A lo largo del siglo XX distintas excavaciones en Santa Fe y su zona metropolitana se toparon con la sorpresa de encontrar fósiles de animales con millones de años de antigüedad.
En 1976, mientras excavaban un pozo de agua, albañiles dieron con el caparazón y otros restos. El recuerdo del artículo que publicó El Litoral y las características de un animal extinto hace millones de años.

A lo largo del siglo XX distintas excavaciones en Santa Fe y su zona metropolitana se toparon con la sorpresa de encontrar fósiles de animales con millones de años de antigüedad.
Los más comunes se dieron en el lecho del río o de la laguna Setúbal, cuando por allí pasaba la draga. Sin embargo, también se dieron hallazgos dentro de la ciudad capital. Y esta es la historia que sigue a continuación.
El sábado 20 de noviembre de 1976 entre sus páginas diario El Litoral dio a conocer que mientras se hacía un pozo de agua en una vivienda de Sargento Cabral dieron con lo que sería un caparazón y huesos de un animal prehistórico.
“En una casa de calle Necochea 5800 (barrio Sargento Cabral) registróse días pasados un inesperado hallazgo”, arrancaba el artículo que en el mundo del periodismo es llamado “fotonoticia”, una pieza breve acompañada por una imagen.
De inmediato, el vespertino daba cuenta de cómo se produjo semejante descubrimiento en pleno casco urbano de la capital santafesina, y ante el asombro de quienes encabezaban la obra en dicho domicilio.
“En circunstancias en que era excavado un pozo de agua y aproximadamente a los 4 metros de profundidad, quieres se encontraban empeñados en la mencionada tarea, descubrieron un resto óseo. Movidos por la curiosidad siguieron la ‘veta’ fósil abriendo una suerte de túnel que dejó al descubierto una caparazón que, según algunos conocedores, correspondió a un gliptodonte”, describió el artículo.
En la continuidad de la nota, desarrollaron las principales características del animal que presuntamente fue hallado. “Perteneció al género de los mamíferos desdentados, fósiles en el cuaternario americano, o para decirlo en criollo, constituye un antecedente directo de los armadillos que conocemos, entre ellos, el tatú carreta, mulita, peludo, etc”, agregó.
Para infortunio de las investigaciones científicas, no se logró preservar en su totalidad lo encontrado. Así lo contó El Litoral: “Lamentablemente al entrar en contacto con el aire el carapacho se desintegró, recuperando las partes que aparecen en la foto. Las dimensiones aproximadas eran: 1,80 metros de longitud y 1 metro de altura”.
Publicaciones científicas aseguran que los “armadillos gigantes o gliptodontes son mamíferos nativos de América del Sur y su origen se remonta a más de 40 millones de años atrás, cuando América del Sur se encontraba aislada de otras masas continentales dando lugar a condiciones que permitieron la evolución de grupos de organismos únicos en el mundo”.
“Existieron mucho grupos diferentes de gliptondontes de gran tamaño, entre los cuales se encuentra el género Glyptodon, con una longitud de 2 m de largo y un masa que superaba los 1.000 kg”, explica un dossier elaborado por el Museo de Ciencias Naturales del Conicet.




