos insólitos. Ya corrió en calculadoras, hojas de Excel, bacterias y ahora también en roedores entrenados. Su código abierto y su arquitectura flexible lo convierten en un campo de pruebas ideal para desarrollos científicos.
Detrás de la imagen llamativa de una rata gamer disparando en primera persona, hay una línea de investigación seria y rigurosa. Porque cuando la tecnología deja de ser el límite, lo que define el futuro son las preguntas que nos animamos a hacernos.