Por Susana Persello
Por Susana Persello
Recreo cumple 135 años. Quienes transcurrimos la mayor parte de nuestras vidas en Recreo, nuestro lugar, hemos sido testigos de sus cambios, su evolución y su crecimiento.
Seguramente sucede con aquellos que tienen la dicha de permanecer y arraigarse, desarrollando todos sus proyectos desde y hacia ese punto vital que es el hogar que habitaron desde su niñez, aquí o en cualquier lugar del mundo. Pienso que es una elección del hombre libre, natural e inherente a su condición, ese rasgo ancestral del arraigo.
Mientras corren los años y estamos ocupados en nuestras cosas, poco a poco caemos en la cuenta de que ya no somos los habitantes de un pueblo y su colonia donde todos nos conocemos, tampoco hay sólo una parte céntrica y una plaza.
A un lado y otro de la Ruta 11, el eje que nos ubica y ayuda a la identidad geográfica, hay barrios poblados con gente que emigró de otros sitios y eligió este lugar para vivir.
La parroquia San Miguel tiene varias Capillas para atender a tantos feligreses, y otros cultos también multiplican sus templos.
Vemos la mayoría de las calles asfaltadas, nuevas empresas, sucursales de comercios importantes, clubes e instituciones en pleno movimiento, escuelas públicas y privadas con la capacidad al límite. La infraestructura y logística adecuándose a la nueva realidad demográfica.
Es cierto, no es más el pueblo nuestro Recreo de antes. Es una ciudad desde el año 2004. Aunque nos cueste -permítaseme el plural para incorporar a quienes comparten estas reflexiones- aceptar y adaptarnos, debemos reconocer que el crecimiento siempre es bueno.
El desarrollo de una comunidad es comparable al de una persona, así como pasamos de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez, Recreo ha pasado las sucesivas etapas hasta llegar a ser lo que es, y con un prometedor futuro. Lo que debería asegurarse es que ese crecimiento sea ordenado, cuidado y armónico para garantizar una buena calidad de vida.
Más allá de las nostalgias de un pasado pueblerino, tranquilo y pintoresco, que nos permitía reconocernos con una identidad definida, guardemos atesorada esa historia para que la conozcan las generaciones nuevas.
Lo mejor que puede esperarse es que construyan la propia sin renunciar a los valores permanentes que dignifican al hombre y lo enaltecen, y que amen su lugar, nuestro lugar, este pedazo de cielo y tierra que nos alberga.
Recreo, la ciudad que amamos.




