Días previos al 12 de febrero de 1984, una amiga de Adolfo Bioy Casares lo previno para que le escriba pronto a Julio Cortázar. Está enfermo le dijo, "va a morir". Bioy lo dejó asentado en su diario íntimo, en el día en que acaeció la muerte de quien sentía un amigo. Lamentó que, como siempre, se dejó estar y no le escribió una carta.
Se vieron en pocas ocasiones, recordó Cortázar en "Diario para un cuento" (en el libro "Deshoras", año 1982). La timidez de ambos no los ayudó a ser amigos, según el autor de "Rayuela". Igualmente, este no dudó en manifestar que le hubiera gustado ser Bioy, porque siempre admiró al escritor y lo estimó como persona.
A modo de consuelo, el mensaje que podría haberle dado Bioy Casares, lo esbozó en sus anotaciones personales. Entre todo lo que quiso expresarle, hay un aspecto que vale la pena destacar, en tanto es un problema que arrastra desde hace décadas nuestra sociedad. Se trata que ante posturas políticas opuestas o, incluso, meras diferencias, los vínculos y las relaciones personales se quiebran y alcanzan niveles de agresividad y falta de respeto para el que piensa distinto.
En aquel día, Bioy Casares consideró que escribir esa carta a Cortázar era difícil. Tenía que sortear un posible o aparente obstáculo: "¿Cómo explicar, sin exageraciones, sin falsear las cosas, la afinidad que siento con él si en política muchas veces hemos estado en posiciones encontradas?". Sin dar vueltas, fue aún más concreto y claro: "Es comunista, soy liberal" (en "Descanso de caminantes. Diarios íntimos", año 2001).
Consciente de ese antagonismo, Bioy no dudó en que se sentía muy amigo de Cortázar. En esa carta podría haberle dicho, pensó, que siempre lo sintió cerca y que "en lo esencial estábamos de acuerdo". Advirtió que hubiera sido complicado expresarlo, por eso se lamentaba que "no estuviéramos en un mundo en que la verdad se comunicara directamente, sin necesidad de las palabras, que exageran o disminuyen".
Al no ignorar Bioy Casares el compromiso político de Cortázar con el socialismo y la revolución cubana, entonces, le era ineludible tener que compatibilizar con ello, tanto la cercanía que sentía por él como el considerar que en lo esencial estaban de acuerdo. Se preguntó Bioy, si "¿la política no era esencial para él?". Frente a este interrogante, en apariencia insalvable, escribió en su diario íntimo: "voy a contestar por mí".
Vio necesario distinguir, aunque sea difícil, al hombre de sus circunstancias. En ese sentido, expresó que "sentía cierta hermandad con Cortázar, como hombre y como escritor", en fin, tenía "afecto por la persona". Y, en definitiva, aseguró que para ambos, lo principal de sus vidas era "el oficio de escribir", porque simplemente "fue siempre nuestro afán".
Adolfo Bioy Casares supo poner a "la política" en el lugar que debe tener en la vida de una persona. Ella no es lo esencial y sólo coyunturalmente ocupa un espacio destacado. En los últimos tiempos en la Argentina, los asuntos políticos constituyeron una preocupación central del ciudadano, desbordando el ámbito público para introducirse de manera conflictiva en la vida de cada uno y sus relaciones personales. La política, de esa manera, estuvo y todavía está fuera de quicio.
El filósofo José Ortega y Gasset explicó que la política -en tiempos normales- no debe situarse para el hombre "en el plano último y definitivo de su preocupación", porque ella -por su naturaleza- "sólo penúltimo y previo puede ser". Hay que comprender que la política constituye, señaló el pensador español, un "orden instrumental y adjetivo de la vida", que solo intenta la articulación de la sociedad (en "Democracia morbosa", año 1917).
La política es un instrumento, nunca un fin en sí mismo. Al igual que, cabe añadir, tampoco todo en la vida es un hecho político. Este es otro absurdo en que suele caerse, una excusa ideal para inmiscuirse en la vida personal y cotidiana del ciudadano.
Si el hombre logra ubicar a la política en el sitio que le es propio, expresó Ortega, le quedará "un margen cada vez más amplio donde dilatar su poder personal". Solo ante ciertas situaciones graves por las que podría atravesar una sociedad, aceptó el filósofo, la política pasaría a ser la brecha donde se movilicen las mejores energías.
Hay que circunscribir la política a su lugar específico. Cuando no sucede, además de privarse el hombre de canalizar sus fuerzas en otras cuestiones que son esenciales a su vida, es un caldo de cultivo para que crezca un estado de crispación que deriva en la violencia, la descalificación, el insulto y la ruptura de los vínculos personales. No tiene ningún sentido que ello suceda por un desacuerdo o diferencias en el pensamiento o comportamiento político.
La idea aquí no es exhumar razones morales, cuando las hay y parecen estar enterradas en un lugar olvidado, ni tampoco principios y valores que sustentan una democracia republicana, como la dignidad y las libertades de pensamiento y de expresión, para comprender lo incorrecto del comportamiento injuriante contra el que piensa distinto.
Ojalá alcance, para espabilarnos un poco y aprender a convivir en la diferencia, con observar la delicadeza en el trato y sentimiento de amistad que supieron tener entre sí Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar, ubicados políticamente en lugares antagónicos. Una ejemplaridad que todavía nos interpela, dejando en evidencia a quienes incurren en el vilipendio y la injuria del otro por tener una posición política contraria.