Hay historias que merecen ser contadas más de una vez, porque detrás de cada minuto en la cancha hay años de esfuerzo, sacrificio y sueños que se niegan a apagarse. La de Lucas Andersson es una de ellas.
Debutó en la elite del básquetbol argentino, nada menos que ante Boca. Un producto genuino de un club con gran tradición en el básquetbol santafesino y del país, como Almagro de Esperanza.

Hay historias que merecen ser contadas más de una vez, porque detrás de cada minuto en la cancha hay años de esfuerzo, sacrificio y sueños que se niegan a apagarse. La de Lucas Andersson es una de ellas.
Formado en las entrañas del Club Almagro de Esperanza, ese semillero inagotable del básquet santafesino, Lucas creció con la pelota en las manos y el corazón lleno de ilusiones. Fue parte de una camada brillante que hizo historia, logrando algo inédito: el título Nacional U17 de la Liga Federal en Rosario, aquella jornada inolvidable donde Almagro dejó su huella en el mapa grande del país.
Pero como en toda historia de superación, no todo fue fácil. Una lesión en la espalda lo dejó fuera de las canchas durante meses. El dolor físico se mezcló con la incertidumbre, y el futuro parecía difuso. Sin embargo, el pibe eligió creer. Eligió luchar. Con el apoyo de su familia, de sus amigos y de su fe en que podía volver, Andersson volvió a levantarse. Y no solo eso: volvió más fuerte.
El destino lo llevó a Córdoba, al Instituto Atlético Central Córdoba, una de las instituciones más prestigiosas del básquet argentino. Allí, lejos de su ciudad, de sus afectos, y mientras continúa sus estudios, empezó a ganarse un lugar. Primero en la Liga de Desarrollo (hoy Liga Próximo), donde brilló con promedios altos, personalidad y una madurez que sorprendió a todos. Y ahora, el premio a tanto esfuerzo: el debut en la Liga Nacional, nada menos que ante Boca Juniors, en el Ángel Sandrín, y con triunfo incluido.
El de Lucas no es un salto casual. Es el resultado de un proceso, de una convicción, de una mentalidad que no se doblega. Es también una muestra de que el básquet de Esperanza sigue marcando caminos: primero fue Diego Collomb, hoy es Lucas Andersson, y seguramente vendrán más.
Porque en cada chico que entrena en Almagro hay una historia que late, un sueño que crece, y un futuro que puede escribirse en mayúsculas. Lucas es el reflejo de eso: de lo que se logra cuando se mezcla talento con humildad, pasión con esfuerzo y fe con trabajo.
Hoy, el nombre de Lucas Andersson empieza a sonar en la elite del básquet nacional. Pero detrás de ese apellido que se escucha en Córdoba, late el orgullo de una ciudad entera. Esperanza tiene otro embajador en la Liga Nacional. Y su historia recién comienza.




