Roberto Maurer (Periodista jubilado)
Roberto Maurer (Periodista jubilado)
Tomo agua de la canilla porque creo en Aguas Santafesinas. Esa confianza ya no es la misma: me cobraron tres veces la misma factura porque apareció en tres ocasiones en la página del home banking del banco donde se abonan servicios. Me comuniqué con la sección de atención al cliente de Aguas y me respondieron que debía acudir personalmente a sus oficinas con la documentación o esperar dos meses la acreditación. Días después volví a llamar para saber si tenía que pagar el nuevo bimestre y me repitieron que concurriera a las oficinas. En su defecto, ahora debía esperar un año. No pude hablar con el supervisor, Matías Caffarela, que me mandó a decir que me quejara ante el Ente Regulador. O a Magoya, lo mismo. En Aguas te empoman y nadie pide disculpas u ofrece explicaciones de sus errores.
El Estado se equivoca y exige que el cliente, un anciano decrépito en este caso, acuda a sus instalaciones en el verano santafesino, saque número y espere en una cola de veinte personas. A pesar de que el Estado posee toda la información necesaria para corregir un error, el suyo, y solucionar un problema que se puede resolver por internet a través de la página que Aguas posee o por teléfono, en lugar de obligar a los ancianos decrépitos a concurrir a sus dependencias. Ante tanta inoperancia, ahora miro la canilla y dudo.
Fui a las oficinas de Aguas a dejar la documentación y se me explicó que hubo reformas, que una nueva sección se encargaría de estudiar mi caso. Y que ya no existían cuentas a nombre de los usuarios, según entendí. Es decir, la antigua herramienta de la cuenta corriente, usada por los mercaderes de la Edad Media y hoy por el FMI y los almacenes de barrio, con sus débitos y créditos según el noble principio de la partida doble, habría sido superada por nuestra empresa provincial.
Se me sugirió que el error había sido mío, y de víctima yo pasé a ser culpable. Lo admito y me asumo como boludo, pero el Estado debería hacerse cargo de que los boludos existen y también son argentinos.
Puede interpretarse que Aguas me reclamó tres veces a través de la banca internet una misma factura con lo cual yo estaría en condiciones de demandar indemnización según la ley 24.240 de Defensa del Consumidor, pero no lo haré porque prefiero permanecer lejos de los abogados.
Finalmente me resultó chocante el vocabulario que utilizan los empleados de Aguas. Para decir que tienen registrado el pago usan la palabra ‘impacto‘, que más bien pertenece al vocabulario del periodismo deportivo y la crónica policial. ‘Sus pagos ya impactaron’, dicen ellos, como si uno los hubiera tiroteado, sólo para indicar que tienen registrados los pagos. Son expresiones desconocidas para el buen decir de las ciencias de la administración. Y han reemplazado el habla coloquial por una jerga de asesinos y policías que confunden al usuario común.
Como consuelo, las damas y el custodio que atienden en el salón de calle La Rioja prodigan un trato exquisito al usuario, lo reconozco.
El Estado posee toda la información necesaria para corregir un error, el suyo, y solucionar un problema que se puede resolver por internet a través de la página que Aguas posee o por teléfono, en lugar de obligar a los ciudadanos a concurrir a sus dependencias.
Me resultó chocante el vocabulario que utilizan los empleados de Aguas. Para decir que tienen registrado el pago usan la palabra ‘impacto’, que más bien pertenece al vocabulario del periodismo deportivo y la crónica policial.