“Del pueblo, recibo la fuerza y la inspiración. A él todo le debo”.
Exiliados, sótanos, donaciones y silencios rodean a una obra supuestamente creada por el reconocido artista Cándido Portinari, que nunca logró una autenticación definitiva.

“Del pueblo, recibo la fuerza y la inspiración. A él todo le debo”.
Hay artistas plásticos cuya obra crece con el tiempo, como si cada año le agregase nuevas capas de sentido a sus trabajos. Entre los argentinos, Antonio Berni es un caso paradigmático. En el hermano país de Brasil, lo es Cándido Portinari.
Pintor fundamental del siglo XX latinoamericano, su nombre está asociado a la dignidad de los olvidados, a la tierra trabajada hasta el agotamiento y a un drama humano que, desde Brasil, se volvió universal.
En los años 90, sin embargo, Portinari volvió al centro de la escena por una polémica: la aparición en Estados Unidos de un supuesto retrato de Eva Perón atribuido a su autoría. Otra figura polémica y asociada a los menos favorecidos.
La historia del artista y la controversia del cuadro se cruzan como dos líneas en tensión: la del creador comprometido con el pueblo y la de un objeto artístico envuelto en los misterios de la política y, por qué no, de la propia lógica del mercado.
Cándido Portinari nació el 29 de diciembre de 1903 en en el estado de São Paulo, en el seno de una familia humilde que había emigrado a Brasil tiempo atrás. Descendiente de italianos, creció en un paisaje que luego sería su materia pictórica: la campiña paulista, la tierra del trabajo rural.
A los 15 años se trasladó a Río de Janeiro donde comenzó a dedicarse al retrato y a formarse dentro de los cánones académicos. Aquella base clásica sería luego tensionada por una búsqueda personal que lo llevaría a construir un estilo donde lo brasileño sería fundamental.
En 1928 obtuvo una beca que le permitió viajar por Europa. París fue decisivo. A su regreso a Brasil, Portinari dejó de mirar hacia afuera y empezó a observar con intensidad la vida cotidiana de su país.
La pintura de Portinari armoniza la abstracción europea con los paisajes y las gentes del Brasil profundo. Sus temas regionalistas se plasman en un dibujo capaz de convertir escenas locales en alegorías universales.
En sus cuadros aparecen "la tierra púrpura, la campiña paulista, los árboles calcinados, los niños y sus barriletes, las chozas diseminadas por las colinas, las mujeres de pechos pesados y piernas macizas", como describió la escritora María Rosa Oliver, frente a un "mundo vital pero desamparado".
Esa mirada no es neutra. Como subraya Aracy Amaral, en Portinari hay una constante ética. "El sentido de la conmiseración humana es un punto recurrente en su temática. La preocupación en retratar al pueblo abandonado, pobre, entregado a su suerte lo acompaña de manera punzante".
En ese punto, el diálogo con la pintura europea es explícito. Ivo de Mesquita lo explica con claridad cuando da cuenta del impacto del Guernica de Picasso sobre Portinari.
Portinari gozó de reconocimiento en vida. En la década de 1930 consolidó su reputación con exposiciones individuales. El punto culminante llegó en 1940, cuando el MoMA de Nueva York presentó la muestra "Portinari of Brazil", una exposición individual que lo consagró a escala internacional.
Murió en 1962, con apenas 59 años, envenenado por las tintas de colores, tras una vida dedicada al arte y luego de finalizar su obra monumental "Guerra y paz", síntesis ética y estética de su trayectoria.
En enero de 1997, el diario La Nación dio cuenta de una noticia que generó impacto. El Museo de Artes y Ciencias de Daytona Beach, en Florida, había revelado el descubrimiento de un cuadro hasta entonces desconocido, atribuido a Portinari.
La obra llamó la atención porque sería el único retrato posado de Eva Perón. Según el museo, Portinari lo habría pintado en 1940, a pedido del asistente de Evita, cuando ella tenía 21 años y comenzaba a tener éxito como cantante de radio.
Gary Libby, director del museo, afirmó que el cuadro sería "el único para el cual posó Evita y el único retrato autorizado". Según su relato, Portinari retrató a Eva sin joyas y con el cabello suelto, apoyada en la baranda de su departamento de Buenos Aires.
"Todo indica que Portinari terminó el cuadro en una única tarde", sostuvo Libby. El director explicó además que la obra llegó a Estados Unidos con una familia peronista exiliada en Miami en los 60, que luego se vio obligada a venderla a Anderson Bouchelle, quien la donó al museo en 1991.
El cuadro permaneció guardado en un sótano hasta su incorporación a la muestra permanente.
La exhibición duró poco. La familia del pintor, según el Jornal do Brasil, cuestionó la autenticidad de la tela y el museo suspendió su presentación. João Cândido Portinari, hijo del artista y responsable del Proyecto Portinari, fue tajante. Sostuvo que la pintura probablemente era una falsificación y reclamó pruebas.
Desde hacía 18 años dedicado a catalogar la obra de su padre, agregó un dato clave: Portinari no habría estado en la Argentina antes de 1947, cuando se autoexilió para huir de la persecución a los comunistas en Brasil.
Folha de São Paulo sumó más contradicciones. En 1940, Eva Duarte aún era morocha, no rubia como aparece en el supuesto retrato. Evita se tiñó de rubio recién en 1944 para la película "La cabalgata del circo".
Además, João Cândido recordó que su padre realizaba retratos a partir de fotografías, como los de Getúlio Vargas o Rui Barbosa y puso en duda que hubiera retratado a alguien del círculo peronista.
Es que, según explicó, "Portinari era un militante comunista y las personas con las que se relacionaba en la Argentina y en Uruguay eran todas de izquierda".
Una investigación reveló que, de los casi 600 retratos pintados por el artista, 243 corresponden a mujeres y que todos los realizados en 1940 están debidamente documentados. El supuesto retrato de Eva Perón no figura entre ellos.
Así, la pintura quedó suspendida en una zona ambigua: demasiado atractiva para ser ignorada, demasiado frágil para ser aceptada sin reservas. El museo de Daytona Beach, mientras tanto, recibió ofertas de casas de subastas y coleccionistas de todo el mundo, aunque aseguró que la obra no estaba a la venta.
La polémica del retrato de Eva Perón revela hasta qué punto la obra de Portinari sigue siendo territorio sensible, atravesado por la historia, la ideología y el deseo. Pero también que su legado excede cualquier controversia puntual. Pintó el dolor y la dignidad de los pueblos latinoamericanos con una fuerza que aún interpela.




