Por María Gabriela Micheletti

Por María Gabriela Micheletti
Cuando hacia los veinte años de edad Ramón J. Lassaga (1858-1921) escribió su "Historia de López", publicada en 1881, el joven autor posiblemente no imaginara el carácter perdurable que alcanzaría su discurso histórico, concebido como un acto de "reparación" y de "justicia", en el que el brigadier era presentado como principal defensor de la autonomía provincial y de la república federal en la época de las guerras civiles. Varios factores y características del contexto político e historiográfico ayudan a explicar su prolongada vigencia.
Por un lado, el joven Lassaga eligió seguir el modelo trazado en la "Historia de Belgrano" por Bartolomé Mitre y, a partir del personaje biografiado, reconstruir toda una época con el respaldo de abundante repertorio de documentos. Una decisión que se vio beneficiada por el ascendente prestigio de Mitre como historiador, quien por entonces protagonizaba una polémica con Vicente Fidel López, de la que resultaría reafirmada la importancia del método. Al quedar constituida años después la Junta de Historia y Numismática Americana (actual Academia Nacional de la Historia), Mitre fue su figura central hasta su fallecimiento en 1906, y Ramón Lassaga fue el primer santafesino en ser incorporado como miembro correspondiente.
Por otro lado, Lassaga optó por ofrecer una visión "provincial" del pasado patrio, que resultaba original y crítica respecto de las versiones de historia argentina que hasta el momento estaban disponibles y en circulación, como la de Luis Domínguez y la del propio Mitre.
Para dotar a su obra de esa perspectiva santafesina, no desdeñó los relatos de testigos y cronistas locales -como el "Diario" de Manuel Ignacio Diez de Andino, las "Memorias" de Domingo Crespo y los "Apuntes" de Urbano de Iriondo-, que consultó y citó profusamente, proveyendo a los habitantes de la provincia de una historia erudita y documentada sobre su pasado que, a la vez, dialogaba con la tradición local y la memoria colectiva, ya que el pueblo conservaba "como un tabernáculo sagrado, escondida en su pecho la memoria" de su benefactor.
Con la "Historia de López" los santafesinos veían consumado el encumbramiento de su "héroe", y quedaba fijada por el paso por la imprenta la devoción que le profesaban desde las honras fúnebres celebradas en 1838 en el templo de San Francisco. A esto hay que agregar que el texto de Lassaga entró en sintonía con historias que paralelamente se estaban elaborando en otras provincias, que coincidían en el rescate de personajes y episodios que habían pasado desapercibidos, o bien habían sido tergiversados o presentados de manera negativa en las historias consideradas "nacionales", confeccionadas desde Buenos Aires.
Estas notas en común fueron dando forma a un discurso histórico compartido en el que los historiadores provincianos podían reconocerse, y al que concurrieron obras como las siguientes: "Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo" (1864), de Damián Hudson; "Estudios Biográficos sobre Patriotas Correntinos" (1884), de Manuel F. Mantilla; "El general Ramírez en la historia de Entre Ríos" (1885), de Benigno T. Martínez; "Historia del general Güemes y de la provincia de Salta" (1902), de Bernardo Frías.
En obras como las de Lassaga y Martínez los caudillos federales del Litoral emergían con un renovado aspecto, y la interpretación propuesta los libraba de culpa en los episodios que en 1820 desembocaron en la caída del gobierno directorial del general José Rondeau. A la vez, el reclamo compartido era por una historia que contuviera la de todas las provincias, es decir, por una historia completa e "imparcial".
Ramón Lassaga aportó, además, una lectura sobre un pasado provincial victorioso que compaginaba con un presente en el que Santa Fe se reposicionaba en la política nacional, a la vez que se insertaba cómodamente en el modelo agroexportador que le aseguraba el camino hacia su modernización. Así pareció advertirlo el gobernador Simón de Iriondo, que poco después de haber contribuido a sostener con tropas al gobierno del presidente Nicolás Avellaneda, decidió financiar en 1881 la publicación de la "Historia de López".
La celebración del primer centenario del natalicio del caudillo en noviembre de 1886, en coincidencia con el comienzo de la progresista gestión de José Gálvez, brindó también al galvismo la posibilidad de afianzarse en el gobierno. Una versión resumida del libro de Lassaga se imprimió para ser repartida entre los asistentes a los actos, y su autor cumplió el rol de historiador oficial al sostener desde el periódico Nueva Época que "con la era del progreso" había llegado "la hora de la reparación", y que el "país del trigo" que mostraba sus "triunfos" con líneas de ferrocarriles y telégrafos, también festejaba con "la conmemoración de nuestras glorias pasadas al levantar monumentos que perpetuarán la memoria de los héroes".
Cabe agregar que la "Historia de López" fue el primero de una serie de textos en los que su autor retornó de manera recurrente al personaje, planteando una identificación entre el caudillo y Santa Fe como recurso para reivindicar el pasado provincial. Con su reconocido amor a la patria chica -"santafesinismo", al decir de alguien-, y con la convicción de que este territorio fue "teatro de acontecimientos memorables que han tenido poderosa influencia en la existencia de la Nación Argentina", Lassaga se esforzó por sacar a luz no solo a Estanislao López, sino también a otros actores y sucesos, con el propósito de resaltar el lugar ocupado por la provincia en el proceso de construcción nacional.
Fueron muchas las figuras que desfilaron por sus escritos, como las de Juan de Garay, Francisco Javier Echagüe, José Elías Galisteo, José de Amenábar, José María Aguirre, Pedro Bustamante, Gregoria Pérez de Denis, Francisco Antonio Candioti, Mariano de Vera, Domingo Cullen, Urbano de Iriondo y Vicente Anastasio de Echevarría, al igual que recuperó numerosos relatos que publicó en "Tradiciones y recuerdos históricos" (1895). También dio a conocer sus indagaciones acerca del pasado en la revista Vida Intelectual -que dirigió entre 1904 y 1906, junto a Ramón Doldán y Julio A. Busaniche-, así como en múltiples artículos y discursos.
Si bien puede alegarse que la obra de Ramón Lassaga resulta en la actualidad poco conocida para muchos habitantes de la provincia, es fácil advertir que sus principales postulados se han mantenido en el tiempo, enriquecidos gracias a posteriores aportes. Dejó planteados tópicos, como el surgimiento y las características del federalismo en el Litoral, la tensión entre el centralismo porteño y las autonomías provinciales y los antecedentes de la conformación republicana del país que fueron retomados y profundizados con nuevos soportes teóricos y metodológicos por historiadores como Manuel Cervera (1863-1956), Juan Álvarez (1878-1954), José Luis Busaniche (1892-1959) y Leoncio Gianello (1908-1993).
A la vez, el reconocimiento al primer biógrafo santafesino del caudillo se vio reflejado en la institución del premio "Ramón Lassaga", al convocarse en 1938 a un concurso de ensayos, en el marco de las Jornadas de Estudios Históricos realizadas con motivo del centenario del fallecimiento del brigadier Estanislao López.
Relató su amigo Domingo Silva que cuando la obra de Lassaga llegó a conocimiento de Domingo F. Sarmiento, este llegó a inquirirle, con su estilo mordaz y su mirada peyorativa sobre el caudillismo de la que había hecho gala en el "Facundo" (1845), si era "ese Lassaga que ha escrito la historia del gaucho López, que bebía ginebra en el mate". Según la anécdota, el aludido respondió con entereza que, efectivamente, era el biógrafo del "Patriarca de la Federación".
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025).




