Por Bárbara Korol
Por Bárbara Korol
Me cuesta levantarme de la cama... Los días están calurosos y quiero disfrutar de la frescura matutina que me envuelve entre las sábanas. Sé que no puedo alargar este momento. Tengo tantas cosas para hacer... Las frutas silvestres ya están madurando y las mejores mermeladas se hacen en esta época. Lo ideal es cosecharlas antes de que el sol nos castigue despiadadamente con su energía abrasadora. Afuera escucho el piar de los pollitos que se pasean por los contornos de la casa. Me llaman. Tienen hambre. A pesar de eso sigo remoloneando un rato más. Recuerdo que tengo que ir al pueblo para buscar libros de la Biblioteca, y que quiero hacer un flan casero en el horno de adobe. Además, preciso terminar de revocar una pared y ya me queda poca mezcla de barro. Es lindo construir tu hogar con tus propias manos, ver como un sueño se va creando, transformando, concretando. La construcción natural te permite romper estructuras y líneas, usar materiales diversos, reciclar. A veces te divierte y a veces te abruma. Con los ojos cerrados, respiro suavemente. En silencio agradezco esta plácida existencia donde el viento hace bailar cipreses, coihues y ñires; las aves musicalizan el tiempo, y lo cotidiano tiene un sabor fantástico y original que acompaña mi intima soledad. Pienso en mis afectos tan lejanos y tan extraños. Temo que la distancia consiga desdibujar y desvanecer sentimientos arcaicos. Por momentos me percibo como un recuerdo que se esfuma y se convierte en nube efímera y remota. Soy como el personaje de una fantasía que ama a seres que viven en otra dimensión, en una realidad paralela y esquiva. Mientras mi gata se acurruca conmigo y ronronea dichosa, ruego que mi amor llegue lejos, que consiga atravesar la grieta del olvido, que pueda retener esa magia que retorna en mil abrazos y sonrisas. Con un atisbo de alegría me desperezo la nostalgia y junto coraje para levantarme. Voy a la cocina a preparar unos mates, y pruebo una cucharada de dulce de leche como cuando era chica. Ese deleite me reconforta y recarga mi alma de emociones placenteras. Sospecho que hoy será una jornada intensa... espero que el destino me sorprenda.
Pienso en mis afectos tan lejanos y tan extraños. Temo que la distancia consiga desdibujar y desvanecer sentimientos arcaicos.
Ruego que mi amor llegue lejos, que consiga atravesar la grieta del olvido, que pueda retener esa magia que retorna en mil abrazos y sonrisas.




