Dos casos son clara expresión de la fe que mueve multitudes en Argentina. Uno de ellos es el padre Mario Pantaleo y otro cuenta la vida del padre Ignacio Periés.
Las Manos
Más de 200 mil personas se acercan cada año a visitar sus restos, que permanecen en un mausoleo de González Catán, Buenos Aires.
Nació en Italia en 1915, se radicó en Argentina en 1948 y murió en 1992. Los comentarios sobre sus facultades para realizar curaciones milagrosas le cerraron muchas puertas entre las autoridades eclesiásticas. “Él tenía una relación conflictiva con la Iglesia, pero hay que recordar que no le interesaba mucho lo burocrático”, cuenta Perla Gallardo, mano derecha del sacerdote y actualmente a cargo de la obra.
“Los médicos decían que era tal el don del padre, que ellos lo consultaban sobre sus pacientes”, relató la mujer en declaraciones periodísticas.
Personalidades del ambiente artístico y de la política visitaban asiduamente al sacerdote para pedirle favores. En gratitud, todos fueron muy generosos con su obra. Así nacieron el Centro Médico, el Centro de Atención para Mayores, el Hogar para discapacitados y la escuela primaria y secundaria.
Existen 2.500 testimonios de personas curadas, con los correspondientes informes médicos. Perla acudió a Roma para tramitar el proceso de beatificación, cuando Juan Pablo II era Papa. Pero la respuesta fue que el recorrido burocrático debería iniciarse en Argentina. “Fui a ver al obispo José Horacio Suárez, de La Matanza, a quien le presenté todos los papeles. Ahora, hay que esperar que el trámite siga adelante”, explicó.
Perla recuerda los últimos momentos del sacerdote: “Mientras estaba en el hospital llegó una chica de 17 años que había tenido un accidente. Llegó muerta al hospital. El padre quiso acercar sus manos a la chica y ésta resucitó. Entonces él escribió en un papelito (ya no podía hablar, a causa de una traqueotomía): “Con que estaba muerta, ¿no?”.
El viajero del oriente
Su nombre trascendió, desde hace tiempo, los límites de Rosario. Hoy las calles aledañas a la capilla Natividad del Señor, en el barrio Rucci, desbordan de gente que, incluso, atraviesa fronteras de otros países para venir a verlo.
El padre Ignacio llegó al país hace casi treinta años, desde Sri Lanka, Asia. Desde entonces, las historias de sanación que se le atribuyen son tan increíbles como imposibles de contabilizar. Enfermedades terminales, casos de esterilidad, dolores incurables: las manos del sacerdote parecen poderlo todo.
Sus vía crucis son inéditos en cuanto a cantidad de feligreses que caminan estación tras estación: en el último hubo 150 mil. El gobernador actual, Hermes Binner, y el anterior, Jorge Obeid, han participado de distintas actividades religiosas y sociales junto al cura. Los colectivos que llegan hasta la parroquia llevan un cartel indicador con el nombre de Ignacio, y en la zona los bidones de agua bendita circulan con la misma naturalidad que el aire.
Los sábados y domingos, las misas de sanación son multitudinarias. Al finalizar, el sacerdote recorre el templo, se detiene en cada uno de los fieles y les da su bendición. Si hay casos muy graves, deriva a la persona a una consulta privada.
La obra concretada por la capilla en estos últimos años incluye tres escuelas, un polideportivo, un dispensario con todas las especialidades y una casa de formación.


































