Hay una parte de la prensa institucional a la que le gusta ponderar acciones culturales con números y datos "duros". Muchas veces son sesgados y hasta exagerados, sobre todo cuando el marketing o el "autobombo" le salen al cruce para "mejorarlos". Hubo más de equis cantidad de personas, se vendieron tantos miles de entradas, se volcaron más de diez, veinte, cien millones de pesos en la ciudad...
No estoy en contra de ese modo de definir un recital, un encuentro, un festival, una exposición o una feria.
Pero, además de que muchas veces esos datos son, como se dice lacónicamente, "incomprobables", es posible que finalmente no terminen de explicar el éxito –o no- de una iniciativa, sobre todo si esta se inscribe dentro del amplio abanico de hechos culturales que los humanos producimos –por suerte, lo aclaro- todo el tiempo.
Nace un festival
En el segundo fin de semana de octubre, la capital provincial vivió la segunda edición del Festival Internacional de Literatura de Santa Fe (FILSF II), una iniciativa que nació el año pasado y que vino a cubrir una carencia notoria.
Santa Fe, nuestra Santa Fe, con sus más de 450 años de vida y su enorme tradición literaria, con la vigente actualidad de muchos de sus escritores, no tenía un festival de literatura, capaz de mostrar hacia afuera todo lo bueno que se hace por estas tierras y, en paralelo, hacia adentro, posicionarse y tratar de representar la gran diversidad de sus artistas y colocarlos, tanto como se pueda, en el centro de la escena, visibilizar sus obras, difundir su palabra.
Marcas de identidad
Sostengo que la identidad de un lugar se construye por igual tanto con puentes, asfalto, edificios y obras (que pueden, claro, medirse y cuantificarse), como por las obras de sus artistas, en cualquier arista de la cultura, en su más amplio sentido.
Un encuentro de literatura no tendrá nunca "los números" de un recital musical o de un partido de fútbol, pero en cambio es capaz de poner en valor esa otra mirada, más sutil pero igual de valiosa, que pueden aportar los escritores (en este caso) que son capaces de mostrar agudamente su lugar ("pinta tu aldea…") e intercambiar esos qués y esos cómos con autores de otros lugares.
Hay una trama muy santafesina que puede ser "la zona" de Saer; por contraste, el "Río Seco" de Butti; o ese imaginario "Corda" de Lermo Balbi, nuestros propios Macondos que nos describen y definen, tanto como el Puente Colgante o la Setúbal.
También números
Por supuesto que el festival tuvo "números" importantes que apuntalan su crecimiento. Más de cien escritores formaron parte de esta segunda edición; casi la mitad de ellos, de toda la provincia; otros, del resto del país y del extranjero.
Participaron más mil alumnos de una veintena de escuelas de toda la región, a la que fueron alrededor de 50 escritores a leer sus obras, a escuchar también y a compartir.
Hubo tres jornadas de lecturas vespertinas y otras tantas peñas nocturnas, por las que se sucedieron diferentes voces, siempre a sala llena, siempre con un promedio de asistentes muy por encima de la media habitual. El Facebook de festival tuvo 85.000 visualizaciones en un puñado de días. Pero son "números" y no hablan de lo que verdaderamente fue el festival.
Lo intangible
El Festival, por ejemplo, fue también un increíble encuentro en Nelson, hasta donde se llegaron alumnos de otras localidades (como Santo Domingo), y confluyeron tres instituciones distintas.
O ese encuentro en Sauce Viejo (en ambos casos, en Nelson y aquí también, el presidente comunal y el intendente, presentes, acompañando la importancia que tuvo la presencia de escritores en sus localidades), con más de 100 alumnos.
O ese puñado de chicos de la Escuela República de Italia, de Colastiné, muchos hijos de pescadores de la zona, que "se salían de la vaina" por leer sus propios escritos. O la ejemplar Escuela Jorge Luis Borges, de Paraná, donde también los alumnos del secundario leyeron sus trabajos.
Ver, también, otro intangible, cómo escritores que no se conocían personalmente hasta allí, compartían momentos, charlas, lecturas. El intercambio es otro de esos rubros difíciles de "medir", pero tienen un valor incalculable. Está ese otro "activo" que muestra a un escritor de veinte años leer al lado de uno consagrado. No hay estadística que pueda explicar ese momento y esa comunión.
Homenajes
El Festival fue también una serie de homenajes a quienes ya no están (¡pero nos legaron sus obras!) y otros más -distinciones que tampoco existían hace un año- a autores relevantes. Homenajes en vida, como una forma de visibilizar y agradecer obras y autores que prestigian a Santa Fe.
Así, hubo reconocimientos para Raúl "Bigote" Acosta, Laura Viscay, Fortunato Nari, Graciela Maturo, Osvaldo Valli, que ya no están físicamente con nosotros.
Y también, hubo homenajes a dos escritores importantes de nuestra región, que pudieron recibir el reconocimiento de sus pares, como Carlos Catania (un emblema de la narrativa, el teatro y el cine santafesinos) y la poeta esperancina María Amelia Schaller.
No figurará en ninguna estadística, no diremos que hubo más de mil aplausos y más de cien lágrimas emocionadas. No impresionan esos registros. No marcan esos números. Pero, en cambio, diremos que fue un lujo escuchar a Carlos Roberto Morán (de más de 80 años) charlar con Carlos Catania (de más de 90), compartir la lucidez y los aportes de dos grandes escritores de la ciudad y disfrutar de cada palabra.
Homenaje II. Beatriz Bolsi tuvo a cargo las palabras de homenaje a la escritora esperancina María Amelia Schaller.O vibrar con la charla, puro afecto y emoción, entre Beatriz Bolsi y María Amelia Schaller y escuchar a la esperancina recitar de memoria algunos de sus poemas. El Festival Internacional de Literatura de Santa Fe cerró, a puro aplauso, con el anuncio de la tercera edición para la segunda de octubre de 2026.