Por Luis María Calvo (*)

Por Luis María Calvo (*)
En los primeros tiempos de las excavaciones en Cayastá, desatada la polémica de su autenticidad por los escépticos, dos ingenieros defendieron la tesis de Agustín Zapata Gollán y le dieron todo su apoyo. Ambos eran rosarinos. Uno fue el bien recordado Víctor F. Nícoli. El otro fue el injustamente olvidado Augusto Fernández Díaz.
Fernández Díaz nació en Rosario el 6 de enero de 1885, descendiente de antiguas familias afincadas en el Pago de los Arroyos desde finales del siglo XVII. En 1907, a la edad de 22 años, se graduó de ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires con la tesis "Obras de salubridad en Concordia" que fue presentada en la Exposición Universal de Milán.
Como resultado de sus estudios sobre el tema del agua en la provincia de Río Negro, publicó "El problema del agua en el Río Negro: canal de San Antonio. El riego en Patagones" (1916). Para escribir este trabajo, consultó el Archivo General de la Nación y desde entonces se introdujo en la investigación histórica.
Después de ejercer su profesión como ingeniero se dedicó de lleno a las tareas rurales en su estancia "El Pinar" (Los Quirquinchos), que estableció en 1913 en tierras legadas por su padre; hasta 1954 se ocuparía de sus tareas agrícolas. En 1929 hizo un viaje a Europa recorriendo varios países y realizando investigaciones en archivos y bibliotecas de España, Francia e Inglaterra.
Dedicado de lleno a la historia, fue autor de numerosas publicaciones (cerca de 140 títulos). Algunas las dedicó a la historia de su pago: "Rosario desde lo más remoto de su historia" (1941) y la "Fundación de Rosario" que formó parte del Libro de Oro de Rosario (1969).
También se ocupó de temas de la historia nacional como la Revolución de Mayo, la bandera nacional, el emplazamiento de las baterías de Rosario. Fue autor de "El supuesto plan de Mariano Moreno" (1960) y "Las banderas argentinas de Macha" (1963). Y en revistas de la Junta Provincial de Estudios Históricos publicó: "El acta de la independencia argentina. Su verdadero autor" (1967), "El azul de la bandera" (1969), "El origen del Himno Nacional. Es falso que haya sido compuesto en 1812" (1967), "La bandera de Mayo" (1967).
En 1957 comenzó a publicar en el diario La Capital de Rosario sus estudios sobre la bandera nacional. También escribió una documentada y prolija biografía de Juan de Garay, publicada por el Banco de la Provincia de Santa Fe en dos tomos: "Juan de Garay, su vida y su muerte" (1973). La biografía más completa sobre el fundador de Santa Fe y Buenos Aires que se haya escrito hasta el día de hoy.
Fue un precursor en los estudios genealógicos y autor de trabajos publicados en revistas del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas: "Juan Gómez Recio y su linaje" (1946/47), "Los Gómez Recio" (1951), "Basualdo" (1965), "Centurión" (1965), "Aguilera" 1965) y "Fernández de Montiel" (1965). Y en revistas de la Junta Provincial de Estudios Históricos: "Garci Rodríguez de Vergara" (1963), "Historia genealógica de Rasquín o Resquín" (1969), "Los Lencinas" (1970) y "Cortés de Santuchos" (1974). El común denominador de estos trabajos son familias de conquistadores y fundadoras de Santa Fe, rescatando apellidos olvidados por la historia que habían tenido actuación en los siglos XVI y XVII. Todos sus artículos fueron bien documentados en libros parroquiales, escrituras públicas y expedientes judiciales.
En relación con Santa Fe la Vieja, además de sus ya mencionados trabajos genealógicos sobre linajes de la antigua ciudad, participó activamente en la defensa de la autenticidad e identificación del sitio como asiento primitivo de Santa Fe.
Cuando Agustín Zapata Gollan comenzó sus excavaciones en Cayastá, hubo quienes pusieron en duda la autenticidad del sitio. En apoyo de la identificación del yacimiento arqueológico con Santa Fe la Vieja, Augusto Fernández discutió con Nicanor Alurralde (otro ingeniero) quien sostenía lo contrario. El debate se hizo público mediante una serie de opúsculos y artículos en los que se replicaban uno y otro.
Fernández Díaz fundamentó sus publicaciones con referencias documentales que revelan el profundo conocimiento que tenía de las escrituras públicas y expedientes que en ese entonces todavía se conservaban en el Archivo de Tribunales: "Las Ruinas de Cayastá y una tesis equivocada" (1950), fue publicada en tres partes, las dos primeras en los Anales de la Sociedad Científica Argentina; "Son de Santa Fe la Vieja las Ruinas de Cayastá" (1951); "La tierra de los calchines en la ubicación de Santa Fe la Vieja" (1953); "Cayastá viejo, Cayastá chico y Cayastá nuevo" (1953) y "Tierras para chacras y tierras para estancias en la vieja Santa Fe" (1954).
En estas publicaciones, además de su erudición histórica y rigor metodológico, Fernández Díaz hace gala de un fino humor: en uno de ellos pone el título de "Crítica de una crítica" (alude a que responde a críticas de Alurralde) o escribe: "Al redactar estas cuartillas que en breve van a encontrar en las prensas …, no dejo de pensar en el paseo placentero que a estas horas efectúa el Sr. Ing. Alurralde, yendo de un extremo a otro, sin detenerse nunca en Cayastá" (en sus cuestionamientos a Zapata Gollan, en cada opúsculo Alurralde proponía una ubicación diferente para Santa Fe la Vieja pero no aceptaba que hubiera estado en Cayastá). "Para mí -continúa- será penoso verle abandonar un pasatiempo tan saludable: traigo nuevas que le obligarán a interrumpir el paseo…".
En 1956 con motivo de un homenaje que se le hizo en el Club del Orden, Agustín Zapata Gollan agradeció a quienes le habían apoyado en las controversias surgidas por sus excavaciones en Santa Fe la Vieja. Al primero que menciona, en una larga lista de reconocimientos, es: "El ingeniero Augusto Fernández Díaz, profundo conocedor de nuestra historia a través de la copiosa documentación que guardan nuestros archivos y el Archivo de Indias, sobre la ciudad vieja".
Perteneció a diversas instituciones históricas: miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, miembro de los Institutos Belgraniano y Sanmartiniano de Rosario, del Instituto de Historia de la Universidad Católica Argentina y de la Sociedad de Historia de Rosario, y miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas.
En 1948 fue premiado con la medalla de oro por la Sociedad Científica Argentina. En 1962 fue nombrado socio honorario de la Sociedad de Historia de Rosario junto a Julio Marc.
Murió el 7 de julio de 1980 a los 95 años. A su muerte la Revista Res Gesta le dedicó una sentida nota que terminaba diciendo "en sus últimos años no decreció su entusiasmo ni su afán de investigador, y hasta pocos días antes de su fallecimiento gustábale recibir en su casa-museo a quienes (…) admiraban sus conocimientos y exquisita cortesía".
Su estrecha amistad con Julio Marc le había decidido a legar su valiosa biblioteca al Museo Histórico Provincial de Rosario, con la sola condición de que se emplazara tal como se encontraba en su residencia. La biblioteca, que lleva su nombre, fue inaugurada dos años después de su muerte; especializada en historia y libros de viajeros que van desde el siglo XVI al XX, es uno de los repositorios bibliográficos más importantes de la provincia y del país.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025).




