“Lorena es madre soltera, el padre de su hija huyó al saberla embarazada y ella se aferró a esa niña como si fuera una tabla de salvación de la que no logra desasirse desde hace ya 10 años… A Marcelo lo echaron de la oficina, inesperadamente, tiene síntomas depresivos que no se atiende y, mientras su mujer trabaja en un negocio familiar, él procura tener cerca a sus hijos de 7 y 9 años, como para sentirse acompañado… Marta y Julio se separaron cuando Sofía y Fausto tenían 5 años y, hasta el día de hoy, ninguno de los dos pierde la oportunidad de ponerse en víctima y hablar del otro en malos términos, cuando alguno de los mellizos pregunta por qué decidieron no estar más juntos… El matrimonio de Paula y Tomás fue bastante bueno durante mucho tiempo, hasta que los celos empezaron a provocar problemas y, entonces, como resultado de una búsqueda explícita que perseguía la intención de mantenerlos unidos, llegó Milagros. Concebida 6 años atrás, para salvar la pareja de sus padres, Mili no sólo fue usada en aquel entonces sino que hoy, en pleno proceso de divorcio, tanto su madre como su padre la hacen compartir la cama con cada uno de ellos porque quieren evitar la angustia de sentirse solos…
Suele suceder en casos de padres solteros, depresivos, separados o divorciándose… Dolidos, angustiados, resentidos e inestables se apoyan en los hijos usándolos como principal fuente de sostén emocional. Como muleta y chupete”.
Tanto un objeto como el otro tienen por finalidad ayudar, contribuyendo al logro de algo: mantenerse erguido para poder trasladarse y tranquilizar para adormecerse. Cualquier persona que ha pasado o transcurre una situación dolorosa precisa mantenerse en pie y estar calmo… para seguir adelante. Pero no a costa del hijo.
La madurez y el equilibrio emocional son indispensables a la hora de criar un hijo, tanto como conservar la distancia generacional y hacer un correcto ejercicio de los roles. Si alguna de estas condiciones no está presente, la consecuencia ineludible es problematizar a los hijos.
El niño cuya razón de existencia es mitigar las turbaciones y aquietar las alteraciones del ánimo de los padres, está condenado al estancamiento psíquico-emocional; a la inseguridad y a la infelicidad. Padres heridos que se apoyan en sus hijos crean un vínculo asentado en la vulnerabilidad que, quizás, pueda servirles de un sosiego momentáneo, pero para los hijos implica una carga demasiado difícil de sostener. La inversión de roles dentro de una familia es nefasta de por sí, pero entre padres e hijos es inadmisible. Es el padre quien debe hacerse cargo del hijo y no a la inversa. El hijo es responsabilidad del padre y no al revés.
Tener un hijo es la decisión más importante que un hombre y una mujer han de tomar, cuando eligen formar una familia, y deben hacerlo desde la concientización de que traerán al mundo un ser independiente y con una vida propia que deberán modelar dentro de un marco de sanidad.
Muleta, chupete, bastón ni osito de peluche. A fin de no engendrar pensionados emocionales, es necesario que ambos padres, desde el mismo momento de la concepción, tengan en claro que quien llegará en algunos meses, y para siempre, no será un amigo ni un compañero de vida sino un hijo al cual amar, cuidar y proteger, sin usarlo para sosegar las propias dolencias.