Vivaldi y Piazzolla dialogan sobre el escenario

En 1721, Antonio Vivaldi compuso en Italia las cuatro obras paradigmáticas de su carrera como compositor y, definitivamente, parte del repertorio más famoso de la historia: “Las cuatro estaciones”. En este ciclo de cuatro conciertos para violín y orquesta se puede apreciar cómo se representa el paso del tiempo a través de los paisajes sonoros naturales de una forma programática.

Ese concepto fue canonizado posteriormente por diversos compositores pero no fue hasta 250 años más tarde, y un océano de distancia, que Ástor Piazzolla volvería a resignificar las cuatro estaciones, esta vez con un paisaje más propio de la Argentina. “Las cuatro estaciones porteñas” de Piazzolla no sólo evocan el paso del tiempo y los ciclos naturales sino que, además, expresan las emociones propias del devenir cotidiano en quienes transitan dichas estaciones.

En esta ocasión, la Camerata Rosario junto al solista en violín Elías Gurevich (primer violín de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón, concertino adjunto de la Camerata Bariloche, integrante del Dúo Schvartz-Gurevich), y con la dirección de Danisa Alesandroni (Orquesta Académica de la Municipalidad de Rosario, Banda Sinfónica Municipal de San Lorenzo, Camerata Rosario, Ensamble Kaparilo, Orquesta de Cámara de la UNL), interpretarán estas ocho piezas icónicas de forma intercalada, generando así el diálogo entre Vivaldi y Piazzolla. Será el próximo viernes 21 de julio, a las 21, en Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020, Santa Fe).

Alesandroni, figura joven y femenina de la dirección orquestal, dialogó con Nosotros sobre las particularidades de cada obra, el arreglo que las unifica, y las particularidades de su trabajo en nuestro país.

Arreglo unificado

-¿Cómo surgió la idea de llevar adelante este diálogo entre las “Estaciones” de Vivaldi y las “Estaciones porteñas” de Piazzolla, una obra que es tributaria de la anterior en cuanto a inspiración?

-En primer lugar, desde el lado de Piazzolla hay una inspiración en Vivaldi, al querer hacer justamente las Estaciones porteñas; aunque no fueron compuestas como hizo Vivaldi, que hizo una después de la otra como una sola obra; el caso de que Piazzolla fue componiendo en distintas ocasiones cada una de las Estaciones. Pero claramente él, también proviniendo de familia italiana, sin dudas que quiso hacer un diálogo, un reflejo, mirando hacia Vivaldi.

Muchos años después un compositor ruso hizo un arreglo que es el que proponemos, en el que se van intercalando las piezas de Vivaldi (tal cual como han sido escritas) con los tangos de Piazzolla, pero con algunas pequeñas citas y unos guiños que hacen a la música de Vivaldi. De esa manera es que se va tejiendo esta música, intercalando Vivaldi con Piazzolla.

-¿Quién es el compositor?

-Leonid Desyátnikov, un arreglador ruso evidentemente muy amante de la música tanto de Vivaldi como de Piazzolla. Se suele hacer frecuentemente, porque hace un diálogo muy lindo. De hecho va intercalando, por ejemplo, el Verano de Vivaldi con el Invierno de Piazzolla; porque la idea está en jugar con que en cada hemisferio está sucediendo lo opuesto: mientras que en el norte está el verano en el sur está el invierno.

-El principio y el final son con las respectivas Primaveras: como el cierre de un ciclo.

-Claro: vamos haciendo así toda la vuelta, y terminamos con la Primavera acá en Argentina (risas).

Academia popular

-Ese arreglo permite también es tener como el mismo orgánico para ambas obras.

-Claro. En realidad, las piezas porteñas todas para cuerda, y recién al final aparece una sorpresa: se vuelve invitar a participar al clavicémbalo, que antes estuvo tocando todo el tiempo las piezas de Vivaldi.

-¿Qué desafíos les planteó, a la Camerata Rosario y a vos como directora en particular, abordar este programa?

-Una de las cosas más difíciles es pasar rápidamente de un género a otro: la música barroca tiene su código, su manera de desenvolverse, y el tango es otra cosa diferente; aunque como decíamos recién aparecen citas, pero están presentadas dentro del género tango. Entonces tenemos que andar cambiando el chip permanentemente (risas), en este diálogo que se genera entre música barroca y algo mucho más actual y de música popular como es el tango.

-Si bien Piazzolla trabajaba el formato de la fuga, y venía de esa tradición.

-Sí, por supuesto.

-La Camerata Rosario es un grupo que está centrado habitualmente en la música argentina del siglo XX.

-Sí, igualmente siempre coqueteamos con la idea de ir caminando por el borde de la música latinoamericana, por ahí más de orden académico, pero siempre hay un dejo folclórico. Siempre estamos en esa zona gris.

Obras descriptivas

-¿Qué destacarías como puntos salientes de cada una de estas obras?

-Creo que ambos intentaron pintar un paisaje: es muy visual toda esta música. En el caso de Vivaldi, directamente escribe unos poemas para acompañar esta música; y se toma el trabajo en la partitura de poner arriba de cada compás “acá ladra el perro”; “esto son truenos”. Así, súper específico; incluso si uno pudiera ir viéndolo con la partitura, es increíble como suena eso: cada elemento que él imaginó suena tal cual.

-Un adelantado a la música programática.

-Totalmente: es como una banda sonora lo que hizo, es impresionante.

Piazzolla no escribe un texto, pero también muestra... quizás no tanto un paisaje, sino la manera en la que vivimos en Argentina cada clima: el Verano porteño es una cosa pesada, que no pasa, es húmedo: una cosa densa; mientras que el Invierno es más nostálgico. En el caso del Invierno de Vivaldi es una cosa más tormentosa.

Entonces tienen sus diferencias, y creo que rescatar lo que nos quieren decir de cada uno de sus países, y lo que ellos quieren representar, me parece que es lo más interesante de toda esta música.

-Sus países y sus tiempos, porque Piazzolla es una cosa urbana, lejos de todo bucolismo que podría tener Vivaldi.

-Totalmente. Es interesante, porque no es solamente el diálogo de algo antiguo con algo moderno: Vivaldi piensa en la campiña, en la montaña, habla del pastor y las ovejas. Y Piazzolla compone en Buenos Aires, en una ciudad súper urbanizada. Hay mucho diálogo del norte, del sur: mucho contraste.

Solista de lujo

-¿Cómo surge esta colaboración con Elías Gurevich como solista invitado, cómo es trabajar un programa tan exigente con un solista con el que no se trabaja todos los días?

-Este concierto lo hicimos que el año pasado con un solista argentino que reside en España, Pablo Griggio; y cuando quisimos volver a hacerlo este año tuvimos que salir a buscar un nuevo solista. Elías es una figura muy querida por la región, que viaja mucho a Rosario, a Santa Fe a tocar; nos tiramos un lance, debo decir, porque es el primer violín de la Filarmónica del Teatro Colón, era una figura muy alta para nosotros.

Pero le escribimos, y no solamente el niveles es altísimo en su calidad profesional, sino también en su calidad humana: enseguida se enganchó, nos dijo que sí; muchos de los chicos de la Camerata hicieron cursos con él. Una persona exquisita, un amor de persona.

Se sumó a esta propuesta, le gustó porque nos decía que hacía mucho que no tocaba Vivaldi; tienen esas cosas las Estaciones de Vivaldi: son una música súper conocida, pero no se hacen tanto en concierto. Cuando se enganchó con esa propuesta empezamos a trabajar mucho hablándonos por teléfono, mandándonos mails, marcando cosas: “¿Qué te parece hacer esto con tal presión?”; mandándonos la partitura escrita. Ya hemos hecho también algunas encuentros personales, para compartir más de cerca; así que ahí estuvimos afinando todo lo que tenemos que trabajar próximamente, ya en ensayo con la Camerata y el solista juntos.

Crecimiento personal

-Ya no sos una promesa, sino que sos uno de los nombres jóvenes de la dirección orquestal en la Argentina, y una referente de las directoras mujeres. ¿Hacia dónde va tu carrera como directora, o hacia dónde te gustaría que vaya?

-Gracias por el halago. Es difícil la proyección de la dirección orquestal acá en Argentina, porque no tenemos muchas orquestas; hay mucho que uno genera ad hoc, como la Camerata, que es un proyecto que nosotros formamos individualmente, no depende de ninguna institución estatal.

Creo que el anhelo de cualquier director es poder tener la posibilidad de trabajar con una orquesta sinfónica: principalmente nos formamos para eso. De todas maneras, disfruto cada proyecto que se me va dando: personalmente me encanta trabajar con la Camerata, con otros proyectos que he dirigido, de música contemporánea. ¿A dónde me veo? No lo sé, realmente, es difícil; pero se van me abriendo las puertas de a poco. Me parece importante siempre estar listo para agarrar cada posibilidad que surja. Así que siempre preparándose, estudiando, formándose. Y bueno, veremos que depara el destino.