Por Emerio Agretti
politica@ellitoral.com
“Yo no me la creo, nunca me la creí ni pienso hacerlo. Sin él, sin su inconmensurable valentía y coraje, sin las cosas a las que él se atrevió, hubiera sido imposible llegar hasta aquí”. “Quiero convocar a todos los argentinos a la unidad nacional, a que no nos distraigan con enfrentamientos inútiles. Muchos de los que tienen micrófono hablan de las instituciones pero todos los días las demuelen un poquito”, dijo.
Yo, él, nosotros (todos), ellos (los otros). Con un puñado de pronombres, la presidenta definió la forma en que concibe su poder y otorgó un carácter inclusivo a su futura gestión, aunque sin dejar de mencionar -y con ello, implícitamente excluir- a quienes se ubican en el frente adversario. La naturaleza de la inclusividad prevista para todos los demás, en tanto, osciló entre la convocatoria amplia y generosa a una construcción colectiva que trascienda los límites de una gestión, y la amistosa intimación a adherir a los postulados políticos consagrados de manera contundente por las urnas.
“Tenemos que pensar un país diferente, donde el que venga construya sobre el que ya hizo y lo hizo bien”, contemporizó, y subrayó la palabra “continuidad”, inscripta en el contexto de “un proyecto político y de país”, pero que a los oídos de muchos de sus interlocutores seguramente tuvo una connotación más literal y partidariamente acotada.
¿Sin re-reelección?
La apelación al proyecto re-reeleccionista, de hecho, se hizo explícita en los cánticos con los que la mandataria dialogó durante todo su discurso. Pero, aunque no mereció un rechazo expreso, pareció quedar descartada por la exteriorización de una íntima voluntad -que, en todo caso, se compadece con la carencia de los dos tercios parlamentarios requeridos para propiciar la reforma constitucional-: “no quiero más nada, a mí no me mueve ninguna ambición”, subrayó. Y, a mayor abundamiento: “Soy una mujer de 58 años -que los tengo-, que milita desde muy joven: he llegado a lugares que en mi vida pensé que podía llegar. No solamente tuve el honor de ser la primera mujer electa presidenta sino que también tengo el honor de ser la primera mujer reelecta presidenta. Mi compañero fue presidente”.
Y Néstor Kirchner, cuyo nombre sólo quedó expresado en los cánticos y pancartas de la multitud, y contenido en la siempre emocionada alusión a “Él”, fue la referencia que acudió una y otra vez a apuntalar el discurso presidencial y cargarlo de significación. La misma que se derramó sobre el final, en el abrazo a sus hijos, nuera e incluso la novia de Amado Boudou, en el hotel Intercontinental y antes de salir a saludar por primera vez a la Plaza de Mayo.
Apelación
El diálogo también se repitió como una constante en toda la alocución: en la apelación -emotiva pero sobre todo ideológica- al ex presidente fallecido, en la enumeración de los “compañeros” presidentes latinoamericanos que la llamaron o la iban a llamar -en contraste con el que “ya no me puede llamar más”-, en el saludo de y a los líderes opositores -con cariñosa pero firme amonestación a la barra que dirigió silbidos a Macri y Binner-, en la convocatoria a “los 40 millones de argentinos”.
“No seamos pequeñitos, en la victoria siempre hay que ser más grande, más generoso y más agradecido”, acuñó, a despecho de lo que parecían ser los sentimientos que primaban en el masivo auditorio y en una formulación cuyo encabezamiento parece tener destino de leyenda para remeras.
“Siento la inmensa responsabilidad de conducir al país a vivir una historia distinta a la que vivimos en los últimos 200 años”, sintetizó, y pidió a quienes no se sumen a su proyecto que “discutan sobre hechos o realidades. Y si esos hechos pueden mejorarse, nos digan cómo hacerlo”.
En este marco, admitió que hay “minorías, poderosas pero minorías”, y consideró entonces que “depende de las grandes mayorías, conformadas por los trabajadores, por las clases medias, no ser desviadas en el camino y hacer fracasar proyectos”.
Esas mismas minorías a las que, por las dudas, invitó a “reconocer que cuando una sociedad se expresa y decide en elecciones libres, esa decisión debe ser respetada”.
































