El 11 de mayo de 1927, hace 98 años, falleció en Francia Juan Gris. Español de origen, es visto en perspectiva como uno de los pintores más rigurosos del llamado movimiento cubista.
El artista español hizo del cubismo una forma de pensar. Por eso su obra todavía sigue siendo una fuente de inspiración para artistas, diseñadores y creadores visuales.

El 11 de mayo de 1927, hace 98 años, falleció en Francia Juan Gris. Español de origen, es visto en perspectiva como uno de los pintores más rigurosos del llamado movimiento cubista.
Nacido en Madrid en 1887 como José Victoriano González-Pérez, se trasladó a París en 1906. Fue parte de la marea de artistas que llegó a la capital francesa a principios del siglo pasado, atraída por su efervescencia.
Allí se sumó a la bohemia de Montmartre, donde se hizo amigo de Pablo Picasso, con quien compartió un horizonte común: cambiar la pintura a través del cubismo.
Miguel Calvo Santos recuerda que "en esos primeros años parisinos subsiste dibujando para pequeñas publicaciones y en 1910 se mete de lleno en la pintura".
"Se dedica entre otras cosas -sigue Calvo Santos- a trabajar la técnica del papier collé, es decir, recortes de cartón y papel, que se pegan sobre el lienzo para combinarse con el pigmento. Esa fue su marca de identidad".
Gris retrató a Picasso en una imagen que muestra al malagueño en forma fragmentada. Una apropiación consciente del lenguaje que ambos venían explorando: la disolución del objeto en planos y el juego representación/abstracción.
Pero Gris no era un imitador. Si Picasso y Braque fueron los inventores del cubismo, Gris fue el "sistematizador". Llevó la técnica a un plano de síntesis y claridad formal.
Pintado en 1913, "El fumador" es una cumbre del cubismo sintético, fase del movimiento que integra elementos de la realidad dentro de la fragmentación geométrica.
En esta obra, Gris compone la figura de un hombre que fuma, formado por planos entrelazados que conservan cierta legibilidad del cuerpo. La influencia de Picasso es notoria.
La especialista Paloma Alarcó señala que "a dominante oblicua de la parte superior, que nos remite a las ‘cabezas’ de Picasso, contrasta con la solidez y frontalidad de la parte inferior, en la que los hombros y el cuello dan una gran estabilidad a la composición".
"Para sugerir profundidad, Gris presenta la figura desde distintos puntos de vista, lo que hace que algunas de sus partes sean difíciles de reconocer. La nota discordante de este estudiado orden geométrico la ofrece la línea sinuosa del humo del cigarro", agrega Alarcó.
"Tal vez en esta obra, Gris siguió la premisa que explicitó: "cuanto más una imagen está basada en algo corriente o vulgar, más fuerza y más poesía tiene".
Juan Gris desarrolló una estética precisa, casi arquitectónica, en la que cada elemento parece estar medido y pensado con exactitud.
A diferencia de Picasso y Braque, cuya gestualidad puede leerse en la textura del pincel, Gris prefiere la pulcritud, la transparencia del trazo y la armonía compositiva.
Logra un equilibrio sutil entre lo figurativo y lo abstracto, permitiendo que el espectador reconozca formas pero también se adentre en la construcción visual.
Paloma Esteban Leal lo sintetiza al analizar una de sus obras. "En su empeño por añadir un componente de sensualidad a sus obras, Gris resuelve incluir en un mismo cuadro, y en estricto código cubista, la representación del interior de un estudio y las vistas urbanas del exterior del mismo", dice.
Y añade que "nace así un género inédito, aún para el adelantado ingenio de Picasso, que no lo abordará sino algunos años después: la naturaleza muerta ante una ventana abierta".
Por otro lado, Gris incorpora etiquetas y papeles impresos, dando pie a una variante del collage que anticipa el diseño gráfico y la estética del ensamblaje.
Aunque desarrolló casi toda su obra en Francia, Gris mantuvo viva su identidad española, que aparece en sus naturalezas muertas, sus guitarras, sus paletas ibéricas.
En una época donde el nacionalismo cultural estaba en tensión con la internacionalización del arte, fue un puente sutil entre la tradición visual española y la modernidad europea.
Su temprana muerte a los 40 años truncó una carrera que podría haber seguido abriendo caminos entre arte y ciencia, entre percepción y pensamiento. En plena era digital, vale la pena revisar la obra de Juan Gris. Y revalorizar su búsqueda de síntesis, sentido del ritmo visual y vocación por integrar arte y razón.




