Darse cuenta: cuarenta años de democracia constitucional
Entre la metáfora y la realidad.
Darse cuenta: cuarenta años de democracia constitucional
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Perteneciente al género dramático, "Darse Cuenta", dirigida por Alejandro Doria, fue una recordada película del cine argentino estrenada en el año 1984, en la primavera democrática. La misma refiere a la historia de un joven que fue víctima de un accidente de tránsito. Luego de haber estado al borde de la muerte, inconsciente y postrado por largo tiempo, sufrió el abandono de sus seres queridos. En sus ganas de aferrarse a la vida en su solitaria lucha, había conmovido a ese médico de hospital público que interpretaba Luis Brandoni, de rostro triste, de cejas caídas y cansancio ancestral ante tantas pesadumbres personales. Pero el trabajo constante, el sacrificio y el no bajar los brazos ante las peores adversidades, tuvo su recompensa tanto para el profesional como para su lesionado paciente.
Aquel muchacho que interpretaba Darío Grandinetti volvía a caminar sin muletas, aun cuando ni siquiera la medicina creía que podría lograrlo. Después de los 106 minutos de duración del filme, sólo restaba el encuentro entre ambos. Así fue como la escena final quedó sellada con el abrazo interminable entre los dos y el tema musical de fondo, "La maza" de Silvio Rodríguez, cantando "si no creyera en lo más duro, si no creyera en el deseo, si no creyera en lo que creo, si no creyera en algo puro".
Cuarenta años después, en su visita a la Universidad Nacional del Litoral, Brandoni, con sus 83 años de vida, recordó, con voz quebrada y con sus ojos celestes llenos de lágrimas, esa escena final de aquel entonces, aplaudida de pie por todo el público como pocas veces había sucedido en los cines de Buenos Aires. ¿Por qué razón? El mismo Beto Brandoni se preguntó y se respondió a la vez diciendo: "Sencillamente porque la gente encontró en esa escena un claro paralelismo con la democracia recién recuperada, la que también, después de mucho tiempo, lágrimas, sufrimientos, dolores y olvidos, comenzaba a dar los primeros pasos para aferrarse a la vida y a la libertad".
En pocos meses, los argentinos estaremos eligiendo un nuevo gobierno y todo hacer pensar que será una campaña donde estará presente el dolor. El dolor de lo que alguna vez fuimos, tan diferente a esta degradación. El dolor de todo espectador ante frívolas propuestas electorales y la seriedad de los problemas estructurales. El dolor ante la partida de los jóvenes que se van del país. El dolor de haber descreído que con la democracia se come, se educa, se cura, se trabaja, se progresa, se respeta, se vive dignamente, es decir, se combate el dolor.
¿Qué nos pasó?
Pero… ¿Qué nos pasó? diría Víctor Heredia. ¿Cómo ha pasado? ¿Qué traidor nos ha robado la ilusión del corazón? En los últimos quince años lo único que creció en el país fue la pobreza, lo que demuestra que las decisiones políticas tomadas fueron erróneas. Los números, que ideológicamente no son de derecha ni de izquierda, demuestran esta devastación social en el país del encanto natural. Como si fuera un espejo, las estadísticas nos devuelven la imagen real de lo que somos.
(...) ¿Cómo ha pasado? ¿Qué traidor nos ha robado la ilusión del corazón? En los últimos quince años lo único que creció en el país fue la pobreza, lo que demuestra que las decisiones políticas tomadas fueron erróneas. Los números, que ideológicamente no son de derecha ni de izquierda, demuestran esta devastación social en el país del encanto natural. Como si fuera un espejo, las estadísticas nos devuelven la imagen real de lo que somos.
En Argentina, el 43% (más de 17 millones) son pobres; el 8% son indigentes (más de 4 millones); el 60% de los niños son pobres y el 31% come menos que años anteriores. La superinflación mensual supera el 8,4%; en el tercer grado de la escuela primaria, 1 de cada 2 chicos no comprende lo que lee; 4 de cada 10 no alcanzan el nivel esperado en matemáticas y 1 de cada 4 en lengua. El 50% de los jóvenes no termina la secundaria y solo 4 de cada 100 llega a la universidad; el 45% de los trabajadores están en economía informal; 1,5 millones de personas buscan trabajo pero no lo consiguen; 3.000 personas viven en situación de calle; y por día 100 argentinos desahuciados se van del país a vivir una cultura diferente. Ante este panorama de desencanto, urge encontrar vías para que los dirigentes puedan dialogar.
La Argentina necesita liderazgos moralmente creíbles y fuertes decisiones políticas sostenidas en el tiempo. Imperiosamente, el país precisa generar una cultura de cumplimiento de las leyes; transformar la democracia electiva y formal en una democracia participativa y dialógica; defender un Poder Judicial independiente y eficaz; fortalecer las políticas públicas en materia de educación de calidad, salud accesible y seguridad ciudadana; invertir en innovación, ciencia y tecnología; incentivar a las pequeñas y medianas empresas para la producción y exportación de productos con valor agregado; reducir el déficit fiscal; detener y erradicar la pobreza e indigencia con trabajo registrado y vivienda digna.
También necesita desterrar los privilegios, combatir el narcotráfico y la corrupción; cumplir con nuestros compromisos internacionales, generar confianza financiera y previsibilidad jurídica tanto interna como externa. Es decir, nada nuevo que no se haya dicho en todos estos años, pero debemos dejar de describir los problemas y sus posibles soluciones para pasar a resolverlos de una vez por todas. El cambio de rumbo que se requiere debe ser integral, no sólo económico, que abarque todas las facetas de la vida del país.
En el año 2033 vamos a estaríamos celebrando medio siglo de democracia constitucional. Ojalá que para ese entonces nos sintamos más orgullosos de lo que hoy nos sentimos, a cuarenta años de su recuperación. Apremia detener esta hemorragia social, cambiar las gasas, curar las heridas, soltar las muletas y comenzar a caminar hacia la ilusión de que Argentina es un país moderno en el que deseamos vivir. Para ello, y ante que sea demasiado tarde, imploramos a todos Darse Cuenta.