Por Claudio H. Sánchez (*)
Por esas cosas de la redondez de la Tierra, el 2021 no llegará al mismo tiempo en todas partes.

Por Claudio H. Sánchez (*)
Este 31 de diciembre todos pasaremos algún rato ante el televisor mirando la llegada del nuevo año alrededor del mundo. Es que, por esas cosas de la redondez de la Tierra, el 2021 no llegará al mismo tiempo en todas partes. Se trata de una cuestión que interesó a personas de mente inquieta, como Lewis Carroll, Julio Verne y Umberto Eco.
Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, publicó en 1849 un artículo titulado Un problema hemisférico, sobre cómo se lleva la cuenta del paso de los días alrededor del mundo.
Para entender el razonamiento de Carroll, imaginemos a Alicia un lunes al mediodía, con el sol justo sobre su cabeza. Al pasar las horas, Alicia verá cómo el sol se va corriendo hacia el oeste. Supongamos que Alicia decide entonces marchar también hacia el oeste de modo de mantenerse siempre debajo del sol. Eso en el ecuador exige velocidades supersónicas, pero no importa. Primero, porque las velocidades supersónicas son posibles y segundo porque, de todas formas, se trata de un problema teórico.
En esas condiciones el tiempo, medido por el movimiento aparente del sol, no transcurre: cada vez que Alicia levanta su vista el cielo, observa el sol justo sobre su cabeza. Para ella siempre será lunes al mediodía. Si sigue su marcha hacia el oeste, siempre debajo del sol, veinticuatro horas más tarde Alicia estará de vuelta en el punto de partida. Pero veinticuatro horas más tarde en el punto de partida ya será martes al mediodía. ¿En qué momento, se preguntaba Carroll, cambió de nombre el día?
Carroll propone en su artículo dos respuestas a esta pregunta. Una, prescindir de los días. Si no podemos decir cuándo termina un día y comienza el siguiente, debemos olvidarnos de los días y decir, por ejemplo, "la Revolución Francesa ocurrió hoy, hace dos millones de horas".
La otra solución consiste en fijar una línea imaginaria en la superficie de la Tierra tal que, al cruzarla, debemos cambiar de día. Así como cambiamos la hora al cruzar un huso horario, Alicia cambiaría de día al cruzar esta línea. Esto a Carroll le parecía todavía más absurdo que lo anterior. Imaginaba dos personas, viviendo en casas vecinas, cada una a un lado de la línea, y mientras que para una era lunes, para la otra era martes.
Curiosamente, esa línea imaginada por Carroll existe: se llama Línea Internacional de Cambio de Fecha, coincide aproximadamente con el meridiano de 180 grados y corre a través del océano Pacífico pasando por muy pocas tierras habitadas. Pero la situación que preocupaba a Carroll se da efectivamente en algunas naciones isleñas. Gracias a eso, esas naciones hicieron un gran negocio en 1999 vendiendo paquetes turísticos que permitían celebrar la llegada del año 2000 dos noches seguidas. Comenzaron la celebración en alguna isla al oeste de la línea, brindaron al llegar la medianoche y se fueron a dormir. A la tarde siguiente cruzaron hacia una isla vecina del otro lado de la línea, donde todavía era 31 de diciembre, y al llegar la noche volvieron a brindar.
El problema del cambio de día es clave en el desenlace de La vuelta el mundo en 80 días, la novela de Julio Verne. El protagonista cree haber regresado a Londres ya cumplido el día número ochenta. Sin embargo, como había cruzado la línea de cambio de fecha al navegar de Yokohama a San Francisco, resulta que todavía estaba en el día setenta y nueve, a tiempo para ganar su apuesta.
También Umberto Eco juega con este problema en su novela La isla del día de antes. El protagonista está en un barco varado al oeste de la línea y observa una isla al otro lado. De modo que, cuando mira la isla, está mirando el pasado, el día anterior.
Aunque la Línea Internacional de Cambio de Fecha fue establecida oficialmente en 1884, el problema era conocido desde mucho antes. Exactamente desde el 9 de julio de 1522, cuando la expedición de Magallanes y Elcano llegó a Cabo Verde luego de dar la vuelta al mundo. Ahí los viajeros se enteraron de que era jueves, cuando según el diario de a bordo era miércoles. Después de reflexionar, el cronista del viaje se da cuenta de que, por haber dado la vuelta al mundo hacia el oeste, persiguiendo al sol, experimentaron un día menos de los efectivamente transcurridos.
Teóricamente, la línea debería coincidir con el meridiano de 180 grados, opuesto al meridiano de Greenwich. Pero, como ocurre con los husos horarios, se mueve hacia el este y hacia el oeste al pasar por las distintas naciones que encuentra en su camino.
Por ejemplo, cuando los españoles conquistaron las Filipinas en 1521, dejaron las islas en la misma zona diaria que América, junto con la mayor parte de su imperio. A mediados del siglo XIX, las Filipinas decidieron pasarse a la zona diaria de Asia. La línea internacional fue movida entonces hacia el este.
Algo parecido ocurrió en 1867, cuando Estados Unidos compró el territorio de Alaska al Imperio Ruso. Hasta ese momento, la línea dejaba a Alaska en la misma zona diaria que Rusia. Al pasar a ser territorio norteamericano, la línea fue movida al oeste, para dejar a toda América viviendo en el mismo día.
Una de las últimas modificaciones en la línea de cambio de fecha ocurrió en 1995. Hasta el 31 de diciembre de 1994, la línea atravesaba la república isleña de Kiribati, en el Pacífico ecuatorial. Algunas islas estaban del lado del nuevo día y otras, en el del día anterior. Los kiribatianos decidieron mover la línea para que todo el país viviera en la misma fecha. Podían moverla hacia el este o hacia el oeste. Eligieron moverla hacia el este de modo que el país quedó del lado del nuevo día.
Este corrimiento de la línea de cambio de fecha tuvo una consecuencia adicional. Hasta 1994 la región más oriental de Kiribati se regía por el huso horario -10. Eso significaba que, por ejemplo, cuando en Londres era mediodía del lunes, en Kiribati eran las dos de la mañana de ese mismo lunes. Diez horas más temprano. A partir de 1995, luego del corrimiento de la línea, cuando en Londres es lunes al mediodía, en Kiribati siguen siendo las dos de la mañana, pero del martes. La región oriental de Kiribati está ahora catorce horas adelantada respecto del meridiano de Greenwich. Samoa adoptó esa misma zona horaria en 2011 y son las naciones con la hora más adelantada del planeta. Por eso, cada día y, en particular, el primero de enero, llega a Kiribati y a Samoa antes que al resto del mundo. Ahí comenzará el nuevo año.
(*) Docente y divulgador científico
Carroll imaginaba dos personas, viviendo en casas vecinas, cada una a un lado de la línea, y mientras que para una era lunes, para la otra era martes. Esa línea existe: se llama Línea Internacional de Cambio de Fecha y corre a través del océano Pacífico.
Teóricamente, la línea debería coincidir con el meridiano de 180 grados, opuesto al meridiano de Greenwich. Pero, como ocurre con los husos horarios, se mueve hacia el este y hacia el oeste al pasar por las distintas naciones que encuentra en su camino.




