I
El acuerdo comercial con Estados Unidos genera expectativas en Argentina, aunque el contexto histórico y político suscita comparaciones y críticas.

I
Se están dando los primeros pasos de un acuerdo de cooperación bilateral entre Argentina y Estados Unidos en materia de comercio e inversiones.
Importa destacar lo de los primeros pasos, o lo de la letra chica, porque sospecho que lo más importante aún no lo conocemos, y hasta es posible que los propios firmantes aún no tengan el panorama del todo despejado. Interesa saber, para empezar a hablar, que no se trata de un acuerdo de libre comercio, porque esa facultad le pertenece al Mercosur.
Para el gobierno argentino, estamos ante una de las mejores noticias de nuestra historia, pero para la oposición peronista lo sucedido recuerda el pacto Roca-Runciman, calificado por los nacionalistas de los años treinta como el "estatuto legal del coloniaje". Habrá que ver.
Por lo pronto, las comparaciones fuera de contexto no sirven, como tampoco sirven las declaraciones estilo jingle publicitario al que suele ser tan afín el gobierno. Podemos admitir que efectivamente se trata de una buena noticia que el gobierno de Trump acceda a bajar los aranceles. Algunos aranceles.
De todos modos, si vamos a creer en ciertas informaciones profesionales, Argentina asume doce compromisos mientras que Estados Unidos se limita a uno. Después hay seis compromisos conjuntos.
Digamos que la cancha está un poquito inclinada a favor de Estados Unidos. Una aclaración es pertinente para despejar malos entendidos, mala fe y venta de espejitos de colores: son acuerdos comerciales entre naciones, no son acciones de beneficencia. Hay motivos para pensar que en estos acuerdos habrá ganadores y perdedores.
El problema es por cuánto se gana o por cuánto se pierde. Después, a la hora de los detalles, tengamos presente que si bien acá el gobierno puede darse el lujo de puentear al Congreso, en Estados Unidos esas facilidades Trump no las dispone, como tampoco decide de manera concluyente a la hora de orquestar los poderosos e implacables lobbys económicos.
Como broche de oro, nunca olvidemos que un porcentaje de estas negociaciones dependen del humor del señor Trump, buen humor que por el momento está garantizado porque no hay presidente en el mundo que adule al presidente yanqui como Milei.
II
Ninguna nación en la historia ha ejercido labores de beneficencia. También importa saber que la teoría del presidente amigo o amigote del otro puede mejorar el clima, pero no es lo que decide a la hora de los acuerdos. Milei puede viajar una, cien o mil veces a Estados Unidos, pero no serán esas aficiones turísticas las que decidan en las cuestiones de fondo.
Mucho menos sus sesiones con los exponentes más rancios de la ultraderecha internacional. Tampoco creo que los problemas que nos aquejan en materia de reservas y banda cambiaria tengan que ver con la acechanza inminente del comunismo. ¿Se referirá al kirchnerismo? ¿A Cristina? ¿A Myriam Bregman? No lo sé pero me suena algo exagerado la aprehensión, cuando no algo ridícula.
Tan ridicula como la denuncia de Cristina acerca de la tortura a la que fueron sometidos los empresarios para declarar en contra de ella. Convengamos que en materia de lenguaje los índices inflacionarios están cada vez más descontrolados. Cristina dice lo que dice, mientras Milei no vacila en asegurar que dentro de veinte años seremos la primera potencia del mundo.
III
Estados Unidos esta semana firmó acuerdos comerciales con nosotros, con Guatemala, Ecuador y El Salvador. Y más allá del continente, firmó un pacto pampa con Pakistán. Bienvenido el acuerdo, pero está claro que no somos una excepción. Incluso, mientras escribo esta nota, leo que se acaba de formalizar un acuerdo con Suiza.
No dispongo de información acerca del monto de estos acuerdos, pero sí sabemos que el comercio entre Argentina y los yanquis es bajo, según datos confiables no supera los 6.500 millones de dólares. No sé qué sucede con el sector privado, pero nunca perdamos de vista que nuestras exportaciones suman alrededor de 70 mil millones de dólares.
Bajo, bajo, bajo. Pero por ahora lo seguro es que existe un acuerdo o, para ser más preciso, el marco de un acuerdo. Esta es todita la verdad, a pesar de la insistencia de Milei en acusar a los periodistas de mentirosos. También es verdad que en este marco de acuerdo, está presente la competencia estratégica de Estados Unidos con China.
En homenaje a la discreción, China no está nombrada, pero cuando se menciona a las “tierras raras”, o se advierte acerca del comercio con países con regímenes laborales semi esclavistas, no hace falta ser el inspector Clouzot para saber de quién estamos hablando.
No sé por qué se me ocurre que los comunistas chinos en este tema no tienen la más mínima duda que detrás de todo este palabrerío está la mano peluda y codiciosa del Tío Sam. Motivos tienen para recelar. Hay un presidente en Estados Unidos que amenazó quedarse con Groenlandia o llegó a extorsionar a Ucrania por los mismos motivos, es decir, las hasta ahora extravagantes "tierras raras".
Dicho sea de paso: en el mundo, China dispone del ochenta por ciento de estas "tierras raras", las que a los yanquis les importan porque estos misteriosos minerales tan difícil de extraer parecen ser decisivos a la hora de articular las relaciones entre Silicon Valley y el complejo militar.
IV
Hablando de dimensiones en escala planetaria, podemos decir que el denominado juicio “de los cuadernos” es el más importante del mundo, tan importante que la sesiones van a durar alrededor de cuatro o cinco años, una bagatela en un país como el nuestro donde el juicio que mantiene entre rejas o en prisión domiciliaria a la compañera Cristina duró tres años y medio.
El juicio de “los cuadernos”, efectivamente dispone de ribetes sensacionalistas. Políticos, funcionarios, empresarios, comprometidos hasta las manos en los negociados con la obra pública.
Como para darle una mano a la jefa del movimiento nacional y popular, su contador, el contador de la familia, Víctor Santamaría, ratificó declaraciones en la que no dice nada que no sepamos acerca de ella, es decir, que hizo méritos necesarios para ser la jefa de una asociación ilícita o, para evitar compromisos jurídicos, la jefa de una banda de coimeros. Insisto: no hay lugar para el asombro.
¿O alguien puede sorprenderse, por ejemplo, que la compañera residente en San José 1111 sea, desde el vamos, acusada de haber sido protagonista de unos cuarenta sobornos que suman algo así como siete millones de dólares?




