Jueves 14.9.2023
/Última actualización 12:39
“ Los niños tenían que escribir una composición para leer ante sus compañeros y padres. Llegado el momento, y luciendo unos hermosos vestidos que la mamá les había confeccionado con una tela que había comprado para hacerse un vestido para ella, Mary y Laura se sentaron en sus lugares en el salón. Luego de las lecturas de varios compañeros, Laura pasó al frente, tímidamente, y parándose de frente a todos, desdobló la hoja de papel que tenía en sus manos. La miró abierta, tragó en seco y empezó a hablar, dirigiendo su mirada a los presentes y en escasas ocasiones regresándola al papel. Hablaba acerca de su madre (su hermana Mary había escrito acerca del padre) cuyo rostro, a poco de empezar a escucharla, evidenció claramente una mezcla de satisfacción por lo que su hija estaba diciendo y de vergüenza al darse cuenta de que eso no era lo que estaba escrito en el papel. Luego de las felicitaciones y los aplausos, salieron de la escuela. La familia se reunió al pie de la escalera y Laura se alejó, cabizbaja. Al percatarse de esto, la mamá fue tras ella.
- Lo que dijiste fue muy hermoso – aseguró Caroline - Lo guardaré como recuerdo mientras viva. Pero eso no es lo que escribiste en el papel, ¿verdad?
- Es lo que hubiera escrito de poderlo hacer – le respondió Laura, con lágrimas en los ojos.
- Pero no era una composición – afirmó la madre.
- No, mamá… - Mientras Caroline desplegaba la hoja y leía lo que había escrito, la niña agregó - .Creo que debería entregárselo a la señorita Beadle.
Luego de que la madre asintiera, ambas entraron al salón tomadas de la mano.
- Señora Ingalls, usted y su esposo deben estar muy orgullosos de sus hijas hoy – declaró Eva cuando las tuvo frente al escritorio y, dirigiéndose a Laura, agregó - .
Dijiste una de las mejores composiciones que he oído jamás.
- Laura quiere que vea su papel, señorita Beadle – le dijo Caroline.
La maestra lo tomó, lo desplegó y leyó en silencio. Había sólo cuatro oraciones cortas escritas en él. Emocionada casi hasta las lágrimas, alzó la vista y habló, alternando la mirada entre una y otra.
- Laura ha mejorado bastante en gramática, pero tiene que corregir un poco su escritura. Creo que si trabaja un poco más, cuando termine el año también en eso habrá mejorado.
Compartiendo amplias sonrisas y ojos brillosos por la emoción con la maestra y el padre al fondo del salón, testigo de la situación, Laura y su mamá se retiraron, nuevamente tomadas de la mano.
La historia termina con un pensamiento de la niña, haciendo alusión a que la madre les dijo que conservaría las composiciones de ambas hijas y las guardaría en una caja muy especial donde atesoraba sus libros, su vestido de bodas y todo lo que más amaba pero que, aún si no las guardara, ninguno de ellos podría olvidar jamás aquel día…”.
Este relato es de un capítulo de la serie “La familia Ingalls”, de 1974. Casi cinco décadas atrás y cuánto podemos observar respecto a los cambios, ¿verdad?… Son muchas las voces que hablan acerca de que lo de antes caducó, prescribió o, simplemente, “no va más”. ¿Por qué? Porque parece ser más viable, por “moderno”, romper lo hecho con el propósito de oponerse, contradecir, contrariar y transgredir, “jugándola de libres”.
En esta situación tenemos una niña que ama a su madre, que se posiciona frente a otros y resuelve con su discurso oral lo que no logró por escrito, que luego reconoce ante la madre que no hizo lo que debía y decide por sí sola aclararlo frente a la maestra; tenemos una madre que se emociona ante las palabras de la hija y que, al darse cuenta de la situación, la acompaña para reconocerlo ante ella y ante la docente; tenemos una maestra que valora la actitud de su alumna y, sin desmerecerla ni sancionarla por lo que no hizo, valora lo que sí hizo y la alienta a mejorar; y tenemos un padre presente que acompaña la situación a distancia, emocionado por el orgullo.
Que el tiempo pasa no sólo es inevitable sino también indiscutible, pero jamás deberíamos permitir que la educación en el amor y los valores morales se conviertan en algo arcaico, porque de nada vale hacernos los modernos si eso nos aleja de ser personas de bien.
(*) Psicopedagoga, M.P. Nº 279.L.I.F.8.