Mis queridos amigos: Muy buenos días. ¿Cómo están? Cada 2 de noviembre conmemoramos en todo el mundo cristiano el Día de los Fieles Difuntos. La liturgia de la Palabra de Dios nos enfrenta con el misterio de la vida y de la muerte. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Existe la vida eterna?
La sociedad actual, según lo que yo puedo observar y ver, no se preocupa demasiado en responder a estas preguntas existenciales, teológicas y filosóficas. Incluso, se vive de espaldas a la muerte, y actuamos como si esta vida terrena fuera la única realidad. Y si no negamos abiertamente la existencia de Dios, el “ateísmo práctico” es lo que prevalece.
En el Evangelio de hoy, más allá de lo que usted pueda creer o negar, Jesús afirma contundentemente que la vida futura existe. San Lucas lo relata así:
“Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá (...)"
"(...) Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre (...)".
Es Palabra del Señor. ¿Crees en esto? Entonces pregunto: ¿usted, cree en la resurrección? Y si no cree: ¿en qué cree? ¿Acaso se puede vivir una vida con sentido sin responder a esta pregunta? La creencia en la otra vida ¿no determina y no ordena nuestro modo de vivir y actuar en estas circunstancias actuales de la existencia humana?
Si un día debo rendir cuentas a Dios por lo que hago o dejo de hacer aquí, ¿no debo vivir una vida éticamente correcta? ¿Se puede vivir la vida de cualquier forma? Si hoy rezamos por las personas que ya no están, es porque creemos que ellas viven. Si hoy elevamos nuestras súplicas a Dios por los fallecidos, es porque creemos que la oración es lo más bello y único que podemos hacer por los seres queridos.
La oración no tiene límites, no tiene barreras, alcanza a nuestros seres queridos ya fallecidos, e intercede por nosotros ante el Señor. Santa Mónica, la madre de San Agustín en sus últimos momentos de su vida decía a sus dos hijos que estaban al lado de su cama estas bellas palabras llenas de fe:
"Queridos, yo voy al Señor. Voy a esperarlos a la gloria. Muero, pero mi amor no muere. Los amaré en el cielo, como los he amado en la tierra. No miren la vida que acabo, sino la vida que comienzo. Solo les pido que me recuerden ante el altar del Señor”.
La fiesta de hoy nos recuerda también una verdad contundente, que no siempre queremos escuchar: todos los humanos somos mortales, somos simples peregrinos, caminantes. Consciente e inconscientemente nos encaminamos hacia el encuentro con el Señor. Cuando visitamos el cementerio nos damos cuenta de que hay mucha gente más joven que nosotros, pero ya no están.
El cementerio, nos recuerda que -en este mundo estamos de paso- y un día también nosotros vamos a partir ¿Cuándo?, nadie lo sabe, pero algún día será el último día. Por lo tanto, la gran pregunta no es ¿cuándo vamos a morir? sino ¿cómo vivir?, para que el paso de este mundo a la casa de Dios sea un momento de felicidad.
Un día visité a un enfermo terminal. Se trataba de un anciano de 86 años, que pidió que lo confesara. Durante la confesión me dijo: “Padre, yo sé que me quedan pocos días de vida. En mi larga estadía en este mundo tuve muchas oportunidades para hacer el bien, pero no lo hice". Luego, extendiendo sus manos me dijo: "Voy al Señor, pero mis manos están vacías".
Hoy me siento tentado en preguntar: ¿Y tus manos mi querido amigo, cómo están? Alguien puede decir, yo no he matado, no he robado, etc. Esto es importante, pero no alcanza. La vida no solo hay que vivirla pensando en sí mismo, hay que entregarla al servicio de los demás. Un día Jesús nos va a preguntar: Hermano: ¿Qué has hecho cuando yo estaba enfermo, hambriento, necesitado? ¿Me atendiste?
Quiero terminar con este hermoso pensamiento de un filósofo. "En la placa de tu tumba habrá dos fechas: una de tu nacimiento, otra de tu fallecimiento. Todos leerán esas dos fechas. Pero lo esencial es ese pequeño guión en medio que hace referencia al contenido que depende de cada uno de nosotros. Todos nacemos y todos morimos, la diferencia consiste en: ¿cómo vivimos?"