Rogelio Alaniz
Se podrá decir que murió en su ley; se podrá decir que hay que respetar su pasión y su martirio; se podrá decir también que quien a hierro mata a hierro muere. En lo personal, su muerte no me alegra porque por principio ninguna muerte me alegra, pero está claro que no voy a derramar ninguna lágrima porque, en Paquistán, un fanático religioso cuyas posiciones políticas en Occidente hubieran sido calificadas, sin vacilaciones, de extrema derecha haya muerto en su ley y en su palacio.
La noticia, de todos modos, fue celebrada en Occidente, o en lo que convencionalmente aceptamos como Occidente. Pero seguramente para amplios sectores del mundo árabe, el hombre que murió en su guarida de Pakistán es un héroe, un guerrero de la causa del Corán, y su muerte se transforma en un excelente pretexto para convertirlo en un mito.
Si mal no conozco el mundo en que vivimos, Bin Laden reúne todas las condiciones para adquirir estatura de leyenda: muerte trágica a mano de los poderosos, enemigo jurado de los poderes establecidos y oráculo de una causa que reclama todo o nada. El bandido, el terrorista o el asesino será el héroe, el mártir y el predicador a imitar y seguir. Como se dice en estos casos: ojalá me equivoque.
No todos los musulmanes se entusiasmarán con él, muchos incluso respirarán aliviados porque Estados Unidos hizo lo que ellos no se animaban a hacer, pero sería un error desconocer el efecto que estos acontecimientos producen en la imaginación de las masas. Por lo pronto, los dirigentes de Hamas ya han expresado su solidaridad con la supuesta víctima. No han faltado los que protestaron por la intromisión armada yanqui en Pakistán.¿Cuántos más lo harán en público y cuántos más lo harán en voz baja?
En Occidente es muy probable que la izquierda y los grupos nacionalistas reivindiquen las proezas del nuevo Espartaco con más o menos entusiasmo. Creo, conociendo el paño, que los principales dirigentes de la izquierda europea, la misma que odia a Israel y a Estados Unidos, para ser leal con sus convicciones, protestará por la muerte del líder tercermundista. Los más escrupulosos preferirán hacer silencio, no decir una palabra sobre Bin Laden, pero descargarán todas sus baterías retóricas contra quienes lo mataron, “el imperialismo y sus secuaces locales”.
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