El reciente anuncio del príncipe Andrés de que dejará de usar el título de duque de York, tras una conversación con el rey Carlos III, volvió a poner bajo la lupa una tradición nobiliaria marcada por la tragedia.
¿Pesa una maldición sobre el ducado de York? De reyes decapitados a príncipes desaparecidos, la oscura historia detrás del rango que deja el príncipe Andrés.

El reciente anuncio del príncipe Andrés de que dejará de usar el título de duque de York, tras una conversación con el rey Carlos III, volvió a poner bajo la lupa una tradición nobiliaria marcada por la tragedia.
Aunque el Palacio de Buckingham no puede retirarle oficialmente el título —para ello sería necesaria una ley del Parlamento y una condena judicial—, el hijo de la difunta Isabel II aseguró que lo hace “por el bien de mi familia y de mi país”, en medio de los persistentes cuestionamientos por su vínculo con el magnate Jeffrey Epstein.
Sin embargo, la renuncia simbólica de Andrés reavivó una pregunta que parece perseguir a la monarquía británica desde hace siglos: ¿está maldito el ducado de York?
Creado por primera vez en 1385, el título de duque de York ha tenido un destino peculiar. Ninguno de sus portadores logró transmitirlo a un heredero varón: algunos murieron en batalla, otros fueron ejecutados o terminaron en el trono. En ocho siglos de historia, el ducado ha vuelto una y otra vez a la Corona, como si estuviera destinado a no perdurar.
El primero en ostentar el título fue Edmundo de Langley, hijo del rey Eduardo III, quien terminó implicado en una de las grandes traiciones de Inglaterra al apoyar a Enrique Bolingbroke en su rebelión contra Ricardo II, episodio inmortalizado por Shakespeare.
Su hijo Eduardo de Norwich, segundo duque de York, tuvo una muerte tan heroica como espantosa: cayó en la batalla de Agincourt en 1415, intentando proteger al rey Enrique V.
El tercer duque, Ricardo de York, también conoció un final trágico. Intentó reclamar el trono durante la guerra de las Dos Rosas, pero fue derrotado y decapitado en 1460. Su cabeza fue exhibida públicamente con una corona de papel, como burla a sus aspiraciones reales.
El hijo de aquel duque, Eduardo IV, logró finalmente convertirse en rey, pero su linaje tampoco escapó al infortunio. Tras su muerte, su hijo Eduardo V fue enviado junto a su hermano Ricardo a la Torre de Londres, de donde jamás salieron. Conocidos como los “príncipes en la Torre”, su desaparición sigue siendo uno de los grandes misterios de la historia inglesa.
Años después, el título pasó a Enrique Tudor, quien se convertiría en el célebre Enrique VIII, famoso por sus seis esposas y su ruptura con la Iglesia Católica.
El ducado volvió a cobrar vida en el siglo XVII con los Estuardo. Carlos I, también duque de York antes de ser rey, fue ejecutado tras la guerra civil inglesa. Su hermano Jacobo II, a quien se debe el nombre del estado de Nueva York, fue depuesto en 1688 durante la “Revolución Gloriosa”.
Ya en el siglo XVIII, el título se fusionó con el de Albany y pasó por manos de nobles que, una vez más, murieron sin descendencia directa.
La reina Victoria concedió el título a su nieto, el futuro Jorge V, y luego su hijo Jorge VI también lo ostentó antes de convertirse en rey tras la abdicación de su hermano Eduardo VIII en 1936.
Finalmente, en 1986, la reina Isabel II otorgó el ducado de York a su segundo hijo, el príncipe Andrés. Hoy, tras décadas de controversias, su renuncia vuelve a cerrar el círculo.
Cuando Andrés muera, el ducado —por octava vez— regresará a la Corona.
Con información de Tatler.com




