Por Prof. Mariano Mariani
Hoy más que nunca la fuente intima de cada educador puede ser el germen renovador del mañana.

Por Prof. Mariano Mariani
Una enseñanza sin encuentro es un contrasentido. Nos invade desde hace meses o quizás años un sentimiento de orfandad que nos nubla el futuro. Nuevamente, una enseñanza sin futuro es un contrasentido. Nos toca reconstruir lazos y renovar nuestra mirada en el mañana. Allí los valores que anidan en cada educador deben ser la fuente y posibilidad desde donde se pueda enmendar el camino de la educación. La educación, con sus venturas y desventuras, es un hilo fuerte que une a la humanidad. La babélica charlatanería no contribuye a que el encuentro y el futuro puedan aparecer.
Nuestra vocación, es una vocación de esperanza. Hoy más que nunca la fuente intima de cada educador puede ser el germen renovador del mañana. Imbuidos en un anhelo de un mundo mejor, nuestras palabras son un llamado a conformar un lazo fraterno para que no haya "distancia social", para que nuestra voz sea verdaderamente corazón, palabra y acción. Con nuestra escucha atenta recoger los sueños y alentar las posibilidades, a veces dormidas u oprimidas, de cada estudiante. La paradójica y maravillosa dialéctica de la educación es un dar recibiendo, en donde ese "dar" nunca nos minimiza en nada sino nos engrandece.
Dándonos recibimos y así enseñamos que el otro es coparticipe de mi identidad, y que mi voz no es sino la del otro sumada a un legado milenario, que se extiende hasta los orígenes mismos de nuestra existencia misteriosa. Todo educador lleva este "peso", responsabilidad que está puesta en cada palabra y gesto que asumimos; tal "peso" nos hace caminar lentos. Detenimiento necesario para que esta vida sea más gozosa y nos posibilite el disfrute y aprendizaje de cada pequeño gesto con su íntima grandeza. La belleza de cada ser convidada en cada palabra. La esperanza como cuenco vital para transitar esta aventura maravillosa que nos hace privilegiados en esta vida.




